martes, 4 de septiembre de 2007


  Nutridas migas que comía cuando niño en la casa de los abuelos paternos, cuando era niño sorbía caldo de bolillo, mis pies son una elipsis, del envés cada vez que volteo la tortilla veo los pies, la participación y pasión de las cocineras tradicionales versus las revolvedoras, esas eran mis tías. No había ángeles del otro lado de la luna, solo Satanás estaba, pobre, el rabo como nabo, al cabo hablo poco: no me explico el desarrollo ni la interpretación, improvisación de palabras escritas en una máquina, lo que hago. El internet es la televisión de los hipsters, me lo dijeron las lenguas del cunilingus. Los poetas hacen música y yo me masturbo viéndolos. Dialecto de los músicos: in-cierto límite, mágica apropiación, lejos estoy, lento aprendizaje el mío, lento pero seguro, gran esfuerzo, un huevo de oro a cada hora pongo. No soy músico. La auto crítica positiva, estudiosos y virtuosos mestizos contratados por la NASA me saludan, la sonda espacial Caliche Caroma 10-09 los saluda también. Mexicanos rancios dicen los xenófobos extraterrestres, ante esta situación unos percusionistas tocan en la esquina, monedas, canastilla de mimbre, policías, inspectores. Sentido negativo en mi espalda, la responsabilidad de los organizadores de la existencia me da comezón, yo no tengo la culpa de nada, con el artista no te metas, el público avienta jitomates de Sinaloa, como actor que soy hablo del binomio del aplauso y de la mierda de los caballos que llegaban al teatro cuando se presentaba alguna obra importante, me rasco pensando en los primordiales y esenciales bocadillos del siglo diecinueve que se repartían, vino gratis porque está pasado. Así era el antier. No lo creo de Stalin, él fue una buena persona. Ojo, la arquitectura colonial es casi comunista, de ahí que sea rosada. Las nalgas de la anticipación están clausuradas, hay que dejar en claro que soy homosexual del pelo, voté por el PAN. Tetas tengo, escuchar es difícil para mí, ser víctima es más fácil. Trágico sufrimiento el sostén, las campanas de la catedral están sordas, Octavio puso peces en el badajo, la combi (transporte público de estilo hippie) en la calle llora. Sufriendo, triste camina el ciempiés, cojea la coma de mi enunciado, le aplasto la cola al gato de la historia. Enojado, el espacio se pone negro. Ahora sí, ¿qué hay de cenar?



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