lunes, 20 de noviembre de 2017

Todo lo he inventado, Farabeuf

"Todo lo he inventado, Farabeuf"

¿Recuerdas a Farabeuf? Te había contado de esta novela a modo de écfrasis, te dije que me pareció un largo poema en prosa escrito en la piel con un brillante escalpelo. ¿La piel de quién? Preguntas y no sé cómo responder, quisiera decir que es tuya, pero tú no la leíste, ¿o sí? Imagina que esto pudo haber pasado y que la tinta es roja.

La crónica de un instante condenado a la repetición y, por su propia condición, a la alteración de los detalles; me equivoco, como ya es costumbre, porque mi memoria juega a las escondidas con el tiempo. Te cuento esto para creer que alguna vez leí ese texto y que tú me entiendes, tropiezo con mis palabras y te arrastró al abismo de la explicación. Ya no sé si yo lo leí o lo esto inventando.

De lo que estoy cierto, por no decir seguro, es del nombre del autor: Salvador Elizondo, hombre que fue mucho más que un nombre, más allá del tercero al lado de Paz y de Borges, ¿te acuerdas de esa grabación en donde los tres aparecen (todo es un acto de magia) pero únicamente hablan dos? Te repito el nombre del hombre que escribió Farabeuf: Salvador Elizondo. ¿Recuerdas sus otros libros, los cigarrillos que se fumó, los tragos de whisky y las discusiones sobre literatura que tanto le apasionaban?

Farabeuf puede ser un cirujano francés que hurtaba cuerpos de los cementerios para probar sus innovadores instrumentos de tortura. También te conté que tenía la impresión de que este Farabeuf literario usurpaba las identidades de ciertos amantes desaparecidos. El brutal Don Juan encontraba a sus compañer@s a través de la ouija, con un sí o un no llegaba hasta las damas Y caballeros ávidos de tortura y les poseía con su bisturí de acero y sangraban sangre roja de literatura. Invento tantas cosas, te invento, los invento a ellos y al mismo Salvador Elizondo.

Había ahí un libro que mutaba, tres monedas que caían, un espejo viejo, sucio de polvo. La sangre brotaba, se formó un charco, escribí el número seis en un idioma desconocido, tres veces hice esto. Y hasta ahora no te había mencionada la fotografía. ¿Cuál imagen es de la que hablo? La del suplicio chino de los mil cortes. Hojeamos (debo confesarte que he olvidado casi todo) ese libro de Bataille en el que Eros lloraba gruesas lágrimas de letras.

Quiero que rememores esto sin ayuda de las citas y los cisnes degollados, te desnudo la memoria eidética. Cuando era más pequeño (porque soy pequeñito de estatura y de memoria) me obsesionaba con los detalles, no he olvidado aún aquella estrella de mar que se pudrió en tus manos, pero ya olvidé tus manos.

La playa está llena de bruma, he regresado a ella una y otra vez, con la esperanza de encontrar al niño que construía el castillo de arena que no viste, te conté de él... Ahora confundo la existencia con la ausencia, ¿éramos nosotros o fue Elizondo quien pintó este óleo en mi cabeza? Tú no dices nada, estás mirándote en el espejo sucio de polvo, ¿acaso buscas vestigios de mí en tu reflejo? Quiero leer Farabeuf contigo, quiero que existas tú y Farabeuf y yo.

Se pasan de vivos

Estas bonitas tradiciones mexicanas en donde los vivos se orinan sobre las tumbas de sus muertos. Existe también la costumbre, ad hoc, de suicidarse entre el treinta y uno de octubre y el dos de noviembre, aunque no se restringe a estas fechas; las matanzas, con sus coloridos desmembramientos, han pasado a ser parte del patrimonio cultural de la humanidad. ¿Y el sabroso pan de muerto? Quizá haya aquí una confusión, este alimento es el que no tienen millones de pobres, su ausencia provoca la famélica panorámica del territorio nacional; los muertos de hambre no comen pan, quizá aquí está la ironía. De todos modos y formas geométricas, cruces en movimiento, ¡qué hermosos se miran los cadáveres amontonados en las fosas comunes!

Algunos escritores fantásticos y Lucius Shepard

"El bosque presentaba un aspecto siniestro en esta hora de la noche. Jamás hasta entonces había sabido lo que era la noche. El mundo entero parecía adormecido para siempre", cito estas palabras de Selma Lagerlöf, extraídas de su libro "El maravilloso viaje de Nils Holgersson", porque me recordaron a un autor que también mezcla lo fantástico con lo poético, Lucius Shepard.

Al igual que la ganadora del nobel en 1909, Lucius Shepard puebla sus historias con seres extraordinarios que reflexionan sobre el oscuro mundo que nos acontece, personajes que cuestionan su condición, la mayoría de veces infrahumana, porque a ambos autores les encanta la encrucijada; recordemos que Nils maltrata a los animales y en castigo por esto un duende lo convierte en "pulgarcito", el muy pequeño niño arriesga la vida una y otra vez para resarcir el daño provocado.

En Lucius Shepard ocurre algo similar, pero más crudo y frontal. Es considerado uno de los maestros de la literatura fantástica, además sus cuentos son filosóficos, cercanos al estilo mordaz del Voltaire de "Cándido" y "Zadig". Dos libros he leído de él: "El cazador de jaguares" y "El hombre que pintó al dragón Griaule".

Del primero de estos, "El cazador de jaguares", recupero dos historias, la primera es "Cómo habló el viento en Madaket", sangrienta narración de un viento enfurecido que asesina personas al mayoreo; quienes hayan visto "The Happening" de M. Night Shyamalan encontrarán varias reminiscencias entre la película y el cuento.

"El cazador de jaguares", narración que le da nombre al libro y que bien podría ser etiquetada de "fábula de la cotidianidad mágica": un retirado cazador, Esteban Caax, debe pagar por la ambición de su esposa con la sangre de un felino atípico, humanidad y animalidad son imposibles de separar. Hay alguna relación de este cuento con "Un viejo que leía novelas de amor", de Luis Sepúlveda.

"El fin de la vida tal y como la conocemos" forma parte de la recopilación de relatos que lleva por nombre "El hombre que pintó al dragón Griaule". Una pareja de gringos errantes quéjase de las moscas mexicanas y viaja hacia Guatemala. Ella no encuentra la manera de decirle que está harta de la compañía de él, lo único que los mantiene juntos es el sexo, un hippie les presentará a un chamán que cambiará sus vidas para siempre.

Drogas exóticas como el coral negro, invasiones norteamericanas en Centroamérica, monstruos dormidos que son intervenidos con pintura, extraterrestres travestidos, Lucius Shepard tiene algo qué decirnos sobre el presente presentante (o pos-ya-qué-modernidad), aquí algunas de sus líneas como posible hola-adiós: "El hombre y tú os separaréis y os reuniréis de nuevo muchas veces. Pues no sois compañeros, pese a ser amantes, y cada uno tiene que seguir su propio sendero".

Delirio de persecución

Escondí el cempasúchil de nuestro amor
lo enterré porque nos perseguían
tú aún duermes la siesta de los siglos
y no me alcanza para tu resurrección

Dejé de respirar y el puma se fue
lo engañé como en el cuento

Prometí cuidar del abejorro (...) nueve el número de mi suerte
amarillos los campos fertilizados con el sudor del capitalismo
para que no te falten los libros orientales y los réquiems de cantina
pan de muerto con mermelada/plañí por ti todas las tumbas/todas
también hay flores debajo de la almohada
en la morgue me esperas pero soy intolerante al veneno

Magma tocó el zempoal
el mariachi cobra antes de la serenata
continúa el reinando de los funerales
como cuando estabas recién fallecida
pasa que a mí nada se me olvida
millones de calaveritas que antes eran niños
alguna vez te conté que me daba miedo sentarme en alguna tumba invisible

Hace meses que no duerme mi amor
mi amor está desvelado y los cirios cuelgan
como gónadas en la boca de Perengano

Tú siempre dudaste del último adiós
en el pésame hay fantasmas/cenizas de cruces ultrajadas

La gente tiene miedo
¿puedes con esto?
te apareces en los hospitales
le sacas la lengua a los enfermos
y los enfermos se desangran
y no hay ketorolaco que sirva
los médicos atienden a Juan
que cayó del quinto piso
y viajó en ambulancia desde Tijuana
le sacan coágulos de los pulmones
sirven la comida durante la intervención
¿en serio puedes con todo esto?

