—Dame un litro de mezcal que voy a transformar el mundo.
—Pero si no puedes hacer lo mínimo que es trabajar, ¿cómo le vas a hacer si todo el día andas borracho? No tienes remedio cabrón.
—Tú dame lo que te pido, estoy planeando, ¡pensando!, quiero ser alguien importante, un señor respetable...
—Ya Ánimas, vete a dormir. Tú mujer y tus hijos te esperan desde hace días, sosiégate, estate en paz. Además, no te hagas, me debes cinco litros de mezcal, ¿vas a pagar o vas a hacer como que la Virgen te habla?.
—Bueno, aunque sea sírveme una copita para aguantar el camino hasta mi casa, quiero aclarar las ideas.
—No te sirvo nada, vives a media cuadra de aquí, ¡a chingar a su madre! Ya me cansé de estar arreando burros, y si no me pagas voy a mandar a los gendarmes por ti.
—¡Pinche envidia! Por eso el país no prospera, desprecian y humillan a las mentes más prometedoras, porque yo sé, sé mucho, falta apoyo, solidaridad. Pero llegará el día en que rogarás para servirme y todos en este mugroso pueblo pedirán mi consejo y... Otra más, la última y me voy, ¿sí?
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