En el atrio de la iglesia las palomas bailaban al ritmo de las campanas. ¡Todas son sordas!, gritó el borracho del pueblo mientras las espantaba e intentaba patearlas con sus zapatos meados. Las colúmbidas subieron a la torre más alta y desde ahí lanzaron sus deyecciones como venganza, no pudo evitar los proyectiles aéreos, las manchas verdiblancas eran tantas que del borrachín sólo quedaron los gritos. ¡Todas son sordas!, volvió a vociferar el beodo mientras las palomas volaban a otros rumbos.
domingo, 2 de octubre de 2016
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