Le preguntan acerca de los huracanes que atacan las costas del país en esta temporada de ídem, entrevista sorpresa, su café espera, el azúcar y la crema lo miran con ese animismo del que quiere escapar a las situaciones bochornosas. Continúan con su trampa, hablan de una entrevista, vox pópuli, alegan. Quieren saber del tiempo en general, como si no pudieran comprar un diario o revisar los pronósticos en algún sitio de internet. Se refieren al tiempo pero usted sabe, entiende, que no es Cronos ni Aión del que hablan sino del tiempo como clima, un equívoco muy común; la lluvia constante hasta la inundación, el viento violento que levanta personas como bolsas de plástico, los truenos y no los relojes de arena ni las clepsidras. Responde con una sonrisa forzada que es una evasión a la cuestión en turno, el gesto típico de los que no quieren meterse en problemas, le aburren las explicaciones, darlas y que se las den. Desvían el asunto principal, se van por la tangente, cotangente, seno y coseno, quieren saber su opinión de los últimos acontecimientos político culturales, pues el tiempo sólo era un pretexto para la conversación, una introducción al cuestionario real. ¿Votó usted? Silencio. ¿Por quién lo hizo? Silencio. ¿Asiste al teatro, a los conciertos de la sinfónica, a los eventos culturales? Silencio. Entonces la pregunta aparece, es sacada del sombrero de la improvisación: ¿qué opina de la eutanasia? Incómodo momento ante el café que continua la espera, en dirección hacia los polos va, se enfría. ¿Por qué tendría que responder? Usted nunca les ha preguntado a ellos sobre el calentamiento global o de los reptilianos. Cada quien su vida, su estar con los otros no está supeditado a este tipo de informaciones. Usted es una persona más o menos culta, con estudios más o menos profesionales, lee cuatro libros al mes, no son muchos pero son suficientes para una vida más o menos tranquila. Jamás ha aparecido en los medios de comunicación masiva, le parecen una tontería esas respuestas que dan los funcionarios cuando quieren hacerse notar en un tema del que no saben nada. Insisten, porque la obstinación es su oficio. Ellos están ahí, con su micrófono escupido, la cámara fálica que todo penetra, credenciales que justifican su impertinencia. Los otros clientes del establecimiento al aire libre lo miran con ansiedad, quisieran estar en su lugar, usted sigue callado. Presencias fortuitas, la suya y la de los demás, podría haber sido otro, cientos de personas tienen respuesta a esta pregunta y a la del tiempo también, los ha visto, sabe que existen, son esos necesitados de conversación, una limosna de acompañamiento, de calor humano. Discurrir sobre este tema es ocioso para usted, poco aportaría a la discusión real que ocurre en los tribunales y en las universidades. Mientras menos hable con los prójimos mejor, la misantropía le brota por los poros de la piel, que el vecino se vaya al carajo, también los reporteros. Ellos lo miran con la esperanza de que diga algo valioso o algo muy tonto, cualquiera de las dos respuestas los beneficiará, buscan la nota sin importar cuánto incomoden con su presencia que nadie pidió. La respuesta que usted emite le pone fin al episodio: "Tengo cáncer".
lunes, 7 de septiembre de 2015
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