Hace un año que te fuiste sin irte completamente, necio y cabrón, obstinado como una tarde de tormenta y berrinches, la muerte tardó en convencerte, quizá porque era miércoles y le seguía un bisiesto. Te moriste en la casa del buen Paco: "déjame solo, un rato". Un ratote de soledad. Te agarró la policía ontológica, "patadas en el culo, madrazos en el tórax", y qué hacer Ramón, "valemadrear el mundo", poetizar las paredes de la hipocresía con mentadas de madre polisemánticas, porque un chinga tu madre tiene múltiples aristas, tú lo sabías hasta el tuétano. Aunque con estos culeros que se dicen poetas es mejor no entrar en explicaciones, periodistas masturbatorios del poder, escritores de la felación aséptica, ni poner comas saben, pinches ágrafos con corbata, ¿qué saben ellos de la poesía si nunca han tomado charanda Uruapan? No sólo dejaste un hueco, un país entero se quedó en la miseria, te llevaste a la musa, es que "todas mías" era tu lema. Ahí está tu obra, todavía virgencita, no me refiero a los libros embodegados que los asnos de la secretaría de la locura tienen pudriéndose en el piso más bajo de su farsa, hablo de los cientos de poemas que no se han publicado, esos a los que les falta la sonrisa de una muchacha, las lágrimas de un amigo y el emputamiento colectivo. Ya vendrá tu tiempo, entonces le preguntarás a una señorita en la madrugada, disfrazado de borracho: Disculpe, ¿en dónde puedo encontrar un libro de poesía que valga la pena a estas horas?
viernes, 17 de junio de 2016
A un año de la muerte de Ramón Méndez Estrada
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