miércoles, 22 de julio de 2020
Café a las ocho
En la mañana, antes del posible corte de cuello o venas en surco o envenenamiento o balazo (¡ah, si hubiera un arma!), el café viene a salvarte. ¿De qué te acusarán esta vez, qué aventura no tendrás? El día promete mucho y cumple poco, el día es un hijo de político y tú un achichincle de la respiración. Tomas tu café sin azúcar y sin leche y sin algo de alcohol, y no porque te parezca de mal gusto, sino por pobreza, no extrema, simple pobreza de clase pobre que no se suicida por falta de ánimo (y de pistola). Si te mataras, si de verdad tuvieras testículos de valor en lugar de una taza o termo de café, ¿quién pagaría los gastos fúnebres, mortuorios o te lleva la xhingada? Por supuesto que nadie, o sea, sí, la colecta, el apoyo de los amigos, "así está mejor, ya debía mucho", la familia llora, se endeuda, "ni para morir sirve este cabrón". Y lo peor, darían café aguado en el velorio, tal vez nescafé con azúcar extrafina, ni siquiera moscabado. Mejor termina tu café y corre al trabajo, ya es tarde para la muerte.
Balazos, Ballard
Estaba a punto de leer el cuento Ahora: Cero de J. G. Ballard, cuando sonaron cuatro disparos. Parece corrido, pero es neta. Los escuché cerca, como si hubieran sido en la misma calle, a unos pasos de la casa. Me asomé, no vi nada, bueno, vi la calle de noche (después de la doce). En el grupo de FB de los vecinos de Prados Verdes, varios comentaron que también los habían oído, entre la calma y el miedo: "Ya es costumbre" y "¡Dios mío, qué susto!".
Regresé al cuento de Ballard, los balazos fueron la introducción a esta literatura de anticipación, rima involuntaria. Ahora: Cero es un texto escrito en 1959, mucho antes que Death Note, a las fechas me remito, Light Yagami aparece a mediados de los dosmiles. Digo lo anterior adrede; veremos, habló el ciego.
Resumimiento: Un hombre tiene poderes, nos advierte desde del principio de la lectura, estos poderes consisten en que puede matar personas con sólo describir su muerte en una hoja de papel, él le pone los detalles, "rodó por las escaleras", "chocó en su automóvil", "el avión cayó con los setenta y tantos pasajeros". En Death Note hay una libreta y un demonio, acá sólo la pluma, el papel y el rencor del protagonista.
Quizá los autores del manga, Tsugumi Ōba y Takeshi Obata, leyeron a Ballard y su trabajo gráfico-literario es un homenaje al escritor nacido en Shangái (sí, Ballard nació en China, cf. El imperio del sol), o tal vez se trata de un caso de criptomnesia (cf. Flournoy). Coincidencias, no lo sé, locura-cultura-guión y una madrugada a la espera de más balazos.
Concluyicida. No es la primera vez que me pasan cosas extrañas antes, durante y después de leer a Ballard, un autor que no recomiendo para nada, ¡no lo lean! (guiño guiño) El cuento que les cuento sin contarlo completo se encuentra dentro de una reparada antología que atesoro, la tercera selección de Ana María Perales, en la versión española de José M. Aroca, Antología de novelas de anticipación, ediciones Acervo, hecho en Barcelona, primera edición, julio de 1964.
(Ya no sonaron más disparos)
Regresé al cuento de Ballard, los balazos fueron la introducción a esta literatura de anticipación, rima involuntaria. Ahora: Cero es un texto escrito en 1959, mucho antes que Death Note, a las fechas me remito, Light Yagami aparece a mediados de los dosmiles. Digo lo anterior adrede; veremos, habló el ciego.
Resumimiento: Un hombre tiene poderes, nos advierte desde del principio de la lectura, estos poderes consisten en que puede matar personas con sólo describir su muerte en una hoja de papel, él le pone los detalles, "rodó por las escaleras", "chocó en su automóvil", "el avión cayó con los setenta y tantos pasajeros". En Death Note hay una libreta y un demonio, acá sólo la pluma, el papel y el rencor del protagonista.
Quizá los autores del manga, Tsugumi Ōba y Takeshi Obata, leyeron a Ballard y su trabajo gráfico-literario es un homenaje al escritor nacido en Shangái (sí, Ballard nació en China, cf. El imperio del sol), o tal vez se trata de un caso de criptomnesia (cf. Flournoy). Coincidencias, no lo sé, locura-cultura-guión y una madrugada a la espera de más balazos.
