Una mujer, un cuarto y palabras. ¿Eres una
diosa que trata de decirme algo, es una anunciación? Súbitamente, cuando
dormimos todo llega así, repentinamente, y se va, derrapando. Letras, bestias, paredes, súbito. Un vestido blanco te cubre transparencias, son
recuerdos, provocativa en el cuerpo
dormida, en mi cuerpo dormida provocando la mente. Son recuerdos. Tus cabellos flotan libres junto a mis ganas. Oculta de deseo, los ojos cerrados, una tranquilidad de serpiente al acecho tengo.
Jamás en esta noche de todas las noches un
sueño de todos los sueños había sido concebido con tal cantidad de notas y
arreglos y notas que te extraño porque me arreglo. Me despierto en el sueño y
te miro, porque yo duermo en mi sueño y te miro en sueños y me despierto.
¿Duermes todavía? Duermo. Susurro un ritmo en el tambor de tus ojos cerrados, irremediablemente
clausurados en el sueño tus ojos son cuerdas dormidas, morbosamente sellados
para el arco de mi contrabajo. El cuarto
blanco, blanco concha nácar cicatrices de tiempo, el rojo de las letras se ha
corrido lento por las paredes y un
zarpazo de bestia amenaza, ¡es el fin, es el fin! Lo he olvidado en el camino
hasta aquí, camino dormido, durmiente caminata junto a tus ojos vedados, no es
temporada para pescar tus ojos. Hay
sangre en las paredes y no sé de dónde proviene, ¿será del rojo piojo del amor?
Pero no incómoda, es parte del sueño, sueño contigo, de ti se trata. Tú te
levantas con esos ojos sellados. Acaricio tu mejilla con mi mano larga y mis
dedos largos que son arcos y que tocan y te tocan. Ya no eres tú la mejilla,
eres la otra mejilla, la que pongo yo. Un rostro inmundo se ha llevado a la divinidad
que tenía junto a mí, ella me tiene porque te tengo. El cadáver viviente ríe y
pide un abrazo, se lo doy, me doy. Sudando despierto y corro y escribo. Escribo
el sueño para no olvidarlo. La luz
matinal entra burlándose de la noche. Las siete de la mañana anuncian que
duermes lejos de aquí, o quizás te
encuentres despierta con los ojos cerrados. Y yo toco, toco fuerte en los ojos.
Fotografía y texto: Caliche Caroma.