Es tan romántica la muerte en tus manos
hace mucho frío que no hay tiempo
venas inútiles las de los cadáveres
trapeo los restos de este recuerdo
el piso huele a cloro

Salgo al patio y miro el árbol torcido
enterré la flor de cempasúchil/tierra mojada/noche de perros

No hay avenida que no lleve al panteón
escogí mi ataúd tan trasparente como el tuyo
sigo soñando que me persiguen y yo me persigno

Rompí mi cráneo y te ofrecí la copa
piedra de sacrificios tus ojos jade
la sangre como polvo en el ojo del pajarraco
y el cempasúchil floreció en el infierno.

Faltan fotografías para la coqueta muerte

Subí a la azotea para ver el humo que oscurecía la mañana, con esa calma fúnebre de los panteones las nubes iban haciéndose más grandes y más negras; pude observar que la mitad de la ciudad estaba destruida, como si el pie de dios hubiera pasado por ahí, la cantera se convirtió en polvo. El viento traía un olor como de carne chamuscada, el sabor a sangre se me metió en la boca y llegaba a la garganta. No quise prender la radio ni la televisión, tampoco revisé las redes sociales, nada de internet. Las sirenas de ambulancias y patrullas me lo dijeron todo, antes había escuchado la explosión, también sentí cuando se cimbró la tierra.

Vi a mucha gente correr, algunos lloraban y otros gritaban "¡terroristas, terroristas!", tuve ganas de decirles que se callaran, pero no sabía porqué, quizá sólo un impulso, o tal vez un odio contenido. En ese momento el vecino salió por la ventana, él ya había revisado las cifras, me informó que eran más de trescientos muertos y miles de heridos. Dos camiones repletos de explosivos estallaron en el Centro Histórico de Morelia. Hasta el momento ningún grupo extremista se atribuía los atentados, pero se hablaba de los fundamentalistas religiosos que no pueden faltar en estos menesteres, "los malditos destruyeron la catedral", dijo con impostura el informante improvisado.

Entonces recordé que hace unos años pasó lo mismo en Somalia, aunque en ese momento a muy pocos les importó la tragedia, creo que la distancia y la falta de curiosidad aminoran las desgracias, forcé la memoria para mirar otra vez esos cuerpos quemados que estaban entre los escombros, incluso oí de nuevo la explosión, y ahí fue cuando ya no supe distinguir entre el ahora y el ayer, entre aquellos muertos y estos cadáveres frescos que aún nadie fotografiaba. Corrí por mi cámara y me dirigí hacia allá.

Art y culo

Reptilianos y elefantiásicos,
público magullado,
les venimos a hablar
de la poética legal,
la palabra que mandata
la reata del deber ser.

Dura es la ley
cuando se excita,
ella no acepta
un no como respuesta.

Sin ley sólo hay caos,
nada más alto que la ley,
la catedral de la ley,
el rascacielos de la ley,
las torres gemelas de la ley,
el World Trasero Center de la ley,
pero nunca el jacal de la ley.

El estado de derecho
colinda con Cuernavaca,
la naturaleza o dios,
¿quién hace leyes desnudo?

No se asuste,
la ley también puede ser flexible,
ayúdenos a ayudarle.

La ley del más duro;
si usted es pobre
siga intentando,
no hay ley que dure cien años.

Recuerde,
este país camina
por la senda de la legalidad,
en bicicleta se hace la mitad.

El Periquillo Sarniento escrito por el Marqués de Sade polaco

El pájaro pintado, de Jerzy Kosinski, libro que tiene como protagonista a un niño sin nombre al que le ocurren todo tipo de infortunios, siguiendo la tradición de protagonistas infantiles en situaciones brutales, es decir, adultas: Lazarillo de Tormes, El señor de las moscas, El tambor de hojalata, la novela de Kosinski narra el recorrido doloroso y sangriento de una pequeña víctima de la Segunda Guerra Mundial por una Europa Oriental atávica y supersticiosa.

El Periquillo Sarniento escrito por el Marqués de Sade polaco. Agnieszka Piotrowska dirigió algo así como un documental que se llama Sex, Lies and Jerzy Kosinski, en donde intenta desenmascarar al escritor de Cita a ciegas, Cockpit y El pájaro pintado, por sólo mencionar los que he leído de este autor (también) norteamericano que se suicidó en 1991.

Una cosa es hacer literatura para niños, empresa harto difícil, pero algo muy diferente es tomar a un pequeñín y meterlo a una pecera de chingaderas para demostrar que todo está jodido, principalmente la esperanza. El pájaro pintado fue prohibido en varios países europeos, algunas personas quisieron ver lo ahí contado como la descripción del pasado tormentoso de Kosinski, él era amante del escándalo (y del esquí), nunca desmintió tal rumor, quizá sopló un poco la lumbre del chisme.

El niño de pelo negro aguanta veinte capítulos (XX) de azotes, patadas, escupitajos, jalones de greñas, mordidas, picotazos de cuervos, acoso sexual; este "gitanito" o "judío bastardo" o "ave de mal agüero" es testigo de violaciones, incesto, zoofilia, desmembramientos, asesinatos, matanzas y la llegada del ejército rojo que trae el evangelio del comunismo. El personaje de esta historia parece atrapado en Tríptico del Juicio Final, óleo de Jheronimus Bosch, acá El Bosco.

Creo que ya conté demasiado del libro, pero nada como una cita para saborear la masita de la trama, esa materia molesta que se queda pegada entre las miradas de los curiosos que mastican estos párrafos:

"Todo había sucedido en un momento. Yo no podía creer en lo que había visto. Algo como un destello de esperanza cruzó por mi mente, como si los ojos arrancados pudiesen ser colocados de nuevo donde les correspondía. La molinera chillaba locamente; corrió a la habitación contigua y despertó a sus hijos, los cuales se pusieron también a llorar de terror. El jornalero lanzaba alaridos y luego quedó silencioso, cubriéndose el rostro con las manos. Arroyuelos de sangre corrían entre sus dedos, bajaban por sus brazos, caían lentamente sobre su camisa y sus pantalones".


Una cada seis horas y otras genuflexiones epistolares

1. Malditos aquellos que no le bajan de claras al turrón, los zancudos sufren de insomnio, la escritura automática encierra grandes misterios que sólo los psicoanalistas compran, cuántos sueños aplastados contra la pared de la cocina, en la esquina está la tienda y los viernes venden bollos, pero el horno no está para latas de atún, si no ve a nadie regresamos más tarde. Atentamente, mamá.

2. Hermano, sé que andas en madriza por lo de tu trabajo, pero ya terminé mi tratamiento de ketorolaco y aún me duele machín, los hombres también lloran, necesito algo de queso para las quesadillas, ¿tienes algodón de azúcar? Te lo pago, sí me urge, no tiene que ser un chingo, haz paro, ¡potasio, pariente!, el spleen moreliano amenaza con no irse, agudo como el dolor, por ahora no puedo ser flâneur, arrastro mis pies hasta el baño, es lo más lejos que ha llegado este saco de sangre y carne remendada. Quedo al pendiente de la tuya respuesta.

3. Cada vez que los monstruos lloraban con ese llanto de venas cortadas, él se asomaba al balcón y preguntaba la hora. La pequeña medusa arrojaba guijarros al espejo. Para escuchar el siguiente mensaje, marque 7.

