martes, 7 de abril de 2015

Los Salvajes Pobres



Pero, en arte, sólo existen revolucionarios o plagiarios
y además, ¿acaso la obra de un revolucionario no se
convierte en oficial cuando el Estado la ampara?
Paul Gauguin

  La vida de un artista está marcada por el fracaso; caer una y otra vez es su destino. Trágico, sí, porque la obra de arte está hecha de dolor y sufrimiento; la verdadera obra de arte está hecha con las lágrimas del creador. Esto hasta cierto punto es un lugar común, ya lo han dicho otros, lo repito. Aunque hoy los artistas se han burocratizado hasta el exceso, reciben un sueldo, cumplen un horario, disfrutan sus días, se van de vacaciones.¿Trascenderá la obra de estos últimos? No lo creo. Estos “artistas” sólo lo son de pose.

  En 1885 comienzan las notas de un salvaje que llora. Paul Gauguin nos ha dejado una serie de escritos que comprenden reflexiones, notas y cartas, reunidos en la obra tituladaEscritos de un salvaje (Oviri, Ecrits D’un Sauvage). La edición que tengo es de 1974, Barral editores, impresa en Barcelona y traducida por Margarita Latorre. Aquí podemos darnos cuenta de que los seres humanos somos contradictorios por definición, cuando somos sinceros, claro está.

  Cuando digo que el artista se nutre del dolor me refiero a la cantidad de caídas que sufrió este pintor y de la obra que logró realizar a pesar de su sino fatal. Gauguin intentó hacer las cosas a su manera, vivir creando sin importar que esta creación se hiciera desde la pobreza. Muchos artistas han vivido en la miseria a pesar de que su obra vale mucho más que la obra de las vacas sagradas. Quiero referirme a un caso análogo, al del pintor francés autor de El Cristo Amarillo, un artista local. Sí, local, porque hay que hablar de lo que se conoce, sinceridad intelectual ante todo.

  Su nombre es David “El Pintor”, así lo conocen quienes han compartido con él algo más que las calles de esta ciudad de fracasos constantes, confieso que no conozco su apellido, pero conozco su obra y parte de su vida, que son prácticamente lo mismo.

  Cuando uno anda en la calle lo que menos importa es el apellido, el abolengo se va al carajo. Lo comparo con Guaguin porque ambos son pintores, los dos pobres hasta los huesos, con vidas sentimentales frustradas y enfermos de indigencia. La obra de David, lo poco que queda en Morelia, se encuentra en el Jardín de las Rosas, en el café llamado La Casona de las Rosas, subiendo las escaleras que van a segundo piso se puede mirar un cuadro algo diferente de las porquerías que ahí se exponen.

  Un cuadro enorme, como de un metro y medio de ancho por dos y medio de largo. En la pintura observamos a un Chamán indígena en posición de loto del cual emanan una serie de geometrías huicholes, colorida manifestación de energía que provoca en el espectador un regreso al mito, a la magia. Por supuesto, el hikuri está detrás de esta obra.

  David “El Pintor” me contó que vendió este cuadro por casi nada, necesitaba dinero para pinturas y alcohol. La mayoría de sus cuadros fueron malbaratados o regalados a ex novias, cambiados por drogas o empeñados por comida cuando llegaba la cruda. Conocí a David cuando yo estudiaba en el Colegio de San Nicolás, la primera vez que lo vi le regalé un libro de Luis Villoro, Los Grandes Momentos del Indigenismo en México. Fui a su casa varias veces, fumamos marihuana, hablamos de arte, política, queríamos cambiar el mundo para que éste fuera un lugar mejor. Sueños que se van pudriendo al paso de los años, como uno mismo. Él tiene como cincuenta años ahora. Incluso me tocó calmarlo una vez cuando quería golpear a su hermana por no se qué problema familiar. Ahora “El Pintor” casi no ve, ya no pinta, se le puede encontrar en el Jardín de las Rosas, platicando con los artesanos urbanos, buscando quien le preste un peso, a veces muy atravesado como para acercarse a él.

  Gauguin y David “El Pintor” son seres humanos que han sufrido, por decisión propia o por sus vicios y locuras, por sus errores, en fin, exiliados de su tiempo. Sin embargo, la obra de ambos tiene calidad, corazón, está hecha de experiencias límite, cosa que nunca encontraremos en la obra de los artistas oficiales. Hacer esta comparación para muchos parecerá escandalosa, no importa, me quedo con las palabras de Paul Gauguin: Lo mejor sería callar, pero callar cuando se tienen ganas de hablar es un problema. Hay algunos que tienen un objetivo en la vida y otros que no. Desde hace tiempo me hablan incesantemente de la virtud; ya la conozco, pero no me interesa.

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