jueves, 15 de mayo de 2014

Te quiero mandar a la chingada
desgarrar las paredes vaginales
de tu machismo

Comprar el carro último modelo
para explotar contigo
para que te quemes
dentro
conmigo

Bailar sobre tu tumba
zapateado
son jarocho

Ofrecerte mi pene cortado
rebanado como pan bimbo
sin las orillas del glande
en noche de muertos

Te quiero mandar a la chingada
y acompañarte para siempre.

miércoles, 14 de mayo de 2014

  Cara Cacariza entró al bar y pidió una cerveza tibia, porque le gusta vomitar, porque se siente dios, no lo sabemos. Cara Cacariza buscó con la mirada y encontró a una muchacha-muchacho con las ganas tiernas. Le hizo la seña del ven y ella vino con su vino en copa barroca. Me llamo Juan, pero tú me puedes decir Jennifer López, le dijo la muchacha-muchacho a Cara Cacariza. Éste, al notar que su pene se erectaba, aventuró dos o tres historias acerca de la penetración anal. No llegaron a ningún acuerdo pero fue un momento divertido, al menos para Cara Cariza quien no dejaba de reír como pendejo. Muchacha-muchacho perdió el tiempo y el dinero que no era suyo, una pérdida de la perdida con paquete entre las piernas, un irse a chingar a su madre, un si no compras no hagas olas. Cara Cacariza salió medio ebrio, ¿medio ebrio?, extraño, pues sólo tomó una cerveza tibia. Cara Cacariza saca un paquete de pastillas raras extrañas, se introduce en el hocico varias de un jalón, varias quiere decir un chingo. Entonces nos damos cuenta que no fue la cerveza y que no está ebrio, Cara Cacariza, eres un drogo. Cara Cacariza se va a su casa donde lo espera su mujer, que espera más al dinero que a Cara Cacariza. Lo que no sabe la mujer es que el dinero de Cara Cacariza fue cambiado por pastillas mágicas y no por frijoles. Así termina esta historia de Cara Cacariza, termina pero no acaba de convencer, ¿quién conoce a Cara Cacariza?

lunes, 12 de mayo de 2014

Del trabajo y los enojos

  Explosiones de la contradicción cuando primero te dicen que sí y luego, en la madrugada, repleto de acumulaciones varias, te dicen que no. A qué puta madre estamos jugando con esta botella del dale vueltas. Signos de interrogación porque los días de descanso no te los pagan y estás cansado de hacer como si te gustara, no te gusta y se acabó, punto, que estallen las bombas que tengan que estallar y que maten a las esposas de los presidentes municipales y después que les hagan actos oficiales en donde las bandas de guerra se peleen entre ellas, como queriéndose arrancar las uñas con un martillo chueco. Esta esquina es de quejas y susurros al oído de la cámara de bicicleta que se poncha con cada desilusión de este puerco asalariado en que te has convertido, soñando en las empresas de los amigos y en que, algún día de tempestades azules, te ayudarán con millones de pesos para que escribas un libro que a nadie le importe de refresco, un libro que no te regresan el cambio, un libro desde la perspectiva de la palabra perspectiva. Metes a muchachas y a muchachos y te la meten y se las metes y así están pasando los trenes estridentes del inframundo rojo y un teléfono suena y te preguntan respuestas, ya que la noche está llena de vasos y elotes tú respondes con la otra mejilla del diablo. Ya llevamos dos colores: azul y rojo. Quien diga que esto es sobre-realismo está viajando en ese tren del atrás. No le debes nada a nadie, porque no piensas pagar, no piensas, no pagas, tus camaradas siguen leyendo a Marx mientras se rasgan las medias y tus otros camaradas adoran al Uei de plástico, el reloj rasca las horas mientras las prostitutas te adoptan. Cómo vas a dejar de escribir la afirmación negativa que representa este trayecto de malas ventas y ratas trueno con pulque del señor que pasa preguntando por ti y tú no estás porque estás en otra misión que no te pagan y sigues siendo el bueno del cuento que tú escribes gratis. Vivir de escritor es la última cena, ganas te faltan para seguir respirando el tubo de escape del camión de Santa María de Guisos, el camión con reporteros y su mala ortografía y sus egos como testículos, sus pensamientos del orto, sí hay ilación en lo que dices es sólo que solo no vas a ningún lugar, tienes que hacerte mafia y sacar tus pistolas y tomarte fotos porque ahora la abreviatura es la moda de los que, anglosajonamente, se sienten rebeldes. Tomar hasta la muerte y tomar fotografías para que te hagas famoso sin discurso, robar las ideas de los demás idiotas en este río sin curso propedéutico. Te pasas de cuerpo cavernoso y venoso, venenoso y maldito que eres y somos, el viento en la cara del erudito baboso, el viento que habla en la boca de tus enojos.

