En su sentido etimológico griego Cali viene de kallos, que significa bello: calipigia, caligrafía, calidoscopio, etcétera. Kali es la fuerza destructiva y la Madre Universal de los hinduistas. Desde que yo era muy pequeño mis parientes me decían Caliche como una especie de diminutivo de Carlos, adopté esta palabra junto con el acrónimo de mi nombre Caroma (Carlos Rojas Martínez) en el 2002 cuando estudiaba en el Colegio de San Nicolás. Hace unos días Francisco Javier Larios me dijo, cosa que no recordaba, que firmaba mis textos en El Despertador Nicolaita como El Malandro. En uno de los libros de historia del buen Asimov encontré el origen de Karl, significa bastardo, antes de Martell, claro está; el hijo de Pipino el joven reivindicó el nombre a fuerza de madrazos.
¿A qué voy con todo esto? No lo sé, sólo me doy cuenta que desde el nombre arrastro una polisemia un tanto contrastante pero divertida, algo así como mi vida.
Imagen de Raja Ravi Varma
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