miércoles, 7 de mayo de 2014

  ¿Qué hago, limpio Josafat, qué hago? Estoy en medio, Nepantla, una vaca india en medio de la pista. Las motocicletas van de aquí para allá, con su sonido bestial, agresivo, y yo, como vaca que soy, no me muevo, me quedo en medio, pastando el poco verde que se resiste al concreto. Y sé que esas señoritas no lo son más, es la apariencia, pero el dinero las hace fuertes como árbol que ya no hay. Sus nombres ya los conoces: quince años, bodas, bautizos, PAN, PRI, PRD, Coca-Cola, Pepsi, Bimbo, los boys scouts, la iglesia católica, los mormones, musulmanes fiesteros, santeros mexicas, borrachos impertinentes, gringos vacacionistas, ¿yo también soy señorita, Josafat? En medio del puente encantado. ¿Y también cuando estoy en el semáforo causo penas ajenas? Soy un pájaro desnalgado. Que la posteridad me reviva con el insulto, pero que me recuerde, por el bendito amor de dios, que me recuerde la madre del panista con el que trabajé alguna vez, ¿viste cómo como el bistéc? Lo persigo como perro que no puede ser vegetariano. Y que la mamá del panista diga: "Conocí a un dientón, simpaticón y que baila chévere", como la canción de los pequeños musical, con minúscula. Bocadillos, vino tinto, taxis italianos, publicidad, jugos de naranja, cuesta, ¡oh caro Josafat! Contra el hombre (¿?), ¿porque su obra es nata, grasa flotante como su abdomen? Su obra de sobras con malas sombras. Me arrimo al árbol. Mi noche humana. La lumbre para encender la lumbre, échale leña al fuego, adjetivo público, amor público; el amor de ser nombrado, esa flor de río que predomina en la naturaleza muerta de la humanidad, la naturaleza de la inmortalidad a través del lenguaje del pedo, anónimo del siglo XIX. Toqué en lugares en donde no, no tengo dignidad ni congruencia, no la tengo y toco mal.

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