domingo, 27 de diciembre de 2015

En la mañana el sol pega despacio, un viento lento y frío juega con las nubes a dibujar señales en el cielo. El grupo de borrachos que salen del lugar, bar restaurante punto de encuentro que no cierra jamás, admira el amanecer con una vehemencia de enfermo que sana a pesar de los malos pronósticos. Aquella parece un jinete sobre un dragón, la otra es como un submarino herido y la de hasta allá tiene forma de falo hipertrofiado. Tamaleros que van subiendo la cuesta arriba, hacia el centro, traen de chile rojo y verde, de dulce con pasas. Un franelero lava su primer y quizá único carro del día, afuera del cine Arcadia corre el agua sucia con jabón. Las Sex Shop's están cerradas, en la esquina se nota que es domingo. Combis, camiones, taxis van vacíos, nadie les hace la parada, nadie les da un billete de 500.
Él es el borracho y tú los tacos ahogados de la esperanza.

No robarás

Contaste el cuento que nadie se sabía, contra todo pastiche de pastiches, lo lo tuyo era original, único, lo contrario del lugar común, del remake. Causaste tormentas como aplausos, sonrisas de las chicas, cervezas de la barra. Al terminar el alud de las felaciones virtuales, cuando la algarabía de los impotentes literarios cesó, un señor se te acercó y te cuestionó: "Disculpe, ¿sabe usted lo qué me ha provocado con su lectura? No me conteste en la inmediatez, mire mi rostro, piénselo bien." Te quedaste sin habla, cosa rara para un escritor, la imagen de aquel señor, arrugado y mal encarado, era la contradicción de toda felicitación. "Me imagino (dudaste y arrastraste las vocales) que no le agradó, ¿es así? Puedo entenderlo, incluso Borges tiene detractores." Fue ahí que notaste que aquel señor arrugado, medio ciego y encorvado era Jorge Luis, Te echaste para atrás, asustado, como en un acto de defensa, sabías del Episodio del enemigo, del juego de espejos, de las bibliotecas inventadas, el argentino podía estar armado, o peor, tenía la capacidad de encerrarte en un laberinto. Saliste corriendo del lugar, la gente te miró extrañada, hubo alguien que mencionó la palabra performance. En tu carrera, hacia quién sabe dónde, recordaste el hurto, el plagio, sí, habías robado ese cuento, sí, se lo habías robado a él, por eso regresó, para reclamar lo que era suyo. Entonces detuviste la insana carrera, levantaste tu rostro al cielo y pediste perdón, pero ya era demasiado tarde. En la tertulia Borges volvió a contar el mismo cuento, hubo más aplausos que la primera vez, más cervezas y sonrisas. Lo que ya no hubo, y no habrá sino con engaños, fue otro Borges.

John Travolta Confundido da las gracias por los sucesos acaecidos recientemente o de cómo le doy vueltas a la tortilla a pesar de que es bolillo

En esta inercia de los trabajos de los días y las noches, con sus faltas a la moral, las deudas a los amigos, desconsideraciones sexuales y enfermedades de la razón, encontré a más de un espejo que me sonreía y no precisamente en un páramo, sino en una calle llena de camiones urbanos que aceleran por la impotencia del no poder pasar; el nombre de la calle es algún héroe desconocido de la dependencia al chemo o de la revolución de las licuadoras. No hay calles con nombres de guerrilleros, ¿o sí las hay? Si las hay que me las presenten. 

Digresión en cada raya de la banqueta, me paro con mi chaqueta en brazo, volteó para uno y otro lado, confundido. Digresión en las otras rayas, las de los choferes que manejan con el culo, de ahí que se les vea la mitad que los divide restregando el parabrisas de sus conciencias, como si la lluvia viniera de adentro de los vehículos, por eso nunca vencen, por eso nunca pasan. Y yo paso junto a mis compadres, les digo, solemnemente, ya me voy, al rato los veo, pero recuerdo que nos habíamos quedado de ver, nos vimos, luego qué, para qué. Recuerdo algo viscoso, ¡ah ya!