Recuerdo y acuerdo

Recuerdo

  Hay en la memoria un resorte del ser. Lo estiramos hasta más no poder, hasta no poder más. Y el resorte, a veces, se rompe, se quiebra nuestro ser. Porque ¿qué somos? Un montón de recuerdos amontonados en el baúl de nuestra cabeza. No recuerdo en qué momento la cabeza quedó como jefe. Dirigente de lo que somos, máquinas que añoran, expulsados de nosotros mismos. ¡Ah, ya recuerdo! Había un paraíso, pero perdimos el piso: una manzana y una serpiente. Fui mujer, ahora lo recuerdo.

Acuerdo

  Estamos bailando con esta música del cardio, la sangre se precipita y hay olas rojas que nos azotan. Estamos de acuerdo en que tenemos que seguir vivos: ¡Acuérdate de la promesa de los buenos días! Nadamos, nada hacemos, nadamos en el carmín, juntos, con las manos ocupadas, nos hablamos con las miradas: ¡hacia la orilla, nada hacia la orilla! Y en la orilla no hay tierra, no hay playa. Es la orilla de esta música que no calla. ¿Estamos de acuerdo?

Recuerdo

  En la cama hay un gato y sobre el gato está el olor a gato y estos ratos en donde la memoria gira y encuentra animales que conducen carros y tocan violines y guitarras y las guitarras son amigas de los saxofones dorados como los peces extravagantes, peces vagos que flotan con el gato que está en la cama durmiendo el sueño del recuerdo cambiante en donde el gato ya no lo es más y se convierte en humo que nubla la memoria y las carreteras de la historia de los animales que se llaman: Andrea, Ameyali, Jorge, Guillermo, Desmond, Fernando, Carlos, el gato sin recuerdos.

Acuerdo

  Historia es una muchacha que no encuentra lo que busca. La única certeza de esta niña es el movimiento del reloj. Aunque el reloj mienta, el movimiento sigue llevando a los ríos de la mano. La historia se viste de rosa y azul porque le cuesta mucho definirse, saber quién es. Y de repente, el sonido le dice al reloj secretos, sobre la muchacha está el sonido, como si la historia fuera una mesa. El reloj marca su cu-cu, su tic-tac, y en la mesa que es muchacha que es historia, los platos y los vasos se ponen de acuerdo para bailar las horas del recuerdo.
  Tu madre me ama más a mí porque yo sí la comprendo. Te niegas al incesto, ignoras a tu hermana que ya está creciendo, sus pechos comienzan a brotar como rosas de carne. Y tu madre, selva experimentada, cuando llego a buscarte por la tarde, me dice: "Carlos, hazme el amor". Confieso que no llego a tanto, sólo tengo sexo para ella. Abre los ojos, por eso te traje este libro de Juan García Ponce, también traigo esta botella de vino rojo. Amigo.

