viernes, 13 de septiembre de 2013

  Cagada de estambre para hacerte los gorritos fríos, meados raspados benditos, mocos azules como el jamón descompuesto en el puesto de mando, mecos de ayer que embarazan el mañana, culero pasando, cuidado con el muerto, voy en un rato calmado pero silencioso, una corcholata que habla, filos sin filo cortando una historia, una corcholata que calla, lo presentante presenta esta tarde los problemasprovechosos, preposiciones prepotentes en las oficinas del lenguaje piden aumento de sueños, pito parado en la esquina del barrio, como si el barrio fuera una calle oscura con esquinas rotas uruguayas, chingas tu madre en octubre, vete a la verga floja, no entiendo lo lógico del pozo, trabajar en tu anillo periférico, señor de los tacos sudados y también vende desodorantes, saludables son las horas en que me raspo la rodilla, película con pelos de hombre lobo, finalmente la mente se toma un descanso.
Anda, levanta el vuelo y sal ya por esa ventana.
Un hoyo en la pared que se llama ventana.
Agitas al mundo, emprendedora.
La sal de mar del vuelo vuela.
El suelo no te espera.
Te espera el cielo.
Los pájaros murmuran y se hacen bromas entre ellos.
Que llore el pan que no pudo darse a nadie.
Amistad, amor, ayer, así.
Alto, para, alto, muy alto, dispara las alas.
Hay un camión metafísico volador.
A las cuatro: una, dos, tres y cinco.
Invitas al miedo a que salte.
Sabes que el miedo es tímido.
Esas personitas, las cosas se ven pequeñas desde tu altura.
  Cuando llegue la guerra yo estaré contigo. No habrá bala en tu cuerpo, ni bomba que pueda matarme. Te abrazaré con la fuerza de mi cariño, seré tu escudo. Cuando el ejército entre a las casas para matar a los jóvenes de espíritu, tú y yo ya estaremos lejos. Cuando estalle la revuelta te llevaré a mi guarida secreta. Ahí te diré: te quiero.
Sospecho de la noche porque alumbra con la sombra.
  Llovían libros, para protegernos de la tormenta comenzamos a gritar groserías contra el cielo, eran las siete de la tarde, ¿o era noche? Lo que recuerdo bien fue ese beso que me diste antes de que me descalabrara el diccionario. Cuando desperté leías poesía, siempre recoges agua con tu mano.
¿Por qué ríe la risa cuando la brisa pega con tanta prisa?
Empuñaba el arma ferozmente hasta que se mató a sí mismo.
Los del SEMEFO dieron explicaciones inexplicables.
En su casa lo extrañan a duras penas de pan.
Sus amigos ya tienen otros amigos.
En su tumba hay moscos.
Dios ne cree en él.
Murió en paz,
dicen.
Yo, una equivocación constante.
Tú, la reivindicación.
Nosotros, dialéctica mundana.
  Él, que está con las manos en tus pechos, voltea y me dice: Ya no hay lugar, joven. Me bajo del camión de tu cuerpo y pienso en los taxis.
Predicar con el ejemplo es tirarse por la ventana, el problema es que vives en el sótano.
Hay un pajarito tirado en el pavimento.
Los carros lo aplastan.
Una y otra vez, lo aplastan.
El pajarito no ha muerto.
Vive, vive el pajarito.
Todavía hay esperanza.
Andas por ahí, sin rumbo, tirando la toalla en cada esquina de este ring maldito que es el mundo. Peleas con los postes y pierdes. Abrazas a los indigentes que son como sultanes comparados contigo, ellos te hacen a un lado: ¡largo de aquí perro, atrás satanás! Comes apenas y tomas las penas líquidas de tus ojos, vasos de agua salada como el mar que nunca conocerás. Vives como de milagro, un milagro muy gacho. Arrastras los pasos, maldices a los dioses y te paras afuera de las iglesias para orinar en sus entradas. Y a pesar de todo esto, incluyendo los orines, todavía la amas y pronuncias su nombre. Entonces se ilumina la calle y tú sonríes de recuerdo. Y yo sonrío porque te conozco, espejo.