4. Cerrado de por vida, descansamos los lunes.

5. Le escribió tantas cartas de amor que sus obras completas se llamaban Servicio Postal.

6. Epístola en un recipiente de vidrio que navega a la deriva, pedimos auxilio a los abismos.

Mira, mamá, sin ver

A las siete de la mañana suenan las campanas religiosas, escucho pasar a la madrugadora gente, percibo su prisa a través de la intensidad de sus pasos; los perros ladran y me imagino que alguno de los caminantes de afuera ha hecho algo malo, por eso el nerviosismo de los canes, o quizá sólo sea un saludo perruno, o un llamado de auxilio. De repente, el semi silencio de los grillos y del río de carros en la avenida, un pájaro anuncia que hoy no lloverá y otro más allá lo contradice. Las casas se desperezan muy lentamente, como queriendo prolongar el amanecer del domingo, hasta que un vecino decidido enciende su radio para escuchar cualquier cosa, comerciales y una pizca de música. Estoy entre la espada de la ventana y las ganas de ir al baño, ya suenan las otras campanadas. Pero lo que despierta al mundo de mi colonia, ese cosmos de caos hogareños, es el tren sin pasajeros al que le importa nada el sueño y la imaginación.

Sin azúcar, por favor

No me asusta la muerte, sino la cuenta
Si no la cuento es porque ya estoy muerto
Después vienen los recibos y las colectas
Como fantasma asistiré a mi velorio
Y cuando sirvan el café
Lo pediré con crema.
Los ojos de los enfermos están llenos de secretos.

¿Sirve de algo?

Recuerdo con emoción y picazón aquellas lecturas de 1989, esos olvidados libros de texto que ya no hacen en donde el pequeño "yo" leyó sus primeros cuentos y poemas de Julio Cortázar, Alfonso Reyes, Juan Rulfo, Gabriela Mistral, en fin, colorín colorado del haber sido en el pasado con lama, ya llovió lluvia ácida del recuerdo.

Después vinieron las bibliotecas de salón, un esfuerzo más de la gloriosa secretaría de educación púbica y el canal de las estrías, acervo que me regaló (caco) el inolvidable Crímenes Ejemplares, de Max Aub: "Me suicido para que hablen de mí".

En la secundaria, entre tantas aventuras, conocí la poesía de José Juan Tablada, les dedicaba poemas extrañísimos del autor de Li-Po a las doncellas adolescentes con uniforme rosa, azul y guinda, porque fui chocho, iba en federal: "No tengo el delirio vano/de querer ser universal/ni siquiera continental/me basta ser poeta mexicano..."

Para cuando entré a la preparatoria llevaba ya muchas noches de desvelos literarios, además del deporte y la masturbación coleccionaba noches de lecturas, ¿en qué me ayudaron tales incendios de pestañas? Principalmente para hacer amistad con los profesores y enemistad con mis compañeros de salón; participaba citando a Horacio, no importaba si la clase era de historia o matemáticas: "Muéstrate animoso y fuerte en la desgracia. Pero, prudentemente, recoge las velas de tu barco, si un viento favorable las hincha demasiado".

No he hablado de mis primeros escritos, quizá por el pudor natural que tiene uno frente a esos extraños anfibios, ni poemas, ni cuentos, mucho menos crónicas, sino una especie de relato en el diario roído de mis días, eso sí, con mucho sentimiento. Alguna vez en un café del centro moreliano, sorbiendo un té de rosas con miel de abeja (porque hay otras mieles), le dije a una señorita: "Es tu piel morena el jorongo que quiero para todos mis fríos". Creo que no fue muy atinado el símil, pero hubo besos y arrumacos.

Entré a la facultad de filosofía y allí casi todos leían, o casi todos presumían que leían. Dejé de hacer ejercicio, me enfermé de hepatitis y conocí a Lichtenberg. Con este autor comencé a reflexionar sobre el acto de leer, además en la universidad el tiempo se encoge, se hace chiquito, y uno no puede andar leyendo cualquier babosada (aunque nunca he dejado de leer y escribir babosadas), al menos no sin cuestionarse el acto de la lectura: "No cesaba de buscar citas: todo lo que leía pasaba de un libro a otro sin detenerse en su cabeza".

En fin, o the end, hoy, a mis treinta y tantos años de sometimiento ontológico, sigo con mis lecturas desordenadas, el mes pasado terminé El agua y los sueños, de Gastón Bachelard; Cuentos, de Wang Meng; La feria de los días, de Jaime García Terrés; etcétera de la presunción, y me pregunto ¿para qué todas estas lecturas? Pues fácil, para escribir todos estos renglones.

Pesadilla en rosa

Tanto amor le ha hecho daño al mundo 
Faltan aún las apologías del odio 
El restaurante es del mesero que lo trabaja
Pero hay muchos meseros y se matan entre ellos
Llueven balas desde las azoteas de los hoteles
Rubios atletas se hincan cuando suena el rock
Bombas de hidrógeno compiten con el sol 
Niños sin brazos corren por sus juguetes 
Mentiras por mentiras igual a infundio al cuadrado
Las trompetas del apocalipsis están desafinadas 
Ricos y pobres se forman en la fila de la redención 
Marchan los funcionarios para exigir respeto 
Este silencio asusta a los panteones 
Los hombres de color dibujan arcoíris en las banquetas 
Unicornios encajan sus cuernos en los ojos de la luna
Miles de mujeres protestan pero sólo hasta las seis 
Miles de mujeres regresan a sus casas y guardan sus pancartas
Miles de mujeres son asesinadas por el frío de la noche
Los centros comerciales y las iglesias se han fusionado
Las masacres inundan los calendarios oficiales
Todo huele a cadáver y no hay cloro que borre esta mancha
Desbordados los ríos negros del exterminio 
Llueve durante los sueños de los desiertos 
Huracanes y tormentas hacen su agosto 
El vecino tira su basura en el lote baldío de la empatía 
Las paredes profetizan un mundo sin mundo 
Universidades que celebran su suicidio con fuegos artificiales 
Automóviles inteligentes colisionan contra el muro del progreso
Pronto habrá hambre y la cena se enfría 
En el menú también hay moscas y cucarachas que vuelan
Los segundos se rebelan contra la tiranía de los relojes
Los libros de historia adelgazan hasta la inanición
Pasa un cometa y escupe fuego sobre el mar 
Un mosquito chupa la última gota de sangre del vampiro
Por fin los volcanes gritan todos en coro 
Y aparecen en el cielo señales de los últimos tangos.
¿Cuántos jinetes se necesitan para llegar al chiclocentro de la estulticia michoacana?

Bachelard telúrico

La leche
tiñe de blanco
el río negro de los sueños

Riadas putrefactas
purifican mis días
porque el agua es sagrada

Hemolatría circundante
en estos escombros duermevela
donde un parpadeo derrumba edificios.

Tragedia mexicana, ¿sin moraleja?

Los antiguos griegos hicieron famosas las tragedias, la historia oficial dice que ellos las inventaron como género, aunque hay narraciones de otras culturas más viejas que están llenas de zozobra y desasosiego, sin que falte en éstas el escarnio ajeno para el aprendizaje colectivo, el mal nació con el hombre; siglos después vino William Shakespeare a comprobar que el alma humana seguía igual de pantanosa, casi nada había cambiado.

Considero que el sentimiento trágico de la vida (punto y aparte el libro de Miguel de Unamuno) se vive más intenso en México, y esto lo digo porque soy mexicano, claro, pero sin ningún orgullo nacionalista, sino todo lo contrario. La tragedia mexicana de la que hablo, a diferencia de la griega, no contiene ninguna enseñanza moral, sólo es un recordatorio de la impunidad y el agandalle generalizado que se vive en este país en ruinas.

Son tres años ya, aquel 26 de septiembre de 2014 fue una noche de terror para decenas de jóvenes mexicanos, una pesadilla de la que, al parecer, nunca despertaremos. Se han escrito tantas cosas acerca de este crimen que está a punto de convertirse en un 2 de octubre más; no hace mucho un medio local hizo la reconstrucción de los hechos con la más alta tecnología, y todo apunta a la hipótesis conocida por todos pero aceptada por pocos: que las autoridades estaban/están coludidas con los grandes carteles del trasiego de la heroína, que estos muchachos tuvieron la mala suerte de secuestrar un camión lleno de goma de opio y que su desaparición forzada sirvió de ejemplo para que nadie más se acercara al jugoso negocio del gobierno y los delincuentes (difícil diferenciar entre estos dos).

