Quisiera hacerlos felices a todos, aclaro que no es lo mismo que verlos felices, por eso rezo cada noche por la destrucción del mundo, por la explosión de la tierra de una vez y para siempre, el fin de la humanidad, humanidad que nunca fue. ¿A qué dios le rezo? A la mayoría, por si acaso, para no equivocarme y saber cuál de ellos realmente nos ama. ¿Qué culpa tienen los otros seres? No hay culpa, es el sufrimiento inagotable e inherente del Ser, nuestra subjetividad castrante únicamente ocasiona dolor. La cultura nos ha deformado hasta la sonrisa, somos más insensibles que al principio, un libro no detiene las balas, una carretera no quita el hambre. ¿De qué podemos sentirnos orgullosos? De los panteones. Tuve una visión, la no existencia es la felicidad. Estos son mis deseos para la colectividad: muerte y destrucción. Soy, más que profeta, dictador.
viernes, 21 de agosto de 2015
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