Desde hace años tengo la costumbre de utilizar fotografías como separadores, meto las imágenes al azar, sin fijarme qué foto introduzco en los libros, sólo imprimo varias de las que he guardado en mis respaldos binarios y las pongo ahí, con la oscura intención de tener momentos nostálgicos durante mis lecturas consuetudinarias.
Ahora leo "El castellano en América" de Rufino José Cuervo, adentro me encontré con una foto de mi fallecida abuela Carmen Mena, la escena es de un doce de diciembre, lo sé por los detalles; atrás de ella está mi mamá y a un costado mi primo Víctor Mora vestido de charro negro con motivos dorados, mi abuela trae puesto el sombrero de mi primo, con la mano derecha levantada hace un saludo a la antigua usanza. Sin duda el lugar es la iglesia de San Diego, acá en Morguelia.
Esto me llevó a recordar que cuando mis progenitores se separaron mi padre, en uno de sus alcohólicos arranques, destruyó todos los retratos de mi infancia, las instantáneas familiares se hicieron fogata, él quería olvidarse de mi mamá pero lo que hizo fue borrar hermosos momentos de mi niñez y de la de mis hermanos. Esta reproducción de mi abuela Carmen es el único vestigio que conservo de ese tiempo pretérito, aquella época quedó sin registro tangible, y todo por un estúpido acto de venganza que no sirvió para nada. Bueno, sigo leyendo a Rufino.
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