Los estudiantes de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa vinieron a darle continuidad, a ser la segunda parte, triste saga, de aquella novela que le rompe el corazón a quien la lea, me refiero a "Guerra en el paraíso" de Carlos Montemayor. No se trata de convertirlos en héroes, pues ellos son víctimas de un sistema que nació podrido, lo importante aquí es que se detenga la masacre, ¿qué mensaje hay en estos secuestros, violaciones, asesinatos? Edipo entendió que la vida es cruel, el destino juega muy sucio, aunque luego tuvo la oportunidad de redimirse en Colono. ¿De qué manera se redimirán los culpables por el crimen de los 43?

Tristemente, esta fecha, 26 de septiembre, también me retrotrae a la desaparición forzada de Francisco Paredes, que a plena luz del día fue privado de su libertad en Morelia, Michoacán; a pesar de los videos y todas las pruebas no se ha avanzado mi un milímetro en el caso. Quizá ésta sea la enseñanza para nuestra tragedia: cualquiera de nosotros está expuesto a ser un número más en la lista de desaparecidos, por eso es mejor quedarse callado y aceptar todas las vejaciones. Y a pesar de este río de injusticias, me quedo con las palabras de Unamuno: "Venceréis, pero no convenceréis".

Imagen: Andrés Serrano, "Bloodstream". 

La raíz cuadrada de la señal de la cruz

¿Será cierto que nos estamos destruyendo a nosotros mismos? Desde esta percepción así parece, además no tengo otra forma de comprobar lo contrario, ¡oh, Descartes, que no conociste a Marilyn "Doctrina" Monroe! La historia se puede medir por litros de sangre y en la escuela me enseñaron que los indios no viven en la India. Trataré de ensayar al respecto, aunque sin respeto.

La ciencia se aventura, las más de las veces, a decir que la vida es maravillosa, pero lo que entiendo por y de ciencia es tan poco que la frase "la materia no se crea ni se destruye, sólo se transforma" me sigue pareciendo parte de un poema positivista que nunca terminaré de leer. La nueva religión sigue teniendo un escaso número de seguidores, son muy pocos los que se persignan en nombre de Lavoisier.

Los obtusos como yo estamos condenados a los artículos de divulgación para enterarnos de la misantropía científica, y si tenemos algo de suerte, a algún libro de Gabriel Zaid, Henry de Lumley o Ruy Pérez Tamayo, comprado por diez pesos en los tiraderos galácticos de alguna colonia de investigadores venidos a menos.

Sólo así puedo enriquecer mi lenguaje para referirme a esta autodestrucción de la que balbuceo: Teoría cuántica del asesinato, trenes bala y metralleta, agujeros negros en la consciencia, galaxias de oportunismo, quantum te debo, caras planas, africanos en lanchas, la tierra no es redonda, reptilianos, empresarios y vida inteligente en las colas del hipermercado.

Creo que la literatura arriesga demasiado en el tema, la mayoría de los futuros posibles en los libros terminan siendo distópicos, nada amables con los humanos; algún día (noche) un molesto lector degollará al autor de ciencia ficción que se atrevió a decir que éste es el mejor de los mundos posibles, o quizá ya pasó en algún universo alterno (o en uno de los capítulos de Rick and Morty); escritores como J. G. Ballard, Aldous Huxley, Eric Arthur Blair y Marcela del Río consideran que el precio de las tortillas es proporcional al producto de nuestras acciones, por lo que el "fiad los unos a los otros" deberá ser la impronta si no queremos volvernos un "Mundo sumergido".

Y luego los profetas, que la riegan y derraman muchas veces, pero cuando sus pronósticos le pegan al gordo nos quedamos sin palabras, mudos ante el acierto del obeso vaticinio del apocalipsis doméstico. Reinaldo Arenas escribió: "Lloverá y mis rosas se ahogarán", de lo que se derivan todas las desgracias mías, verbigracia: la guerra que llevo en la cabeza.

Yo, en la partícula particular, me pregunto: ¿Qué quedará de mí mañana? Escucho la voz de Diotima de Mantinea que me contesta por encima de los cerros de siglos que nos separan: "¡Ya déjame trabajar, perro!".

Elipsis

Este país tan extraño, en donde la sangre sigue siendo el combustible de todas las causas, de todos los días ensombrecidos, de todos los dioses sedientos que viven en el sustrato de esta mentira. Vamos saltando los charcos rojos, ensuciándonos los zapatos, salpicando a las mariposas que aún creen que ahí nacerán flores hermosas. ¡Mentiste, Nezahualcóyotl!
Los logros son escalones, peldaños rumbo al éxito, dicen que cuesta arriba, pero la montaña de derrotas se mira imposible de superar.

Vocative cake

Podría escribir, for example, el pan pasa a las siete, tengo frío, me robo lo versos de Pablo, deme dos de trigo y uno de galleta, la estrella está llena de noche, Fuchi tiene problemas para defecar, el alcohol me sabe a nada y la nada nada en la alberca del ser; podría escribir pero, siempre hay un pero en la sopa, la mujer que amo se llevó todos los poemas posibles, y los imposibles tardan un poco más; ahorita no, joven, es el vocativo.

El Pis

A partir de la exposición que está en el Metro Ermita, líneas 2 y 12 del Sistema de Transporte Colectivo, como un homenaje que rinde la Ciudad de México a la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo (UMSNH) por su centenario, en redes sociales se revivió una discusión entre nicolaitas (sin acento en la "i", por favor) sobre la porra que tiene la Casa de Hidalgo, ya que en la muestra fotográfica apareció una imagen con el “Pis” que causó escozor en los espíritus rebeldes; muchos universitarios, estudiantes, egresados y titulados, no están de acuerdo con la letra de estas frases superpuestas, y se preguntan sobre las raíces de tales palabras de aliento un tanto anacrónicas para la actual situación de la universidad.

La porra de la Casa de Hidalgo en cuestión es: "Pis-pas, pis-pas, calis calás, calis calás, shhh, ¡pummm!, ¡San Nicolás!”. Juan García Chávez, pepenador de la historia michoacana, dio luz sobre el asunto: “La letra es parte de un poema más largo“.

Aclaró que el poema del que sale el "Pis" es de Luis Mora Serrato, exrector, y no está dirigido a la UMNSH en lo general, sino que se compuso para el Primitivo y Nacional Colegio de San Nicolás, y lleva por nombre San Nicolás de Ilusión, “Así se encuentra en el youtube, para quien quiera corroborarlo”, argumentó Juan García Chávez y proporcionó la liga en la internet. El Colegio de San Nicolás es el Aula Mater de la universidad, dirán unos, pero otros no se contentan con esa explicación (yo soy los otros)

De este texto se extrajeron fragmentos y alguien, no se sabe quién, decidió que éste sería el grito de guerra para la Universidad Michoacana, situación que ocurre también con el lema: ”Cuna de Héroes, Crisol de pensadores“, pues no se ponen de acuerdo los historiadores sobre el origen y el porqué se determinó de esta manera. Quizá sólo fue la costumbre y la flojera de revisar, o tal vez criaturas extrañas han borrado nuestra memoria con fines que desconozco.

Luis Mora Serrato fue rector en 1956, creo que, derivado de la información de Juan García Chávez, no hubo concurso previo para elegir esta porra, el entonces dirigente de la UMSNH tomó la decisión de poner el "Pis" como oficial, y ya el tiempo hizo lo (im)propio.

En esta discusión vía redes sociales, un nicolaita anónimo expresó: “Es una porra horrorosa. En la vida la voy decir. Por alguna razón, seguramente equivocada, me recuerda a Beto el Boticario. Y eso que el magazo me caía bien”.

