Sin dudas, sin preguntas, sin tiempos preocupados: aquí sentado y nadie sabía, nadie hacía, nadie nada; dentro de este lugar, que es el de todos (¡gracias a ti esbirro que controlas nuestras vidas!). Fui moviendo EL CUERPO como pude, buscaba un lugar cualquiera para filtrarme y acomodarme con todas mis maletas dentro de este bote de basura. Y he aquí, ahora parado en medio de la gran cagada occidental, tengo celular y voy a la escuela, como tres veces al día, me drogo cuando hay droga y si no, tomo alocohol, fumo y me tiro pedos en público. Sí hasta parece que la gente me toma en cuenta y ve mis perdidos pasos. Miento muy orgulloso, todos reconocen este esfuerzo y creen o creen que yo creo que no me creen pero les creo de igual manera. Soy parte de la hermosa danza: 365 ratas que roen el cuerpo de Dios por dios, tu Dios al cuadrado entre dios, mi dios, ése que nunca ha dejado que alguien me defienda, ése que deja la maceta caer para que rompa mi cabeza y así... Y te quedaste leyendo el color azul, el refrigerador nunca dejó de sonar como una gran orquesta mecánica en la boda de algún hijo de puta, y la orquesta del frigorífico: no deja de complacer al novio embriagado y coqueteando con la sobrina de 13 años, pide la última canción: es el mal de occidente, vean irreversible, lean La Biblia, escuchen a los viejos, pero no a todos. Periódicos, radio, tv (total vavosada con v): Los textos en las calles SON EL ROSTRO, las profecías en el ladrillo. Soy esa tinta enlatada que pone las firmas de los que han hablado sin ser escuchados.
Al final, el coito consuetudinario que profetiza más desgracias.