Estaba supeditado a escribir acerca de cada fecha conmemorativa, el calendario era su guía, su gurú; qué decir, qué poner, todo estaba condicionado por el día, qué se celebra hoy, a quién le tocan las fanfarrias, los reclamos y los golpes. Cuando cambió su método y decidió ser libre y sin ataduras espacio temporales, fuera del curso establecido por monjes y políticos, se perdió en un limbo ignominioso, pasó inadvertido, cayó en el ostracismo; nadie supo de él, o no quisieron saber más, salir era desaparecer. Entonces reflexionó: La gente necesita que le recuerden las cosas, el diario repetirse, lo cotidiano, nada que se salga del molde; el escritor no está para caprichos, su ser es para los otros, la vida no le pertenece, es del vulgo su existencia, las palabras son puentes y no naves sin amarras.
lunes, 14 de marzo de 2016
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