Un himno olvidado

Juan García Chávez habló también del escritor Donato Arenas López (1878-1906), de Panindícuaro, quien participó en los Juegos Florales de Morelia de 1903, ahí se hizo acreedor a los 5 primeros premios de 6 temas en concurso, “premiación que por cierto nunca se llevó a cabo”, explica el cronista.

Con motivo de los festejos patrios en el Colegio de San Nicolás se constituía un Comité Patriótico Nicolaita para realizar una velada literaria en el Teatro Ocampo, Donato Arenas López estuvo en ese Comité, el 13 de septiembre de 1898 declamó su poema Patria y el 14 de septiembre se interpretó por primera vez el Himno Patriótico Nicolaita, escrito por Donato y fue musicalizado por Francisco Lemus. El 13 de septiembre de 1901 desde la Asamblea Patriótica constituida en la Escuela de Jurisprudencia de Michoacán, recitó el poema a dos tribunas Olivas y Laureles, junto al poeta José Ortiz Vidales.

“Arenas López fue periodista moreliano, dirigió las Páginas Literarias de La Libertad y La Actualidad; en 1904 publicó el poema ganador de los Juegos Florales de 1903, ¡Sursum¡, mismo que contiene la traducción del francés del poema de Víctor Hugo, La Conciencia, y que mereció premio que otorgó la Colonia Francesa radicada en Morelia. Donato es considerado El Príncipe de los Poetas de entre los siglos XIX y XX”, finalizó Juan García Chávez.

Posible conclusión:

En fin, la UMSNH atraviesa por tiempos duros, andan por ahí algunos diputadillos promoviendo su desaparición/privatización; los sindicatos de empleados y profesores luchan por mantener sus logros pero las finanzas universitarias, según el rector y su camarilla, ya no dan más. Quizá lo que necesita esta casa de estudios es un grito de guerra, quizás.

Aquí los dos poemas mencionados:

Poema de Luis Mora Serrato

“San Nicolás de Ilusión”

Pis-pas, 
Pis-pas
calis calás,
calis calás,
Shhh 
¡Pummm! 
¡San Nicolás!

Del corazón al compás 
Verdad buscando a mi vera
Camino que reverbera 
De Vasco. San Nicolás.

El alma dice; pís pás,
La vida dice ilusión,
En el pís pás la emoción 
Vida en dolor se me pierde, 
Nicolaita que se muerde
La llama de la pasión.

De angustia ya nunca más 
Vivirá el presentimiento 
a ocultar el pensamiento
Tiniebla, no volverás.

Decimos: Calís Calás 
Y la garganta se agita,
Calís Calás el que grita,
Porque sabe que se vierte 
Sonrisa ante la muerte 
Las verdades resucita.

Encendida en las auroras 
Dice la vida: pís pás, 
Calís Calás que tramontes 
Luz que e pierde en los montes,
Mientras lucha en lontananza 
El zorro de la esperanza 
Y el ché de los horizontes.

Por un pís pás el instante, 
Calís Calás el destino 
En el shh, ¡pum! El camino 
Se inspira en el caminante, 
Caminero de levante, 
San Nicolás donde mora 
La patria que con su aurora,
En cohete del crepúsculo, 
Hace del ¡pum! Un mayúsculo 
Lucero que se desflora.

Y en la herencia cotidiana 
Del amor que nunca es ido,
Te quieren decir olvido 
Siendo en ayeres, mañana.
Pasado que se desgrana 
En Ocampo se quebró 
Cuando a la reforma dio
Constitución de metralla,
Centella que se desmaya 
Pero que no se dobló.

De mis pasos al compás 
Verdad buscando a mi vera,
Veredita compañera,
¿Vienes de San Nicolás?
De tu escudo te me vas 
Pís pás pís pás de pasión, 
Calís Calás despedido 
Te vas cohete prendido,
San Nicolás de ilusión.

Poema de Donato Arenas López

“Himno Patriótico Nicolaita”

Coro
¡Nicolaitas, erguidos alcemos
nuestro viejo, triunfal pabellón!
¡Conservar en el alma juremos
Libertad, Patriotismo y Unión!

I
¡Oh brillante plantel que a la Patria
ofreciste tan altos prohombres:
guarda siempre sus sencillos nombres
como el más envidiable laurel!

Que te traigan los siglos futuros
refulgencias de límpida gloria
y en tu pórtico escriba la Historia:
“¡Honra eterna al ilustre plantel!”

II
Es la Patria la madre amorosa
que nos da protección y ventura:
¡Quien le niega abnegada ternura
no blasone de honor ni virtud!

Al poner esa madre bendita
en tus manos su limpia bandera,
de tu mente y tus brazos espera
una inmensa labor, Juventud.

III
Es patriota quien ama el progreso
quien a nadie posterga ni oprime,
quien ampara y enseña y redime,
quien venera el trabajo y la paz.

¡Que nosotros patriotas seamos
¡Que rencores y sangre ignoremos,
mientras ruta sin sombra pisemos
bajo el son de feliz libertad!

IV
Es patriota quien fiero rechaza
extranjeros ultrajes villanos
y en las filas de nobles hermanos
sabe siempre leal combatir.

¡Que nosotros así! Como lema,
del bregar en los rudos momentos,
escribamos con signos sangrientos:
“¡Tumba o Patria! ¡Triunfar o morir!”

V
Nunca mudos e inermes cedamos
a la fuerza ni al pérfido engaño,
cuando a México quiera un extraño
hacer presa de torpe ambición.

¡Como roncos estruendos salvajes
del volcán que terrible revienta,
así ruja la brava tormenta
de guerrero, indomable furor!

VI
Sí algún día la Patria nos pide
que salvemos su augusto derecho,
presentemos altivos el pecho
el instante de lucha al sonar.

De nosotros el mundo pregone
que bebimos en fuentes sernas
con las vividas luces de Atenas
la firmeza de Esparta inmortal!

VII
¡Héroes nuestros, los firmes, los nobles,
los de anhelos grandiosos henchidos,
y en la fosa insaciable caídos
por cumplir un sublime deber!

¡Levantaos y mirad que en nosotros
vuestra férvida raza perdura,
y llenando las almas fulgura
vuestra digna y enérgica fe!

VIII
Cuando intenten ajenos pendones
sin decoro humillar nuestra tierra,
y un clamor iracundo de guerra
a los montes obligue a temblar.

Surge Hidalgo del polvo, y escucha
que subiste en nosotros tu grito:
¡Resonando con eco infinito
de otros labios heroico saldrá!

IX
¡Juventud, al arder nuestra sangre
con patriótico fuego sagrado
y al pensar que nos hubo tocado
en un suelo de héroes nacer.

Nos impulse la grande energía
del que afán nobilísimo siente
y entusiasmo febril nos aliente
y al “mañana” esperemos de pie!

X
La virtud del amor a la Patria
nuestras almas alumbre y ensanche
y jamás con su bruma nos manche
un padrón de ignominia fatal.

Que por siempre orgullosos digamos
en un canto de homéricas notas:
¡Con nosotros están los patriotas!
¡Con nosotros los buenos están!

Coro
¡Nicolaitas, erguidos alcemos
nuestro viejo, triunfal pabellón!
¡Conservar en el alma juremos
Libertad, Patriotismo y Unión!

Rea

Mi madre llegó borracha,
no pude dormir anoche
porque olvidó sus llaves
y el amante orinaba
mientras ella las buscaba.

Vivo en el segundo piso,
la casa familiar es la cueva
donde mis hermanos y otros
—otros son aquellos esporádicos—
se han resguardado del afuera.

Mi madre toma mucho,
quizá sea porque mi padre
la golpeaba-humillaba y hoy,
después de catorce años
en los que mamá ha sido libre (¿?),
su pareja también la veja.

Vivo porque mi madre,
Némesis del padre lejano,
creyó en un mundo mejor
en donde amor y error
son un círculo dipsómano
achatado en los polos.

¿Dónde dejó las llaves?