miércoles, 7 de mayo de 2014

  Esta casa está habitada por personas feas que gritan gacho, gritos para decir, gritos para no decir, gritos para el acervo de la vecina de la chancla rosa que se asoma por la ventana discretamente. Es una correspondencia de chingaderas que salpica al que va pasando, y yo paso, un ir y venir de lugares muy lejanos, del mí al me aguanto, te lo confieso, también hay cucarachas. Ahora estoy aquí, no te confundas, no es una canción, estoy encima de la mesa, las patas sobre la mesa, el culo sobre el mantel. Ojo con lo que se cae, me digo, y veo al maestro Garcés que está esperando su comida, ya lo saqué a pasear, me mira con esos ojos de hambre, los mismos ojos lagañosos de este país basurero, antropomorfizar las naves. El estado es un monstruo y se llama Juan Jacobo Leviatán, alias "El Rosado", y también está esperando su comida, sus croquetas, me ladra tan agudo que le doy con la anacrónica porra. El campanero vuelve a anunciar el paso redoblado del aseo público, me doy cuenta de que no dejo de hablar de la basura, la campana silencia los gritos de la familia que se arranca los ojos, me doy cuenta también: uno-cero-uno-uno-cero. Prometeo y su amigo el cuervo conducen el camión que tritura el fuego que ya no sirve, el estruendo no lo aguanto. Estridencias en mi cabeza, motociclistas en mi mente, hijos míos, no sean tan escandalosos.Y esto escucho, como una canción que no. Me confunde mi relación con el basurero, fenomenología del deshecho que se debe analizar con el detrás de uno, yo pongo la basura y él se la lleva. Muy difícil que pueda tener una casa, una casa de cera, que se derrita cuando yo muera de viejo, porque ahora parece que tengo veinticinco, pero que nadie grite, piano, Pianissimo maestro Garcés, no ladre, ahí le va su masilla Robocop para los vidrios de su hambre. Un terreno tuve y lo vendí, lo perdí porque soy de esas personas que se drogan y le quitan el pan de la boca a los hijos para comprar mierda que se pone en una pipa de vidrio y luego aspiras, lento, el humo blanco que te patea el cerebro, fútbol de neuronas. Confieso que no he leído a Pablo Nervudo, sí, nervios y una canción de primavera lluviosa, porque me gusta cuando callas y no estás gritando y te alzas como ola, gaviota reflexiva sobre el mar pacífico, tormenta se aproxima y suena, ya la oigo, escucho, tenso, atención. Los programas del gobierno incitan al ruido, al revolvedero ontológico, charcos representativos que me tienen ahogado de deudas con los decibelios españoles, ya no alces la voz, está muy alta y no alcanzo el interruptor del cállate. Lázaro Cárdenas es un puerto ruidoso, se llama Lázaro porque se levantó y anduvo con gonorrea y al tercer día compro penicilina, también gritó, porque el grito es el lugar común de esta bola de palabras estambre. Pero no importa tanto, al menos que me quedé sordo en el viaje y ya no te vuelva a ver con mis oídos, mis orejas grandes de lobo feroz. Soy de Morelia pero Alí dice que es Bombelia y yo digo que sí, pero sin gritar, tranquilo morro, ayer hice las paces con una paloma que había abofeteado, tiene que ver con violines, que no callen los violines. Nací para escuchar y tengo un dedote. Rodé por el mundo hasta que me detuvo Carlos. Emilio Uranga trabajó en mi tortería y se quedaba con los cambios, en las horas de trabajo se la pasaba platicando con el mexicano, pura filosofía del relajo. El embargo de los gritos llegó a tiempo, con un poco de sabor amargo lo dulce es más sabroso. Esta risa es de nervios porque todo me lo invento y en ningún momento se ha escuchado el silencio.
  ¿Qué hago, limpio Josafat, qué hago? Estoy en medio, Nepantla, una vaca india en medio de la pista. Las motocicletas van de aquí para allá, con su sonido bestial, agresivo, y yo, como vaca que soy, no me muevo, me quedo en medio, pastando el poco verde que se resiste al concreto. Y sé que esas señoritas no lo son más, es la apariencia, pero el dinero las hace fuertes como árbol que ya no hay. Sus nombres ya los conoces: quince años, bodas, bautizos, PAN, PRI, PRD, Coca-Cola, Pepsi, Bimbo, los boys scouts, la iglesia católica, los mormones, musulmanes fiesteros, santeros mexicas, borrachos impertinentes, gringos vacacionistas, ¿yo también soy señorita, Josafat? En medio del puente encantado. ¿Y también cuando estoy en el semáforo causo penas ajenas? Soy un pájaro desnalgado. Que la posteridad me reviva con el insulto, pero que me recuerde, por el bendito amor de dios, que me recuerde la madre del panista con el que trabajé alguna vez, ¿viste cómo como el bistéc? Lo persigo como perro que no puede ser vegetariano. Y que la mamá del panista diga: "Conocí a un dientón, simpaticón y que baila chévere", como la canción de los pequeños musical, con minúscula. Bocadillos, vino tinto, taxis italianos, publicidad, jugos de naranja, cuesta, ¡oh caro Josafat! Contra el hombre (¿?), ¿porque su obra es nata, grasa flotante como su abdomen? Su obra de sobras con malas sombras. Me arrimo al árbol. Mi noche humana. La lumbre para encender la lumbre, échale leña al fuego, adjetivo público, amor público; el amor de ser nombrado, esa flor de río que predomina en la naturaleza muerta de la humanidad, la naturaleza de la inmortalidad a través del lenguaje del pedo, anónimo del siglo XIX. Toqué en lugares en donde no, no tengo dignidad ni congruencia, no la tengo y toco mal.
La enseñanza de un hermano
nunca debes desdeñar,
en este mundo torcido
ya no nos queda más,
y más,
y más...

