jueves, 18 de octubre de 2012
Me gusta Michoacán, la gente protestando y el gran público quejándose por no poder moverse en carro. Lo que importa es andar en carro: unas cuadras con el culo caliente en tu automóvil, vas cerca, vas lejos, vas en carro. Y los normalistas dicen: No queremos inglés ni computación. Y los ciudadanos con carro dicen: No queremos normalistas. Y los maestros dicen: No queremos. ¿Qué dicen las botargas gubernamentales? Mejor sería que no tuvieran lengua, tacos de cabeza para los ciudadanos con carro. Ya había dicho alguna vez que la poesía es no tener carro, y es cierto: Los verdaderos poetas andan a pie. Hay pseudo poetas que para sentirse seguros se pierden en la multitud de las bicicletas los miércoles por la noche, pero esos son remedos de revolucionarios, copias baratas de tristes tigres en bicicleta. Me gusta Michoacán, pero más me gusta el sexo y las drogas, porque el sexo y las drogas mueven al mundo. El amor y la amistad sólo confunden, hacen que este mundo vaya en carro y en bicicleta, pero sólo los miércoles por la noche, cuando los tristes tigres se creen poetas.
Fredric Jameson, El posmodernismo o la lógica cultural del capitalismo avanzado, 'Introducción', Barcelona, Paidós, pág. 19, 1991.
Pero éste es el momento de llamar la atención del lector sobre algo obvio: a saber, que toda esta cultura posmoderna, que podríamos llamar estadounidense, es la expresión interna y superestructural de toda una nueva ola de dominación militar y económica norteamericana de dimensiones mundiales: en este sentido, como en toda la historia de las clases sociales, el trasfondo de la cultura lo constituyen la sangre, la tortura y el horror.
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