Esta es la historia de cómo perdí cuatrocientos pesos. En el principio fue el verbo tomar, después beber, cervezas frías, papilas gustativas destruidas, ya en el depósito una señora dijo: ¡A la verga quiero acabar¡ Adoro a las señoras y nunca he ido a París. Cuántos puntos se han escrito, gente que se ha muerto, la escritura es cosa seria. No vendrán los vivos este año, si mi amigo Iván no hubiera ido a Canadá, luego qué, la crisis económica del ano existe, mito y revolución. Mitología, es como la medicina pero más ilustrada, analiza el cuerpo social desde sus imágenes primitivas. Estoy cansado, aburrido, lloro y soy un niño cuando todos esperan que sea un adulto, pierdo el dinero, dos veces doscientos. ¿Quién es yo? David Hume juega billar conmigo, soy una bola y tengo el número ocho. Pinche transición vital, es una mamada con dos patas. Nadie debería participar en el juego del ahora soy responsable, hipócritas, farsantes, mentirosos, culeros, transas, nomás un poquito, a veces leo las paredes y me advierten de lo humano, para todos mocos. Ya sé que he sobrepasado mi dosis de blasfemia pero es necesario que hable con el corazón en la mano y los huevos en la garganta. Amalgama de sentimientos encontrados en las botellas de cerveza victoria, república francesa se lee en la etiqueta de las caguamas. Elaboro un discurso con fragmentos del mundo:
También digo que la señora del depósito se pasó de la raya, es decir, es cocainómana. Perdí varios billetes porque me encontraba criticando a las muchachas tracias, ellas me robaron cuando caí en el hoyo. Las hijas de la drogadicta se burlan de mí cuando volteo para arriba.
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