Serpiente no se arrepiente,
la manzana del poder,
aquí todos mienten,
no me trates de joder.

Hermano,
hermana,
carnal,
malsana,
en la sangre está nuestra igualdad:
la maldad no deja de sonar.
  Hay en el agua un ciclo advertido, las nubes y el soplido de arriba. Repito los textos de las películas, el bosque de tus axilas, el milagro del mundo que se encierra en tus ojos. Te agradezco, y quiero decirte que esta cascada de mí fluye hasta tu mar, sin perderse, fiel, fiel. Porque ningún tropiezo me detiene, hay en el agua un fluir hacia allá, contigo, un trayecto del te quiero.
  Buscaré el conocimiento, para ti. Encontraré a los muertos, para ti. Les hablaré de ti. He visto cruces llover, cruces negras y rojas, huelga de Buda. Hambre de Cristo, come su carne, bebe su sangre. Pánico de la verdad. Pánico del sacrificio. Pánico del pánico. Mi planeta es la neta.
  El colectivo cultural que trabaja con niños pobres. La secretaría de cultura que lleva el arte a los municipios. Los reporteros que dan información. Los policías que protegen. Los maestros que facilitan el conocimiento. Los médicos que dan salud. La familia que funda los valores éticos. Qué poca madre de cabrones.
  Existen casi personas que van en sus carros molestando a los peatones y a los ciclistas, insultándolos, aventándoles cuanta mamada, sólo les deseo una cosa: que mueran en un accidente terrible, desmembrados, chorros de sangre por todas partes, prensados entre el metal y su grasa corpórea, apachurrados por el peso de sus estupideces. Es sólo un deseo.
Las veinticuatro horas se dividen entre el jazz, los niños y los esbirros.

Conexión lenta

Coincides con los otros
en cada esquina de este cuadrado,
recuadro,
en cada rincón de ratón,
tú como mujer,
tú como hombre,
te quedan los dulces
que pudren los dientes,
están los demonios del estreñimiento,
esos monstruos que fornican en tus intestinos
durante la larga noche del pestañeo,
porque te quedas dormido en el baño,
porque te quedas muerta en el baño,
larga noche no es discurso de encapuchados
con diarrea verbal,
larga noche es metáfora de la metáfora.

Falso que tú estés cambiando algo,
ya seas niño del tercer género
o señorita vendiendo su nomenclatura,
aquí se acabaron los quehaceres,
el espejo desinfectante te ve,
la vida está en la tubería.

Entregada a la sonrisa de fotografía
cuando la realidad es jabón,
señores muy limpios espían,
sus esposas,
¿alguna podría ser tu madre?

Entregado a domicilio,
ha llegado el laxante,
tú que eres hombre-hambre-sale,
¿podrías ser mi padre?

Porque la voluntad ya no sale del pecho,
pobres antiguos y engañados,
ahora la voluntad es un chorizo
que te brota por detrás,
un cero en superlativo,
las cascadas del vómito y
miles de moscas sobre tu pastel,
en papel higiénico se escribe tu historia.

Fin tuyo y fin mío,
meados nuestros destinos,
tú eres nosotros,
hombre que mujer que niño que madre,
hombre que padre que hermano que no,
la indiferenciación de los días,
tú saliendo del cuarto de baño,
del pedazo de estar.