Este alud mortuorio es de hielos injustos que me persiguen, vienen por mí, verticalmente, quieren dejarme en la nada, maldito gerundio, queriendo en la nada, esta estación me pinta de blanco, nihil est, no hay sol que caliente a las muchachas de treinta días, el ciclo de la vida ha empezado a caerme mal, el eterno retorno a la gripe. Entre la masa va tu recuerdo, pienso, creo, sé que no soy Luis Villoro, él también se murió hace poco, porque cuando uno crece las despedidas crecen. Una larga lista de gente diciendo adiós, lo saqué de una revista de circulación nacional, la chance del abrazo último, luego nos quedamos en la calle como indigentes, esperando la cobija, el caldo de pollo, el regalo de navidad. Digo "nos quedamos" porque me acuerdo de ti. Salvé al Yo pero no al Tú, pinches pronombres sin olor, carajo carajeado, el lenguaje está en la lengua sin hueso y con pelos. Josué, sigo acá, en la casa de los padres, donde viviste, con las peleas de las hermanas, con el Fuchi viejo, las gatas y los gatos que comen como perros, se pelean como humanos y son dioses como dioses. Josué, estos días morelianos son pusilánimes, grises, con corbata y sin aguinaldo. Josué, ¿y tus libros? Ahora me hablas con el haber sido, Heidegger te caía tan mal, el afrobeat era tu fuerte, la playa, antagónica situación la del mar que te llama, otra vez el mar. Te hablé de Reinaldo, dijiste que era puto pero chido, tengo las "Confesiones" en la despreciable versión de Porrúa, acá te la guardo, abrazada, para que no muera de frío. Carnal, de carne, yo también extraño al verano.
sábado, 3 de enero de 2015
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