Sí, la risa, ese gesto de la inteligencia que lo comprende casi todo, como el gif de Travolta. Digo casi porque me gusta quedarme en la orilla, como el meme ontológico en que se ha convertido la Virgen de Guadalupe o el Cristo de ojos azules que me mira como espía soviético, ahora Rusia, mañana el fin del mundo. 

Convencido de que esos espejos que ríen lo hacen sinceramente, aquí, en la Ciudad de México y en Oaxaca, voy. Sí voy, me cae de madres con alas, alacranes que sí, porque el ergo ídem. Agradecimientos a fulano y a perengano, la situación sentimental del hacer literario fue superada por el gesto doloroso de un cantante callejero que me encontré en Uruapan, país mítico suspendido en las rodillas del diablo. 

Así llegaron los abrazos compartidos que se agolpaban en la fila al concierto de los hola. Canté, brinqué, incluso intenté desvestirme, pero mi cuerpo hace mucho tiempo que anda por su lado, el lado oscuro hacia Quiroga, con el famoso Don Carmelo (mítico), el de las carnitas.

Pedí cafés con leche, me senté en los segundos pisos para mirar desde arriba las manifestaciones que cerraban las avenidas. Entonces pensé ¿Y si no hubiera carros? Recordé que pronto empezaría algo, ese algodón de azúcar de los encuentros literarios que sólo sirven para que escritores más guapos se lleven los aplausos. Y qué bueno que no pedí ayuda cuando me hundía en el excusado, yo mismo me levanté de entre mi mierda. Soy otro, dije, soy otro, repetí junto a Heráclito, pero este cabrón ya se había puesto en lo oscurito. Yo, el perdido a domicilio, el perdidillo sarniento, el la hago de petardo, el del espejo que ríe, sólo dijo-dije-dicen-decimos: gracias.

Josué

Aquel nueve de diciembre de 2014 estábamos en no sé qué cosas de la Librósfera, entonces llegó la terrible llamada, primero fue confusión, no sabían quién había sido, sólo anunciaban que: "se murió uno de los tamboreros que iban con Jorge Pointelin, un chavo flaco y chino, se metió al mar y se ahogó". La especulación duró unas horas, después supimos que habías sido tú. Josué Ruiz Maldonado, tu nombre completo, aunque a veces los apodos se quedan más presentes: Okenfus, Josuesito, El Chino, El Flaco. Los que te conocimos sabíamos que eras tímido, tranquilo, te gustaba hacer las cosas a tu manera, tu tiempo era el de los relojes sin manecillas. Sin y con embargo, como buen ser humano, eras bien cabrón, con harto carácter, aunque escondido bajo el disfraz del "no rompo un plato"; una vez Carlos Equihua dijo que eras Morenazi e hizo un foto-montaje con tu cara, unos soldados alemanes te seguían, eras el Führer moreliano. Tú agraciada estampa, guapo entre los guapos, te volvió un Don Juan Enloquecido, admirabas la belleza femenina y coleccionabas miradas, a ti te quedaba como anillo al dedo esa frase del sudafricano: "Todas las mujeres del mundo me deben un beso". Te gustaba el mezcal, la caguama y la mota. Escuchabas música todo el día, de ahí que hayas aprendido a tocar percusiones, te costó un huevo pero lo hiciste. Anécdotas hay por kilos, como la vez que te caíste cuando ibas a rescatar a Pamela, que también se había caído en un hoyo, todo por buscar atajos inexistentes; o aquella ocasión en la Costa michoacana, cuando los autodefensas nos prestaron sus cuernos de chivo para jugar a los soldados y nos querían llevar a un velorio a las tres de la mañana. Los que te pensamos Josué, nosotros que posteamos chingadera y media en tu muro, sabemos que sigues dando vueltas por aquí de vez en cuando: en el toque del tambor, en los libros prestados, en la tienda de la esquina, en el vaso de chela, en las listas de reproducción que dejaste en tu computadora, en los cabellos rizados de tu recuerdo, en los videos que hiciste, en las mujeres que enamoraste. Los que pensamos en ti, Carnal, te queremos, nos haces falta, pero le echamos ganas para vernos de nuevo. 


