La madrugada sabía de mí, vigilaba mis pensamientos-sentimientos desde la ventana-luna que parpadeaba nubes y a veces lloraba-llovía sobre la casa que me esconde. ¡Ay, qué madrugada tan entrometida! Cuando el día llegó yo tenía las ojeras tristes y las ganas cansadas, parecía un velador mal pagado, una vela mal apagada, un ser ambiguo, ni noche, ni alba, ni luz. Parecía y desaparecía, como un latido moribundo.
miércoles, 14 de agosto de 2013
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