Sudabas cuando lavabas la ropa,
la azotea era tu paraíso,
el destino así lo quiso.
Tu marido se drogaba en el patio,
veía a tus hijas que no eran suyas,
dudaba y tú sudabas
mientras lavabas la ropa.
El amor es asunto de otros cuentos,
aquellos en donde la servidumbre
lava la ropa y tiende las camas.
Sudas en esta oficina,
un gordo te pide pruebas
y no sabes qué decir,
tus hijas violadas y muertas,
el marido ya no está
y la ropa sucia te espera.
viernes, 21 de febrero de 2014
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