jueves, 12 de diciembre de 2019

Columpio

Me siento mal por la gente de mi generación, esclavos de la renta de sus casas, frustrados por vivir en la repetición de lo que sea. Así también yo, aunque no tanto, nada más un poquito, diminutivo consuelo. Atrapados en la cuesta abajo, hemos olvidado lo que es arriba. Nunca creí en el progreso, mucho menos en los títulos o premios que te dan de comer por unos segundos hechos semanas, meses, aun años. Nótese que hablo del nosotros al yo, porque siento cada vez más miedo a la soledad que soy; si he de irme, jalaré la sábana de la seguridad. A la mierda los párrafos, tomen esta plasta de desconcierto cacofonía. Las drogas también pagan renta y, quería decir verdad, cada vez me ponen menos. Poner, somos gallinas, cooperamos, coopero para lo que venga. La vida me la pone en la cara, la duda. Antes creía que no debía, pero ahora lo hago sin pensarlo, Alberto Navarrete dióme el mejor consejo: Si necesitas repetir las palabras, hazlo, no te detengas. Suerte, suerte, suerte. A punto de decir adiós varias veces me he encontrado. Esforzarse hasta el baño, vomitar y descansar. La magia del español, uno escribe su carta del adiós a cada rato, por no decir todos los días. Pinches rimas de mierda diarrea. Y es que sí me siento mal por no tener millones de razones para que mis amigos (hombres y mujeres y homosexuales y lesbianas y perros y gatos y lo que sea), sean felices. Luego viene eso del luego, ¿qué significa significar? La felicidad vive en el carajo. Flujo, río de sensaciones, es que estamos vivos, respiro al igual que tú, el de la sinusitis. Hace rato salí a repartir abrazos, fallé, la calle estaba desierta, dunas de ausencias. En este punto faltan las citas, los nombres cimientos, las credenciales de que sí sé. La neta, desconozco el precio de la calma, alguien que me informe si hoy abren la tranquilidad. Algo después del llanto, maldita conmiseración, ¡las muelas de la humanidad! Atrapado y no veo la jaula, ¿ustedes la ven? Los planetas, la galaxia, el universo y las deudas. ¿Quién ha cumplido su sueño? Sólo el que ronca, quizá la almohada.

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