martes, 3 de septiembre de 2013

Predicar con el ejemplo es tirarse por la ventana, el problema es que vives en el sótano.
Él, que está con las manos en tus pechos, voltea y me dice: Ya no hay lugar, joven. Me bajo del camión de tu cuerpo y pienso en los taxis.
  Esta es una historia que da vueltas, lo que cuento aquí gira y gira, tenemos entonces a un  híbrido, un cuento mutante, no se espanten, los marearemos un poco.  Algo pasa, parece que ya comienza. Una mujer. Un aro.  Sigue el círculo narrativo y es que la cintura tiene manos. ¿Cuál cintura? En realidad no hay algo así como un aro con manos, lo que tenemos es una mujer con un aro que está parada en la esquina, podríamos decir que está parada de manos pero eso es demasiado, la esquina es el lugar perfecto para que sucedan estos acontecimientos mágicos, porque el movimiento es un acto de magia. Nuestra  mujer guarda  veintitrés años en el baúl de su experiencia  y tiene un aro, hemos repetido mucho eso de que tiene un aro y es que tiene un aro de colores que se transforman. ¿Qué es un aro? Un círculo de plástico. Es más que un círculo de plástico que sirve para girar y girar y girar, este aro es el amigo de la mujer, ambos giran. Lo que nos interesa  es el acto de girar, simple, porque al dar vueltas nuestra perspectiva  se va al carajo. Decimos que se va al carajo porque así pasa, no queremos mentirle a nadie, nuestra perspectiva debe cambiar, por eso los giros. La mujer de la que hablamos también se enoja, porque a veces se le cae el aro y rueda y es difícil alcanzarlo. Entonces ella agarra fuertemente al aro y le dice un cabrón aro, perro aro, pinche aro.  Habría que tener cuidado, insultar a un aro es peligroso, no vaya a ser que quiera vengarse algún día, hemos oído hablar de la venganza de los aros. Además los aros desarrollan traumas psicológicos que ningún médico de aros puede curar. No nos  hemos olvidado de la  mujer. Ella voltea y nos mira, esperando la continuación de este cuento. Camina un poco, paso, paso, paso.  Se detiene, toma su aro y, cuidando de que no se escape, giran ambos, la mujer y el aro. ¿Quién gira más? Veamos la imagen. El sentido del giro de la mujer es contrario al sentido del giro del aro. Hay quienes hablan de un equilibrio universal representado en este acto,  nosotros preferimos hablar de las tormentas y los rayos que ocurren justo ahora, cuando narramos el doble  giro que hace que la mujer y su aro vuelen.  Y es que vuelan por los suelos derribando las torres humanas que se aproximan en varias direcciones, estas torres llevan traje y fruncen el ceño cuando les hablamos de magia y de aros. Vuelan, la mujer y su aro. Entonces podemos ver los colores brillantes que surgen la mezcla de la mujer y su aro.  Una escala cromática circular que contiene los colores más rebeldes, esos que no se dejan atrapar y sólo en este acto, del giro de la mujer y el giro del aro,  aparecen. Violento  vuelo derribador.  Los colores rebeldes también pintan a  nuestra mujer, la colorean de vueltas. Porque esta mujer es nuestra, no porque la hayamos comprado en un mercado de mujeres con aro, no. Es nuestra porque existe aquí, en este cuento, porque esto es un cuento, como quien dice esto es un asalto. Saltos, giros, vuelos terrenales, levantar el polvo, colores rebeldes, los ojos de la mujer,  sus manos morenas, el brillo del sol a las seis de la tarde,  la lluvia dulce,  el aro. Nuestra mujer,  sí, porque la llenamos de detalles, detenemos el tiempo, le jalamos la greña a la oportunidad, tomamos agua, respiramos. Y mientas nosotros “cuenteamos”  la mujer, nuestra mujer, sigue girando y el aro, su aro, gira también.  Es que así ocurre esta historia, alguien nos preguntará sobre el hilo narrativo de la misma,  no vamos a mentirle, esta historia gira y gira y gira. ¿Quiénes somos nosotros? Somos una vuelta, una ilusión, un giro. Somos una mujer y un aro.