Atentamente: tus amigos.

Del meme al gif pero sin tango

¡Ay sí, ay sí, soy escritor de las redes! Me burlo de los ignorantes, critico lo mainstream del sistema y posteo fragmentos de mis escritores favoritos. ¡Ay sí, ay sí, opino de cualquier tema! Mi enciclopedia es wikipedia. Twitter, facebook, google, perritas chihuahuas, comparte esto y lo otro, me gusta la inmediatez, hashtag, dale like a mi link. Animalista y vegetariano, ¡ay sí, ay sí, gatitos! John Travolta confundido, ¿vas ir?, fuchi la música banda, narcocorridos y la francesa roba diseños oaxaqueños. Youtube, vimeo, cualquier video con mi netflix, ¿a poco no has visto todas las películas de Tarantino? ¡Ay sí, ay sí, tengo muchos amigos! Stalkeo a los famosos, me saco fotos de todo: lo que como, donde duermo, cago y lloro. ¡Ay sí, ay sí, tembló! El mundo lo cambio con un botón, pongo un emoticón que exprese mi indignación. ¡Ay sí, ay sí! Ahí sí que te equivocas, lleva acento en la í, lo leí en el muro de un wannabe.
Pido perdón porque no puedo pedir fiado, dicen que mañana pero no les creo; el mismo anuncio de siempre, todos los días hoy no, cada segundo que pasa hoy no, mañana sí, el tiempo que si me preguntas me hago bolas y ruedo cuesta abajo con mi pecados: toneladas de carajos. Y me asaltan los piojos y las dudas, los hijos que vendrán a reclamarme lo poco responsable que fui-soy, los padres que no están ídem y las amigas bellas con largos cabellos. Grito, parado de manos en la puerta, que lo siento ciento de veces, sensible me toco el corazón porque soy el hijo que escupe cuando dicen abre la boquita. Además de ser sensual como los gatos que tienen hambre, también me muevo cadencioso entre los lamentos de los diabéticos y los tísicos. Cólicos en los vientres católicos por mi presencia presentante, armónicos pedos me reciben, la fila es larga e india, saludo con una reverencia a las personas que, como yo, no tienen quehacer, fundo mi religión sobre y con ellos, mi pistola les dispara en la tiendita de la esquina, papas, refrescos, chicles, golosinas.
Manifestemos nuestras inquietudes fisiológicas en los altares de la hipocresía.
(Hagamos pipí en las iglesias)

Aquella digresión de hace un año

Chemo cósmico, chemo sideral, así platicaba con Ramón cuando me di cuenta, caí en la cuenta metafísica, matemática y grifa del tiempo que siempre pierdo, la cuenta y el tiempo, la cuenta todavía no, aún no me retiro; repito, me acordé de que ya pasó casi un año desde el adiós de Josué hasta aquí, este hoy que se me encima de memorias. La lectura que haré en la Catedral el miércoles va con dedicatoria para mi carnal, mi amigo chino guapo flaco loco melómano: Oken. También va para el mar, que lo requirió, lo mandó llamar. Josué Ruiz Maldonado se fue un nueve de diciembre (2014), pero seguirá acá mientras no se nos olvide, mientras sigamos hablando de él, yo seguiré chingando, dando lata, chemeando letras que digan Josué.

