Te conocí en la fila de la gasolina, estabas tres lugares adelante, tranquila, sin desesperarte, hermosa entre los gritos de los otros, brillante con tu garrafa blanca a los pies. Deseé con todas mis fuerzas que el hidrocarburo no llegara jamás, sólo para seguir viéndote; lo mejor que me había pasado en la vida, esta espera. Te amé, fuiste mi combustible en estos días de penuria. No supe cuánto tiempo estuvimos formados, no quise saber.
Cuando por fin llegó el carburante lloré, lloré como nunca había llorado, pues sabía que no volvería a verte, en cuanto te dieran esos litros de la verde, que fueron el motivo de nuestro encuentro, te irías para siempre. El sujeto que estaba al lado de mí, al verme tan triste, me dijo: "Ya pasó, no se preocupe". Volteé y lo vi a los ojos, sin decir nada. A ti ya te despachaban.
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