El señor de los helados tiene de limón, vainilla, chocolate, fresa y tequila. Pido uno de cada sabor en cono grueso, del de a diez. Mientras el heladero sirve mi pedido los carros pasan cerca de nosotros, por la calle de marzo que no es la misma que la de febrero, ni tampoco se parece a la de abril, los conductores voltean con calor y curiosidad; las pasajeras miradas del deseo que se olvidarán cuadras arriba, cuadras abajo, pero la sed, pero la voluntad. El sol de la dos de la tarde apresura la consumación del hielo, batido frío para el ocio judeocristiano de los domingos, unos perros copulan muy cerca. Son 35 grados centígrados y cincuenta pesos, me dice al entregarme los barquillos. Con mis cucuruchos en las manos me despido del vendedor con un gesto de agradecimiento. La campanilla sigue invitando a la primavera, la sigue llamando.
lunes, 14 de marzo de 2016
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