Dicen los arrieros de almas que la muerte vive en el cerro de las ilusiones, en lo alto de toda expectativa. La muerte es ranchera, montaraz, pero baja seguido al pueblo de las miserias. Su tarea acá abajo es poner un poco de tensión en la cuerda floja del vivir. No será raro encontrar horizonte mortal al caer, el horizonte vertical de la caída, ahí la vemos observándonos. Al rato ya estamos viviendo de cabeza. Las frías manos que escriben invierno no se están sosiegas, nos gusta la muerte en verano, con hongos y lluvia. Visitamos sus tierras cada año. Asesinados con sal para conservar el país, nos quieren dar miedo esos enemigos de la muerte, los que se aferran al fierro de la vida. El interés por la muerte es como un pariente cercano que no vemos hace tiempo, pero le extrañamos. Y sonarán las campanas de la última misa. Nacionalismos católicos pedorros, la muerte es atea, bucólica y alcohólica. La muerte es ranchera y te parte tu madre.
viernes, 7 de agosto de 2009
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3 comentarios:
¿Por qué le dices "maestro" a Martínez Ocaranza y a los otros no. La neta todos eran unos putañeros comunes y corrientes. Si no ¿cómo podrían haber sido escritores?
c nota que no tienes nada de cultura (l)
resivo comentarios
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