Pollos desplumados

Tengo la impresión de que la mayoría de las personas, en algún momento de su vida, han deseado la desaparición de la especie, el exterminio total ipso facto de este virus llamado humanidad, que de ídem tiene muy poco.

En ese morderse la lengua se generan las imágenes sangrientas del fin del mundo, un apocalipsis en donde el único espectador es el imaginante gore; ¡A la mierda con la vida!, así habla el odio que surge de uno mismo en el momento menos inesperado, lo he visto/escuchado en la mirada de la señora que le reclama al chofer del transporte público el cambio del billete de cincuenta pesos que le dio al subir: "No se haga el que la virgen le habla", cuando en realidad quisiera decir: "¡Muéranse todos, raza maldita!".

Tal ideación destructiva proviene de la impotencia ante el abuso de autoridad, desde el hogar castrante hasta el estado acosador, del papá golpeador al presidente de la república que regala las (cada vez menos) riquezas del país ante la mirada atónita de los ciudadanos de a pie; la gente se muerde la lengua para no estallar en improperios contra los que supuestamente tienen la razón, o la ley, confusión consuetudinaria.

El poder se ejerce en un interminable proceso de prueba y error, más error que otra cosa, erratas que benefician, misteriosamente, a unos, muy pocos, y perjudican a la gran mayoría. Ocurre en cualquier nivel del edificio de las relaciones de los unos con los otros, edificio elitista y sin opciones de crecimiento.

Desahogarse un poco, creer que las cosas se arreglarían si no existiéramos, porque sin nosotros no habría película, una opción al alcance de cualquiera. Lo único que me parece abominable de estas hecatombes en potencia, lo que sí no tolero, es que los perritos, gatitos y otras especies resulten dañadas en el pensamiento de uno de estos vengadores anónimos, ojalá que los deseos mortuorios sólo vayan dirigidos a los bípedos sin plumas.

El ser-ahí en Balderas

En la mitad del siglo XX varios filósofos se dieron a la tarea de investigar qué significaba ser mexicano, investigar juntos y de la mano; a través de sus obras académicas, conferencias, tertulias y artículos periodísticos y de divulgación intentaron responder a la pregunta ¿qué es eso llamado México? Hubo muchas e interesantes aproximaciones y reacciones, "El laberinto de la soledad" se publicó en 1950.

Este grupo de intelectuales "mexicanos" fue conocido como "El Hiperión": Villoro, Uranga, Portilla, Guerra, Vega, Reyes, Sánchez y Zea. Duró lo que duró, de 1948 a 1952/53, aunque estas fechas son engañosas, venían de una tradición y formación tipo Samuel Ramos, Alfonso Reyes, José Gaos y Ortega y Gasset; y provocaron e incitaron a las posteriores generaciones, "La jaula de la melancolía" la escribió en 1987 un nada condescendiente y muy ácido Roger Bartra.

Existencialismo, fenomenología, dialéctica, conocimiento de las obras de arte universal, críticos de la historia de México, amantes de la poesía y de la literatura en general. Querían demostrarse a sí mismos, y a los demás, que el mexicano podía ser referente de la humanidad desde su (im)propia circunstancia, el ser-ahí en Balderas, arrojado al devenir del metro, el existencialismo que Rockdrigo González comparó con un perro en el Periférico.

(Se encuentra en la internet "El Hiperión y su tiempo", artículo que Guillermo Hurtado escribió para la Enciclopedia Electrónica de la Filosofía Mexicana, en él están las generalidades, y algo más, del colectivo aludido.)

Emilio Uranga, uno de estos hiperiones, escribió copiosamente en los periódicos y revistas, criticó la vida política e intelectual del país, a través de su aguda pluma podemos darnos cuenta del tiradero nacional de los sesentas, setentas y un poco de los ochentas; filósofo que trató de llevar sus ideas a la práctica, nada más que la práctica está cabrona.

El ocho de septiembre se celebra el día internacional del periodista y también comienzan formalmente las campañas para el proceso electoral 2018, por eso quise recordar en este mes patrio (Donald) al autor de "Análisis del ser del mexicano" y al grupo que lo acompañó en la aventura del pensamiento sobre lo que somos, fuimos y seremos; escribió Emilio Uranga un texto para la Revista Americana en 1976 que intitula "¿Qué es y quién es la conciencia política de la República?", termino descontextualizando las siguientes palabras del también filósofo heideggeriano:

"Resulta extraño considerar que un Presidente de la República, no por serlo todo lo legítimamente que se quiera, es a la vez, y automáticamente, la conciencia de la República, sino que muy a menudo, ¡ay! es más bien su inconsciencia, no en el sentido freudiano, sino en el común y corriente de irresponsable, de disparatado".
Vosotros los vagabundos
que habitan
los valles del vaticinio.

Dios, un empresario norteamericano sin escrúpulos

La vida es un comercial de larga duración que pasa todos los días con sus noches, al final nadie duda de sus contenidos, la basura también se vende, pero son más promesas incumplidas que otra cosa. Hay quienes caen rápidamente en el engaño y compran lo que sea, otros deciden esperarse a las ofertas en los tiraderos. Estamos fabricados en Vietnam, Taiwán o Singapur y no hay devoluciones.

Para aguas

Cuando llueve, yo lluevo, pero jamás he visto mis nubes en el cielo. Cursi, arrastro estas piernas de agua entre las buenas caras del mal tiempo. Al final, ya de noche, salpico a los otros con mi llovizna mientras el pronóstico del clima se olvida de mí. Dicen en los charcos que pronto saldrá el sol.

Viaje a La Habana

Pisé La Habana el primero de mayo de 2005, fui allá porque quería estudiar filosofía y/o literatura, amé y amo la tierra de José Lezama Lima, escritor que en su libro Paradiso, casi al final del Capítulo II, menciona al país de las tunas y los nopales: "En México se sintió extraño y removido". Quizá por esto y otras cosas quiero regresar para conocer Santiago, Holguín, Guanabacoa.

Desde que bajé del avión tuve la sensación de que estaba en un sueño, un vapor onírico envolvía a toda la isla, aunque no falta el paisano que echa todo a perder. En la aduana, una mexicana que estaba adelante de mí había sido detenida porque en sus maletas enormes llevaba cientos de cosméticos que, según ella, le regalaría a los hermanos cubanos. Nada más falso y clicheroso.

En la Plaza de la Revolución celebraban el Día Internacional del Trabajo, miles de personas escuchaban, aguantando ese sol místico y misterioso del caribe, al Comandante Fidel Castro, que esa tarde estaba acompañado de Hugo Chávez. Yo seguí de largo hacia Vedado, barrio donde me hospedaría, en el corazón de esta ciudad que "si no existiera, yo la inventaría", como dijo alguna vez Fayad Jamís.

De las gestiones para mi estancia estudiantil en La Habana nada quedó en pie, porque simplemente no hice tales trámites, fin del tema. Me atrapé entre calles llenas de música, libros, pintura, una belleza profunda que probé junto a tragos de ron y cerveza de raíz. Las personas más hermosas del mundo viven en Cuba.

Cambié mis únicos y devaluados quinientos pesos mexicanos con los que llegué por moneda nacional, jamás "chavitos", yo no quería ser un "yuma" cualquiera. La generosidad de una amiga moreliana llegó más adelante, con lo que pude intensificar mi exploración habanera. Eternamente agradecido con ella, sólo así fue posible realizar la investigación improvisada que derivó en estas palabras, casi trece años después.

Caminé por el malecón de noche, escuchando el bongó e imaginando que Reinaldo Arenas había estado aquí, justo donde yo estaba, buscando aventuras por la madrugada; visité el castillo del Morro, el monumento a Maceo, el Callejón de Hamel, pero lo que más me gustó fueron los multifamiliares, casas antiguas en donde vivían varias familias juntas; quería experimentar esos paseos alucinantes que el escritor de Viaje a La Habana narra en su obra:

"Qué viaje, Ricardo. Qué viaje por toda La Habana. Afocando en medio de las ruinas. Contra las paredes descascaradas, junto a las terrazas apuntaladas, en el centro de los basureros y los derrumbes, sólo nosotros brillantes y triunfales..."

