Esta es una historia que da
vueltas, lo que cuento aquí gira y gira, tenemos entonces a un híbrido, un cuento mutante, no se espanten,
los marearemos un poco. Algo pasa,
parece que ya comienza. Una mujer. Un aro.
Sigue el círculo narrativo y es que la cintura tiene manos. ¿Cuál
cintura? En realidad no hay algo así como un aro con manos, lo que tenemos es
una mujer con un aro que está parada en la esquina, podríamos decir que está
parada de manos pero eso es demasiado, la esquina es el lugar perfecto para que
sucedan estos acontecimientos mágicos, porque el movimiento es un acto de magia.
Nuestra mujer guarda veintitrés años en el baúl de su
experiencia y tiene un aro, hemos
repetido mucho eso de que tiene un aro y es que tiene un aro de colores que se
transforman. ¿Qué es un aro? Un círculo de plástico. Es más que un círculo de
plástico que sirve para girar y girar y girar, este aro es el amigo de la
mujer, ambos giran. Lo que nos interesa
es el acto de girar, simple, porque al dar vueltas nuestra perspectiva se va al carajo. Decimos que se va al carajo
porque así pasa, no queremos mentirle a nadie, nuestra perspectiva debe
cambiar, por eso los giros. La mujer de la que hablamos también se enoja,
porque a veces se le cae el aro y rueda y es difícil alcanzarlo. Entonces ella
agarra fuertemente al aro y le dice un cabrón aro, perro aro, pinche aro. Habría que tener cuidado, insultar a un aro
es peligroso, no vaya a ser que quiera vengarse algún día, hemos oído hablar de
la venganza de los aros. Además los aros desarrollan traumas psicológicos que
ningún médico de aros puede curar. No nos
hemos olvidado de la mujer. Ella
voltea y nos mira, esperando la continuación de este cuento. Camina un poco,
paso, paso, paso. Se detiene, toma su
aro y, cuidando de que no se escape, giran ambos, la mujer y el aro. ¿Quién
gira más? Veamos la imagen. El sentido del giro de la mujer es contrario al
sentido del giro del aro. Hay quienes hablan de un equilibrio universal
representado en este acto, nosotros
preferimos hablar de las tormentas y los rayos que ocurren justo ahora, cuando
narramos el doble giro que hace que la
mujer y su aro vuelen. Y es que vuelan
por los suelos derribando las torres humanas que se aproximan en varias
direcciones, estas torres llevan traje y fruncen el ceño cuando les hablamos de
magia y de aros. Vuelan, la mujer y su aro. Entonces podemos ver los colores
brillantes que surgen la mezcla de la mujer y su aro. Una escala cromática circular que contiene los
colores más rebeldes, esos que no se dejan atrapar y sólo en este acto, del
giro de la mujer y el giro del aro,
aparecen. Violento vuelo
derribador. Los colores rebeldes también
pintan a nuestra mujer, la colorean de
vueltas. Porque esta mujer es nuestra, no porque la hayamos comprado en un
mercado de mujeres con aro, no. Es nuestra porque existe aquí, en este cuento,
porque esto es un cuento, como quien dice esto es un asalto. Saltos, giros,
vuelos terrenales, levantar el polvo, colores rebeldes, los ojos de la mujer, sus manos morenas, el brillo del sol a las
seis de la tarde, la lluvia dulce, el aro. Nuestra mujer, sí, porque la llenamos de detalles, detenemos
el tiempo, le jalamos la greña a la oportunidad, tomamos agua, respiramos. Y
mientas nosotros “cuenteamos” la mujer,
nuestra mujer, sigue girando y el aro, su aro, gira también. Es que así ocurre esta historia, alguien nos
preguntará sobre el hilo narrativo de la misma,
no vamos a mentirle, esta historia gira y gira y gira. ¿Quiénes somos
nosotros? Somos una vuelta, una ilusión, un giro. Somos una mujer y un aro.
martes, 3 de septiembre de 2013
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario