Los parques metálicos añoran los colores de las flores,
desde sus bancas de plástico los sin casa tosen limosnas,
las empleadas domésticas domestican a los salvajes niños,
columpios limpios en donde algún violador espera paciente,
pocos árboles cómplices quedan para cometer los crímenes.
Lluvia ácida que corroe las pequeñas cabezas de los infantes,
juegan a la guerra nuclear con sus grises uniformes escolares,
sus delirantes pensamientos son hermosas caricaturas violentas,
los perros famélicos ensayan ladridos mientras buscan algo,
la basura es para ellos alimento sagrado que les da un perro Dios,
las infantiles pedradas quiebran huesos caninos y hambrientos.
Madre y padre en sus trabajos consiguen detener la miseria,
instantes en los que la felicidad es una pizza a domicilio,
un programa repitiendo el mensaje adoctrinante del refresco,
la oficina pulcra en donde se teclean el olvido y la familia,
el día del descanso laboral en donde se preguntan pocas cosas,
"Me dijo Lupe que le pegaste a un perro de la calle, eso no se hace".
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