Para Miguel, el del espejo

Este silencio está lleno de ruido. Todos hablan al mismo tiempo, todos quieren ser escuchados, pero nadie se detiene un momento para prestar atención al otro. Por ejemplo, ése se saca un moco; aquél está enfermo, le queda poco tiempo; el de allá escribe poemas y éste de acá sólo causa problemas. Somos muchos y necesitamos tanto, ¿por qué mejor no callamos un rato?

Bragueta

¿Qué he de hacer yo si no traigo pantalones? Vuelo por un cielo lleno de aviones, ovnis y nubarrones. Cuando desciendo sólo encuentro rateros y una bola de bribones. Camino con disimulo para que no se note que huyo, escondo mi culo como si fuera el oro de la realeza. ¡Cava un hoyo!, me grita el Topo, siempre alerta de la decencia. Hago lo propio, tan profundo como puedo me sumerjo en la tierra, pero ya en el fondo me encuentro con una neta. La gente de este planeta ha invertido las reglas: en vez de aire, humo; refresco de cola por agua; guerras para hacer la paz; ropa para las vergüenzas. ¡Quiero cambiar las cosas aunque no tenga bragueta!

Enfoque borroso

Él es el que sabe de poesía, yo sólo escribo tonterías
Él se sienta a la derecha o a la izquierda, yo disfruto de la vista
Él tiene la última palabra, aquí no puedo hacer nada
Él gana todos los premios, prefiero leer en casa
Él vive en un departamento, yo rento un cuarto con ventana
Él es guapo y alto, yo colecciono letreros
Él domina el pasado-presente-futuro, yo me quedo en el instante
Él sale por la puerta principal, a mí se me hace tarde siempre
Él acaba de publicar, lo único que me falta es el punto final.

Del culo 123

El dinero no alcanza para las cosas que quieres hacer, ni para las cosas que quieres comer. El depósito bancario que remunera tu servidumbre se evapora a pesar de que es otoño. Los impuestos a todo, nada por favor siempre por la fuerza. Llega el fin de semana antes de la quincena y cuentas los pesos que te encuentras en los pantalones sucios: nueve. ¿Para qué alcanzan tus ganas, qué compras con ellas? Tu amiga te pregunta por algún trabajo, algo más o menos digno. Sabes que cualquier recomendación es impresentable. La farsa laboral del contrato a corto plazo, el decir sí aunque por dentro digas carajo. El diario comentario gracioso, el apurarse, la espera de la hora de salida. Los mismos rostros hoscos que se agolpan por un poco de aire a las tres de la tarde, el cigarrillo relajante y el café aguado que se enfría como tu alma. Enajenado te acercas a la oficina del Jefe (uno de tantos tontos), pides un aumento a lo imposible, "ya veremos", te responde. Así pasan los días con sus conflictos, te consuela la miseria ubicua, al menos tienes algo para pasar el rato y la saliva. Si pudieras, si tan sólo tuvieras un poco de dignidad, te resignarías, pero no, te gusta sufrir, revolcarte en tu miseria y escribir lo que te pasa. ¿Quién te paga por decir tanta mamada?