El seis de mayo de 2005 estuvo Audioslave en la Tribuna Antiimperialista José Martí, frente a la oficina de intereses de Estados Unidos en La Habana. Fui con mi amigo Daikel, cuya madre trabajaba en la embajada mexicana, a la mitad del concierto nos retiramos del lugar, pues nos esperaban otros amigos para ir a escuchar un toque de tambor. Valió mucho la pena, los percusionistas cubanos son tremendos, no hay más.

En fin, son tantas cosas las que se quedan en el tintero, no puedo olvidar las pizzas de cinco pesos cubanos, y el café más dulce que he probado en mi vida, eso sí, no hay nada mejor contra el calor y el sopor. Ya volveré a contar más de mis aventuras en La Habana, mientras tanto unas palabras de Fayad Jamís, motor de esta aventura:

Contémplala: es muy bella, su risa golpea
la costa, toda de iras y espumas. Pero no intentes
decirle lo que piensas. Ella está en otro mundo
(tú no eres más que un extranjero de sus ojos,
de su edad).


Imagen: "Cuba libre, lucha libre", Arsacio Vanegas.


Don Trinidad, abuelo olvidado de Parácuaro

En la calle que lleva a la presidencia municipal de Parácuaro y que tiene el nombre de Juan Gabriel, vive Don Trinidad; su casa está llena de casetas telefónicas inservibles, mesas de un antiguo restaurante que ya no funciona, La Fondita, y cuadros del Divo de Juárez, algunos autografiados por el autor del Noa Noa.

Con 65 años, apenas puede andar con su silla de ruedas, come una vez al día lo que le trae su tío, ¡de 85 vueltas al sol!, sobrevive con la renta de los cuartos que hay en su hogar de dimensiones gigantescas, aunque no hay muchos visitantes en Parácuaro, a pesar de ser un lugar lleno de bellezas naturales.

Parado en la puerta de su casa, al caer la tarde espera a que algún peatón, de esos viejos conocidos, se pare a parlar con Don Trinidad, de lo que sea, lo que importa es "matar" el tiempo. Toma dos o tres caguamas diarias, pero no por alcohólico, sino para parar el temblor de sus manos, el mal de Parkinson lo atormenta día con día: "Si no tomo las cervezas, me es imposible dormir, es casi como un remedio, pero tengo mis horarios, a las nueve me echo la primera, y así cada dos horas, a veces dos, a veces tres".

Sin hijos, adoptó a un muchacho hace muchos años, lo ayudó a estudiar, incluso lo inscribió en la universidad, éste se recibió de médico y se fue para Nuevo León, a veces le llama, aunque tiene unos meses que no le contesta el celular, ni le manda dinero, que tanto necesita Don Trinidad.

"Hace poco que un camión pasó por aquí y tumbó lo cables del teléfono, ya les avisé a los de la compañia pero no han venido a instalarlos, hay que ir a Apatzingán; yo nada más quiero una línea telefónica para cualquier urgencia, porque qué tal que me pasa algo y nadie se da cuenta, me muero sin hacer ruido, aquí solo, estaría muy triste si ocurriera de esta manera", narra Don Trinidad, no con tristeza, más bien con impotencia, pues llegar a la vejez es difícil, y aún más si no se tiene a nadie.

Estudió ingeniería en la UMSNH, dejó inconclusa esta carrera y se graduó como maestro de primaria, trabajó muchos años en el internado que está en Parácuaro, al mismo tiempo que cuidaba a su madre, quien murió hace 21 años cuando estaban en Guadalajara, buscando un doctor para que la atendiera: "Veníamos con dos señoras, ella adelante conmigo, de repente vi que lanzó un suspiro, ahí quedó, les dije a las señoras que venían con nosotros, mi madre ha muerto, y así me regresé con ella al pueblo, para darle sepultura".

Me hospedé en la casa de Don Trinidad, el objetivo fue cubrir el aniversario luctuoso de Juan Gabriel, 27 y 28 de agosto de 2017, Don Trinidad desempolvó un álbum y me mostró las fotografías de Alberto Aguilera Valadez junto a su progenitora, un Juan Gabriel muy joven: "Él vino a comer varias veces a La Fondita, le decía a mi mamá, Mija, ¿cómo estás?, yo nada más lo veía ahí, claro que sí me gusta su música, por eso guardo estos recuerdos".

El presidente municipal, Noé Zamora Zamora, se comprometió a brindarle apoyo a Don Trinidad, se le dio a conocer la situación en la que vivía uno de tantos abuelos abandonados de Parácuaro, ¿cuántos más habrá en Michoacán?


Humberto Puente, alias Pavarotti, fallecido el 22 de agosto

La primer biblioteca que tuve, de más de cien libros, me la regaló Humberto Arturo Puente (Huberto Puente Gonzalez). En ella había títulos de filosofía, literatura, teosofía, ciencia, misticismo, pornografía e historietas. Escogí los textos que me gustaron y los otros los vendí en el auditorio, me mantuve un año de la carrera con lo que saqué de tal transacción.

Humberto Puente, alias Pavarotti, fue mi maestro en el Colegio de San Nicolás, y más allá. Daba la materia de Geografía Política en la sección de intermedios a la que yo asistía más o menos regularmente. Nos hicimos amigos desde el principio, es decir, desde que yo entré a San Nicolás, fue uno de esos espíritus rebeldes que siempre tienen algo interesante para decir, conocía filias y fobias de sus compañeros de trabajo, en clase contaba anécdotas de fulanito y sutanito, relacionaba el conflicto de la península de los Balcanes con las locuras sexuales de la maestra de psicología.

Juntos regenteábamos el cine club del Aula Mater, era 2003 y el mundo era igual de inmundo que hoy. Pueblo de madera, El ciudadano Kane, El ataque de los payasos asesinos del espacio exterior, M el asesino, Intolerancia... Cinéfilo empedernido, no pude más que seguirlo en la adoración del séptimo arte.

Gracias a Puente conocí las fabulosas Heavy Metal, Rambla, Metal Hurlant y otras compilaciones de historietas internacionales que en nada se parecían a DC y Marvel. Nunca olvidaré sus playeras gigantescas con dibujos obscenos y su voz aguda, inconfundible, en medio del patio de la preparatoria #1 de la UMSNH: ¡Apúrense que la película comienza y ya no se abren las puertas!

Nos emborrachamos muchas veces en mi casa de Prados Verdes, casi siempre con un cóctel de charanda, leche condensada y chocolate, también fumamos mota y hablamos de un mundo mejor. Me motivó a escribir en la revista El Zorro, él fue uno de mis personajes en la pastorela que escribí en aquellos tiempos preparatorianos. Confió en mí como nadie lo había hecho hasta entonces, nunca olvidaré su fabuloso humor negro y las regañadas que me dio por mis arrebatos políticos y literarios.

De él heredé el amor/odio por los gatos, unos cuantos libros que aún conservó con cariño, la ironía exacerbada y las ganas de mandar a todos a la chingada. Yo sé que su misantropía era más histriónica que real, aunque tuvo muchos desengaños, seguía viendo a unos cuantos amigos con cariño, los pocos que le sobrevivían.

Este 2017 salimos a comer varias veces, no quería agarrar taxi porque ya se sentía chido para caminar, había tenido complicaciones de salud, pero, según él, las superó. Eso sí, adelgazó harto y su piel tenía el color amarillo de esos muebles viejos que estaban en el cuarto que le servía de oficina, entre periódicos viejos y sus amigos felinos. Vivía muy cerca de la avenida Lázaro Cárdenas, su casa amenazaba con venirse abajo, sólo fue amenaza.

La última comilona que nos aventamos fueron las pizzas de Rocio Díaz, le gustaron mucho y hasta se echó un vasito de vino. En el camino me contó que muchos de sus conocidos se habían muerto, creo que llevaba una lista con nombres y toda la cosa. No sé si me estaba avisando de algo, soy muy torpe y no le puse atención.

