Para comenzar bien recurrimos a la comida bien, es comiendo y bebiendo como debemos entendernos, con comida baila el perro, tacos dorados rellenos de carne molida, el viaje fue de trabajo, jitomate y cebolla, lo frito y lo sublime, jugo de carne con aceite, carneceite, impregnación de la salsa roja, hay picante y de la dulce, repollo arriba, diez pesos la orden que incluye tres tacos. Comimos, bebimos pero casi no dormimos. Vista Hermosa recibió nuestra presencia con fuegos artificiales, balazos en la presidencia municipal, policías desaparecidos. México, un "en fin" infinito que se arrastra por unos cuantos dólares. Entre pueblo y ciudad, nunca se sabrá cuando cambia la nomenclatura. Viajamos con esa sensación de que aprenderemos algo nuevo, reminiscencias cervantinas; aunque el aprendizaje vía los sentidos haya sido tan vilipendiado a través de la historia del pensamiento. Vimos apaches travestidos vestidos de rojo, había una estatua de apache en el bulevar donde la gente toma el camión hacia destinos desconocidos, sólo la gente sabe a dónde va. La simbiosis apache-chichimeca estaba dada, aquí se bebe coronita, nos dijeron. La iglesia es redonda pero no se mueve, dando vueltas al quiosco circular los apaches van, mareados de tanta pepsi con alcohol del noventa y seis, caras pintadas de negro que pintan al público presente, manos llenas de grasa para bolear zapatos, embarrando a damas más caballeros más niños más señoritas más buenas tardes, galón de agave sabor coco a ochenta pesos, varios sabores, café, natural, cirrosis hepática, machetes y arañas de plástico. Vimos a la identidad sentada en una banca de piedra. Preguntamos y muchos dijeron que el pueblo no tiene raíces. Mentira, las ex-haciendas hablan del haber sido, la ruta de Hidalgo, el cura pelón que devino zorro, estuvo en Vista Hermosa, el pasado de esta nación pasó por aquí. Además, hay fantasmas, el lugar tiene historia paranormal. Blanca como la leche hay una escuela primaria que antes fue escuela de otras cosas, construcción afrancesada pero bella, galicismos arquitectónicos. Sin semáforos, los barrios barrocos recorrimos borrachos, muchas vírgenes en las casas. Ya luego vino, casi al final, la despedida. Así son los adioses, llegan cuando todos se van. Larga lista de abrazos por dar, pusimos en un papel rayado todos los volveremos pronto, los hasta luego, los teléfonos de las vírgenes. Cerca de Jalisco, La Barca está a diez minutos, quince, veinte, etcétera. Vista Hermosa, municipio michoacano, dos horas y media en carro desde Morelia, paso tranquilo, cigarro encendido, baja el vidrio, cerveza transgénica, autopista a Guadalajara o salida a Quiroga, velocidad contra paisaje. ¿Ocurrió el viaje realmente?
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