Platiqué en la mañana con unos amigos acerca del paro nacional del catorce de octubre. Dijimos muchas cosas, la mayoría utopías del tipo "puede ser mejor". La pregunta principal se refería al sentido de estas protestas: distorsión y sinceridad. Creo que las manifestaciones en contra de nuestros representantes democráticos, del jefe de colonia al presidente de la república, son un paliativo que está muy lejos de curar la enfermedad. Los dolores que me ocasiona el tumor en mi cabeza con un ketorolaco se quitan, pero no me curo, regresa la pulsión aguda, cada vez más intensa, me engaño a mí mismo. Entonces la lucha contra la patología tiene que ser de fondo. Quizá el remedio termine por matar al paciente, pero la enfermedad cesará, llegará a su fin. Si cada uno de nosotros en algún momento de nuestras vidas le disparara a un funcionario, atentara contra la vida de uno de estos parásitos como respuesta a la corrupción ubicua, la política sería otra cosa. Para enfermedades extremas, remedios extremos. Luego pensé que el mal es parte de nosotros y que si llevaba al ridículo esta ocurrencia los suicidios masivos terminarían por extinguir a la especie. Lo anterior tendría sus ventajas para otros animales. Este es el mejor de los México's posibles, Leibniz no trabajará el miércoles.
lunes, 12 de octubre de 2015
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