Antonio García Ahumada publicó en esta red del terror que Humberto había muerto, justo hoy que me sacaron sangre en el Hospital Civil y ahí pensaba, entre tanto pinche sufrimiento, en ese destino inevitable al que todos nos dirigimos. No me agüito, porque sé que Puente debió tomar con humor su último adiós, tal vez esté leyendo todas estas mentiras que cuento sobre él y en una de ésas resucita sólo para dejarme en ridículo, para desmentirme una vez más. Cómo me gustaría que así fuera, ya sé que estoy pidiendo demasiado, pero a las personas que uno quiere no se les deja ir tan fácil. Carnal, suerte en el viaje cósmico en el que andas, levanto mi mano izquierda, con el puño cerrado te digo hasta luego.


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Todos enfermos

La enfermedad es la única democracia en la que creo, en el padecimiento somos iguales; tal vez los poderosos podrán tener el dinero para los mejores médicos y hospitales, pero el dolor es el mismo, o al menos así lo parece.

Leyendo Relato de mi vida, del Mago Thomas Mann, recordé dos novelas del autor de Muerte en Venecia en donde profundiza sobre el tema de la enfermedad, a saber: La montaña mágica y Doktor Faustus. Hans Castorp y Adrian Leverkühn son los personajes principales de estos textos, las afecciones de ambos son determinantes para el desarrollo de las historias que protagonizan.

Mann le dio al dolor (sufrimiento, enfermedad, el padecer) un lugar muy importante en su obra. Su hija, Erika Mann, narra en El último año de mi padre, texto que acompaña a Relato de mi vida, en la deshojada edición de Salvat que tengo, cómo el escritor después de terminado un proyecto caía presa de una dolencia, sin embargo, cuando comenzaba con una nueva idea, que no abandonaba sino hasta el final, se mantenía con una salud de hierro, salvo en Doktor Faustus, que tuvo que interrumpir por un problema en el pulmón.

Thomas Mann cuenta en su autobiografía que uno de los autores que más le impresionaron cuando era joven fue Nietzsche, filósofo que hizo de la enfermedad una plataforma, el trampolín desde el que saltó para demostrarse a sí mismo de lo que era capaz. Adrian Leverkühn y Nietzsche contrajeron sífilis, el mal del siglo XIX, y esto no es una mera coincidencia.

En el cine hay muchos ejemplos, pero sólo hablaré de dos. El primero es Gritos y susurros, de Ingmar Bergman. Agnes tiene tuberculosis severa, sus hermanas Karin y María supuestamente la cuidan, más yo diría que la sufren; es Anna, la sirvienta, la única que comprende la terrible perturbación de Agnes, por eso se le entrega en una relación que podría ser considerada como lésbica, aunque lo que hay ahí es empatía, un amor profundo.

La segunda película es Guerra mundial Z, dirigida por Marc Foster y basada en el libro de Max Brooks. Sí, los zombis nuevamente, pero ahora la cura está en los enfermos, a los muertos vivientes no les gusta lo corrupto, Gerry Lane se da cuenta de esto y salva a la humanidad inoculando con los más graves padecimientos a los pocos sobrevivientes, dándole así una nueva oportunidad a la humanidad.


La despedida viene con estas palabras de Mann, que nos sean leves las enfermedades que nos hacen demasiado humanos (¿qué es el humano?): "¿No se basa todo amor al hombre en el conocimiento fraternal, compasivo y lleno de simpatía, de su situación difícil y casi desesperada? Sí, hay un patriotismo de la humanidad que se funda en esto: se ama al hombre porque su vida es difícil y porque uno mismo es hombre".



Imagen de Gabriel Cornelius Ritter von Max, "Mujer muerta o dormida".

Prolegómenos al alba

La poesía está envenenada como el agua de los ríos que nacen en las nubes, y nos llueven poemas que deshacen nuestras camisas de fuerza

La poesía tiene venas hinchadas, testículos negros; rasurada la poesía, comezón a todas horas todas

Poesía vendida y arrastrada, los mercados con sus Nerudas, Cernudas, frituras, fritangas, pasta dura

Los poetas huelen a sangre de zancudos, decir es que este líquido rojo alguna noche fue poesía

Decir es 
Decir es
Decir es

Los poetas saben 
pero no callan 
¿poetas a mil?

Lo poético hiede porque las escaleras son pianos que tocamos con los pies

Lo poético hiere porque en los versos se esconden todos los cuchillos del mundo

Poético mico tocando la canción del teclado, poeta malabar, poeta del bar, poeta centro comercial, poeta batallas en el desierto de lo bello, poeta que vienes y vas del carajo, poeta malsano, poeta.

Sueños, pesadillas y fronteras

Comienzo con una cita del capítulo dos, La humanidad en movimiento, del libro Tiempos líquidos, de Zygmunt Bauman: "...la policía mexicana ha detenido, encarcelado y deportado a centenares de miles de emigrantes antes de que alcancen las fronteras de Estados Unidos".

Vivir en una época de incertidumbre, éste es el subtítulo del libro de Bauman, esclarecedora oración para introducirnos al derretimiento de lo supuestamente sólido. ¿Sobre qué estamos parados? No sólo los polos se están yendo al carajo, también la humanidad se diluye en las aguas negras del fascismo, el nacionalismo y el fundamentalismo, es decir, la trinidad contemporánea.

14 de agosto de 2017, la policía moreliana, junto con elementos de seguridad privada (los famosos "¿Todo bien?"), detuvieron a dos hondureños en el Centro Histórico de la ciudad michoacana e hipócrita. Ahora los esbirros se globalizan, desde esta provincia de la estulticia se levanta la mano derecha para rendir pleitesía a la incongruencia.

Me resulta curioso este caso, ¿cómo se dieron cuenta los improvisados agentes de migración que estas dos personas venían de Honduras? Seguramente porque estaban pidiendo dinero, o vendiendo algo para seguir el viaje hacia el norte. Pero yo conozco, son mis amigos, a muchos ilegales que trabajan en México sin ningún problema, quizá la pequeña diferencia radica en el color de la piel, incluso en su tamaño e idioma; la globalización de la asepsia racial llegó para quedarse.

El mundo se estremece porque un automóvil atropelló en Charlottesville el sueño de Martin Luther King, pero en la frontera sur La Bestia lleva años desmembrando a los soñadores, muchas veces con la ayuda de los supremacistas morenos que abundan por todas partes.

Tampoco se trata de comparar qué es peor, porque en ese caso podría hablar de Siria, de las migraciones masivas en África o de los ingleses del siglo XVI, que tras varios intentos fallidos, sangrientos, lograron establecerse en lo que hoy es sueño y pesadilla, cito a Isaac Asimov y su libro La formación de América del Norte:

"Hubo una cantidad creciente de ingleses dispuestos a olvidar el trágico destino de la colonia de Roanoke, a lanzarse al océano y las soledades y a abrigar esperanzas en la posibilidad de iniciar una vida nueva y mejor en un nuevo mundo".

Lo importante, y urgente, es darnos cuenta de la viga que tenemos en los ojos, porque poner caritas tristes ante el racismo de unos cuantos gringos locos es una payasada si no hacemos nada cuando vemos atropellos como el que ocurrió en Morelia. La gente abandona sus tierras originarias en búsqueda de mejores condiciones, las fronteras son un artificio, el mundo es de todos y de nadie, aquí nacimos y tenemos derecho a vivir con dignidad. ¿Qué hago yo para frenar la barbarie? ¿Qué haces tú?

Lípido

Antes podía amar,
me enamoraba
con facilidad,
engordé y todo
se echó a perder.

Ay qué vida obesa,
el amor es delgado
y esta grasa densa
me vuelve marrano,
ya todo me cuelga.

Solo y solito canto
a este mundito atroz,
qué rico está el arroz;
si para mí no hay amor
entonces me atraganto.