martes, 3 de septiembre de 2013

  Esta es una historia que da vueltas, lo que cuento aquí gira y gira, tenemos entonces a un  híbrido, un cuento mutante, no se espanten, los marearemos un poco.  Algo pasa, parece que ya comienza. Una mujer. Un aro.  Sigue el círculo narrativo y es que la cintura tiene manos. ¿Cuál cintura? En realidad no hay algo así como un aro con manos, lo que tenemos es una mujer con un aro que está parada en la esquina, podríamos decir que está parada de manos pero eso es demasiado, la esquina es el lugar perfecto para que sucedan estos acontecimientos mágicos, porque el movimiento es un acto de magia. Nuestra  mujer guarda  veintitrés años en el baúl de su experiencia  y tiene un aro, hemos repetido mucho eso de que tiene un aro y es que tiene un aro de colores que se transforman. ¿Qué es un aro? Un círculo de plástico. Es más que un círculo de plástico que sirve para girar y girar y girar, este aro es el amigo de la mujer, ambos giran. Lo que nos interesa  es el acto de girar, simple, porque al dar vueltas nuestra perspectiva  se va al carajo. Decimos que se va al carajo porque así pasa, no queremos mentirle a nadie, nuestra perspectiva debe cambiar, por eso los giros. La mujer de la que hablamos también se enoja, porque a veces se le cae el aro y rueda y es difícil alcanzarlo. Entonces ella agarra fuertemente al aro y le dice un cabrón aro, perro aro, pinche aro.  Habría que tener cuidado, insultar a un aro es peligroso, no vaya a ser que quiera vengarse algún día, hemos oído hablar de la venganza de los aros. Además los aros desarrollan traumas psicológicos que ningún médico de aros puede curar. No nos  hemos olvidado de la  mujer. Ella voltea y nos mira, esperando la continuación de este cuento. Camina un poco, paso, paso, paso.  Se detiene, toma su aro y, cuidando de que no se escape, giran ambos, la mujer y el aro. ¿Quién gira más? Veamos la imagen. El sentido del giro de la mujer es contrario al sentido del giro del aro. Hay quienes hablan de un equilibrio universal representado en este acto,  nosotros preferimos hablar de las tormentas y los rayos que ocurren justo ahora, cuando narramos el doble  giro que hace que la mujer y su aro vuelen.  Y es que vuelan por los suelos derribando las torres humanas que se aproximan en varias direcciones, estas torres llevan traje y fruncen el ceño cuando les hablamos de magia y de aros. Vuelan, la mujer y su aro. Entonces podemos ver los colores brillantes que surgen la mezcla de la mujer y su aro.  Una escala cromática circular que contiene los colores más rebeldes, esos que no se dejan atrapar y sólo en este acto, del giro de la mujer y el giro del aro,  aparecen. Violento  vuelo derribador.  Los colores rebeldes también pintan a  nuestra mujer, la colorean de vueltas. Porque esta mujer es nuestra, no porque la hayamos comprado en un mercado de mujeres con aro, no. Es nuestra porque existe aquí, en este cuento, porque esto es un cuento, como quien dice esto es un asalto. Saltos, giros, vuelos terrenales, levantar el polvo, colores rebeldes, los ojos de la mujer,  sus manos morenas, el brillo del sol a las seis de la tarde,  la lluvia dulce,  el aro. Nuestra mujer,  sí, porque la llenamos de detalles, detenemos el tiempo, le jalamos la greña a la oportunidad, tomamos agua, respiramos. Y mientas nosotros “cuenteamos”  la mujer, nuestra mujer, sigue girando y el aro, su aro, gira también.  Es que así ocurre esta historia, alguien nos preguntará sobre el hilo narrativo de la misma,  no vamos a mentirle, esta historia gira y gira y gira. ¿Quiénes somos nosotros? Somos una vuelta, una ilusión, un giro. Somos una mujer y un aro.


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