Concluyicida. No es la primera vez que me pasan cosas extrañas antes, durante y después de leer a Ballard, un autor que no recomiendo para nada, ¡no lo lean! (guiño guiño) El cuento que les cuento sin contarlo completo se encuentra dentro de una reparada antología que atesoro, la tercera selección de Ana María Perales, en la versión española de José M. Aroca, Antología de novelas de anticipación, ediciones Acervo, hecho en Barcelona, primera edición, julio de 1964.
(Ya no sonaron más disparos)
Ya sé que exagero
Tuve una tía de abultado abdomen que me invitaba a comer muy seguido, negarme estaba descartado. A mi tía gordita cualquier comida que probaba le parecía deliciosa, ya sea que ella la hubiera preparado o que alguien más fuera el artífice del plato a degustar, cada bocado devenía en el superlativo de rico.
Jamás la escuché quejarse de lo que se llevaba a la boca, ni un salado ni quemado ni grasoso. Durante mucho tiempo consideré una virtud esta clasificación positiva de los sagrados alimentos, hasta que crecí y ejercí mi propio criterio gastronómico. No es cierto que toda la comida sea sabrosa, hay malos cocineros, pésimos guisos, desafortunados sazones, incluso a pesar de su aparente triunfo comercial.
Lo mismo me pasa ahora con algunos conocidos que emiten, sin pudor, sus juicios literarios. Cualquier cosa que leen, casi siempre novedades o redescubrimientos inigualables (por ser ellos los descubridores), les parece "maravilloso", "único", "la voz más importante de su generación" y así cada recomendación no pedida.
Sospechosa esta actitud, pues si todo es "lo mejor de lo mejor", ¿qué es lo mejor-mejor? Se desprende de esta sesuda caracterización que lo peor es lo que los otros leen, hasta que lo lean los críticos de "lo mejor", entonces pasará a esa lista creciente de los non plus ultra. Como las personas que todo el tiempo están sonriendo, me dan miedo.
Lo que pasa con mi tía (en paz descanse) y con estos dispensadores de flores es que evitan ir más allá, no profundizan, actitud que está relacionada con la falta de elementos para valorar algo. Su clasificación poco ayuda a los aludidos, sólo ven y saborean en blanco y negro, desconocen la escala cromática.
Me resulta imposible creer que lo que haga fulano o zutano sea impoluto, sin mácula, y no hablo de señalar los errores como deporte, o esa pesquisa del tropiezo ajeno, en la cocina o en la literatura o cualquier otro ámbito, sólo para deleite del obsesivo o el paranoico. No y no. Simplemente pienso que hay que evitar estos adjetivos absolutos, ir al detalle, o como decía un querido maestro, "darle a la médula".
En lugar de decir "está delicioso", se puede argumentar que "a pesar de la condimentación exagerada, aún se aprecia el sabor a mar y la frescura del pescado; la guarnición, simple arroz blanco, le va bien, pero le pudo haber ido mejor". En la literatura, cambiar "la voz más importante de su generación" por "la originalidad de su estilo aminora su atropellada sintaxis, murió muy joven para una segunda edición corregida y aumentada". Ya sé que exagero, pero la etimología de la palabra exagerar está relacionada con "hacer crecer algo", por ahí va la cosa.
Jamás la escuché quejarse de lo que se llevaba a la boca, ni un salado ni quemado ni grasoso. Durante mucho tiempo consideré una virtud esta clasificación positiva de los sagrados alimentos, hasta que crecí y ejercí mi propio criterio gastronómico. No es cierto que toda la comida sea sabrosa, hay malos cocineros, pésimos guisos, desafortunados sazones, incluso a pesar de su aparente triunfo comercial.
Lo mismo me pasa ahora con algunos conocidos que emiten, sin pudor, sus juicios literarios. Cualquier cosa que leen, casi siempre novedades o redescubrimientos inigualables (por ser ellos los descubridores), les parece "maravilloso", "único", "la voz más importante de su generación" y así cada recomendación no pedida.
Sospechosa esta actitud, pues si todo es "lo mejor de lo mejor", ¿qué es lo mejor-mejor? Se desprende de esta sesuda caracterización que lo peor es lo que los otros leen, hasta que lo lean los críticos de "lo mejor", entonces pasará a esa lista creciente de los non plus ultra. Como las personas que todo el tiempo están sonriendo, me dan miedo.
Lo que pasa con mi tía (en paz descanse) y con estos dispensadores de flores es que evitan ir más allá, no profundizan, actitud que está relacionada con la falta de elementos para valorar algo. Su clasificación poco ayuda a los aludidos, sólo ven y saborean en blanco y negro, desconocen la escala cromática.
