Qué soy, qué oración reza por mí, cuál es el camión de mi basura, cuál mi iglesia. En una visión panorámica ni existo, detrás del instante me escondo, después del darse cuenta voy, pasa a las seis de la tarde, me acomodo en el asiento de este avión y hago el zoom de ventanilla, veo hacia los lados y se me cae la baba sin querer, la nuca del vecino está empapada. Es que utilizo menos de la mitad del corazón, cerebro y lengua, no tengo larvas, sólo la promesa de que regresaré como gusano, como vómito del vómito de la tierra; quién es "ese ahí", soy yo, el Cri-Crí mal hecho, la abuelita lobo de Heidegger, el nopal embadurnado de citas. Una dura memoria que suena como maraca de recuerdos, soy un guaje con la melcocha del remordimiento. Hurgando el baúl de los gerundios ando, soy el que pregunta qué somos cuando en verdad quiere saber de él, de mí que soy él, del mismo diferente, pero uei, embarnecido el ego, con los testículos tibios por la duda, pero ey. Y responde el montón de deseos cachivaches, la acumulación de cosas innecesarias, la adulación del ser habla: Eres el mejor de los posibles. A esto se opone el rencor de las hojas blancas que quisieron ser cartas y fueron basura, me enfrenta la letra firmada y el abonero del destino, rayadas, tachoneadas de ira, las ganas se apoderan del micrófono e insultan a los invitados de lo que soy, cuartillas y cuartillas de carajos, al último solo, y ni me hago caso. Soy el mal que ronca, el bobo ladrón de los cristales del yo, el gordito de la bicicleta pedaleada, el del dedo grande, el dientón pretencioso, el de los aretes de plata y boxeador de vecindad. A veces no soy lo que soy, no pasé la prueba de Elisa, no entré en la selección natural, carezco de fe y me sobran los humos. También soy el que se renta para las fiestas de los pendejos (fui más joven), el que admira la celulitis de las papadas. Incómodo cuando ebrio, trifásico cuando borracho, drogado cuando no hay más. Si estoy todos me quieren cobrar, si no estoy tardo en darme cuenta. Pido en vez de saludar: Unas monedas de chocolate para este pobre diabético. Siempre he creído que mis chicharrones no son de los que truenan, tengo magra la que piensa, se me ha hecho agua la consciencia, señora: Se me ha muerto la gallina, cómo no voy a yo-rar.
Fotografía de Cristina Bustamante
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