Esquizoanálisis o Edipo de Prados Verdes

Quizá la relación más tortuosa que he padecido es la que tengo con mi padre. Hay un sentimiento extraño, o sentimientos encontrados, hacia él. Lo quiero mucho, por él estoy acá, en esta cosa llamada mundo, cuando fui niño me protegió y, tengo que aceptarlo, me enseñó cosas; el otro lado, y éste es el que me preocupa, se manifiesta por un profundo rencor que a veces se convierte en odio. Al igual que todos los seres humanos la vida de mi padre está llena de tropiezos, malos pasos que terminaron por arrastrarnos al hoyo a toda la familia, puedo comprobarlo en cada uno de mis hermanos y mi madre, en mí mismo (impropio). Los psicoanalistas, católicos y otros engendros sociales, dirán que tengo problemas, quién no los tiene, me recomendarán terapia y algunos barbitúricos, rezos y genuflexiones; no creo en la estulticia profesional ni me interesa mantener a los parásitos del dolor. El punto va más allá de lo consejos que caben en el recto del olvido, tiene que ver con el enfrentamiento de mi origen, del lugar del que provengo, bien o mal. Es como una cuerda floja por la que atravieso, amenaza con reventarse y no lo hace, continúo torturándome y sintiéndome culpable por algo que no comprendo, el vértigo es diario, no me aviento porque abajo es muy oscuro. Esto me debilita, me quiebra, el funambulismo existencial no es lo mío. pero sigo vivo. Llorar para nada hace bien, sólo gasto mis fluidos mientras sigo tambaleándome sin caer. Alejarme ya lo he hecho, sin embargo, en la distancia, sigue existiendo este malestar interior que carcome mis entrañas, la ansiedad consuetudinaria que se manifiesta en mis manías, falta algo por solucionar, falta algo y no sé qué es. He hablado con él de mil maneras, casi casi he inventado un código para que no se sienta agredido por mis palabras. Falló todo intento por redimir lo desconocido, lo que soy, terminamos por insultarnos: soy un grosero, agresivo, asesino de niños (aborto), malagradecido, candil de la calle, inmoral, mal hijo, sobre todo mal hijo. Él sólo es mi padre, porque juzgarlo, estoy entendiendo, es juzgarme a mí; el problema soy yo y la persistencia ontológica que me acontece. ¿Qué he de hacer padre para no seguir en guerra contigo? Esta pregunta, más que retórica, es triste, lo es porque no tengo respuesta y desearía, sinceramente, que él fuera feliz.
El mundo es sólo un tema de conversación.

Etimologías y desastres culturales

¿Un festival en donde no celebren nada? Las autoridades organizadoras se apresuran para terminar de violar las leyes en forma de grupa; las secretarias cuadrúpedas sueñan con una secretaría mientras practican la flexibilidad ante sus jefes. Toman nota con el ano. Discursos rusos en contra de todo, apachurrar el botón rojo es el deseo de los gringos. Verbena paupérrima en los teras del asesinato. Llegaron los camiones extremistas con judíos y musulmanes, vienen abrazados, huelen a carne quemada. Para la clausura, cascadas de caca y amenazas de bombas. Sospechosos mugrosos que agrían las fiestas. El policía más agudo le pregunta a Dios (mayúsculo infundio): "Si usted está en todas partes, tenemos pruebas de esto, ¿en dónde estaba la tarde del 23 de marzo de 1994?". Reporteros reportan que las tortas están buenas. Falta un espectáculo, uno más. En la oscuridad el silencio es rey, la cuestión es sorprender. Entonces ocurre el milagro: Llueven bebés del cielo, próximos habitantes de las cárceles, no alcanzó para los cohetes. Todavía hay incertidumbre en los corazones de la gente porque algunos infantes se estrellan contra el pavimento; bracitos y piernitas esparcidos por la avenida. Los que sí agarraron chamacos huyen de la escena del crimen, alguien tiene que limpiar este desorden. Los pobres son liberados, las cloacas se abren y las bolsas negras se llenan de fresco alimento, las patadas llegan a los hocicos de los perros, que también pertenecen al tercer mundo. La antropofagia es un deporte universal y Tera quiere decir monstruo.

A la moda

1: Antes

Traté de triunfar y obtuve trancazos,
quise ser poeta y me dijeron puto,
soñé con la fama y sólo tenía flemas,
entonces decidí ser terrorista de provincia. 

2: Durante

Camino derecho, escondo la panza,
entro al congreso local, tranquilo,
que no se note que ando armado,
cuando llego a la sala, nada solemne, 
disparo y disparo y disparo hasta que,
ya se veía venir, me disparan. 

3: Después 

Ya muerto, antes del túnel de luz, 
caigo en la cuenta del problema, 
el meollo filosófico que atormenta,
y es que no me abroché las agujetas.