Me resulta imposible creer que lo que haga fulano o zutano sea impoluto, sin mácula, y no hablo de señalar los errores como deporte, o esa pesquisa del tropiezo ajeno, en la cocina o en la literatura o cualquier otro ámbito, sólo para deleite del obsesivo o el paranoico. No y no. Simplemente pienso que hay que evitar estos adjetivos absolutos, ir al detalle, o como decía un querido maestro, "darle a la médula".
En lugar de decir "está delicioso", se puede argumentar que "a pesar de la condimentación exagerada, aún se aprecia el sabor a mar y la frescura del pescado; la guarnición, simple arroz blanco, le va bien, pero le pudo haber ido mejor". En la literatura, cambiar "la voz más importante de su generación" por "la originalidad de su estilo aminora su atropellada sintaxis, murió muy joven para una segunda edición corregida y aumentada". Ya sé que exagero, pero la etimología de la palabra exagerar está relacionada con "hacer crecer algo", por ahí va la cosa.
Guiñapo orgulloso
La historia de nuestros errores, tropiezos y deslices, es mucho más interesante que ese aséptico aparador de trofeos y medallas con el cual nos presentamos en sociedad (suciedad). La equivocación y no el triunfo, del fracaso estamos hechos, acostumbrados a la caída, la vida es un desagüe, una cañería, "memorias del subsuelo". Porque, ¿quién no sospecha de un triunfador absoluto, quién no quiere darle un puñetazo a la victoria? "Me aplastó, pero le escupí el pie". Entre ganar y perder, mejor perder, caer y, una vez en el fondo, escarbar hasta que sangren los dedos, ver qué cosa hay allá abajo, debajo del fondo.
Lost in Morelia
Las nubes, las seis después del meridiano, la intersección entre Cuautla y Santiago Tapia (cruce que no existe, me lo dijo Vini, la verdad cartográfica es Vicente Riva Palacio y Santiago Tapia), afuera de la gran papelería, a la mitad del aparador y el estacionamiento, me quedé parado. Avanzo a(y con)penas. Lento. Dejé de fumar mota hace un mes. Más introspectivo que otras veces. Aquella tarde cuando te abracé en este mismo lugar, sin frases célebres, puro entrelazamiento que dura hasta hoy, boronas del recuerdo. Vino a mí el final de Lost in Translation, perdido en mis pensamientos (¡no le llames pensamientos a tus chingaderas!), dando vueltas en el gerundio y con la mirada ajena postrada en mi animalidad ("es un malviviente, mírale los ojos, como poseído"). Vi el cielo nublado, intervalos de luz violenta, ¿a dónde con tantos pinches adjetivos? Lo he olvidado, sólo quedan dos abrazos y estoy puesto de sol. Aunque tarde, arde. En Tokio: Bill Murray y Scarlett Johansson despidiéndose, una promesa susurrada, final abierto. En Morelia: Caliche Caroma, meado de los ojos, oséase, llorando. Se hace noche, me digo, y allá voy.
lunes, 6 de julio de 2020
Trenecito chuchú
Parado frente al tren que pasa
Kansas City Southern de México
espera normalizada y/o protesta
la costumbre avanza lentamente
tres veces al día galería grafitis
para los más observadores
para los menos los teléfonos
inteligencias del clic clic clic
o (éste es un atajo estático)
la forzada meditación colectiva
qué imágenes del pasado llegan
chuuu chuuu chuuu chuuu chuuu
no se controla el recuerdo-pensar
los vagones se suceden al frente
y (hablo de lo que poco que soy)
los frijoles en la olla se hace tarde
fila de automóviles in crescendo
qué habrá adentro de esos vagones
migrantes o material peligroso o nada
"Latex" enseguida "Drástico" los tags
también hay mensajes con aerosol
"Pepe se la come" y "Te amo, María"
después de quince minutos el fin al fin
(digo quince pero son mil o cinco o ∞)
como en competencia todos adelante
mientras el tren se aleja de este discurrir.
Kansas City Southern de México
espera normalizada y/o protesta
la costumbre avanza lentamente
tres veces al día galería grafitis
para los más observadores
para los menos los teléfonos
inteligencias del clic clic clic
o (éste es un atajo estático)
la forzada meditación colectiva
qué imágenes del pasado llegan
chuuu chuuu chuuu chuuu chuuu
no se controla el recuerdo-pensar
los vagones se suceden al frente
y (hablo de lo que poco que soy)
los frijoles en la olla se hace tarde
fila de automóviles in crescendo
qué habrá adentro de esos vagones
migrantes o material peligroso o nada
"Latex" enseguida "Drástico" los tags
también hay mensajes con aerosol
"Pepe se la come" y "Te amo, María"
después de quince minutos el fin al fin
(digo quince pero son mil o cinco o ∞)
como en competencia todos adelante
mientras el tren se aleja de este discurrir.
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