lunes, 8 de agosto de 2016

Esta poesía ya la escribí mañana (Texto leído en el Jardín de las Rosas a propósito de "Todavía es mañana", del autor Adrián González Camargo, editorial Diablura, colección Troje de Diablos, #3, cinco de agosto, 2016, Morelia, Michoacán).

Todavía es mañana de Adrián González Camargo es un libro de poesía con muy pocos adjetivos, alguien dijo que el adjetivo mata, seguro que el autor también leyó eso de poeta no describas la rosa, muéstrala. Acción, de esto se trata la vida, es decir, la poesía. El poemario de Adrián está divido en tres momentos: Mañanas, Infancias y, el que le da título al mismo, Todavía es mañana. González Camargo se desenvuelve más en el medio cinematográfico, sin embargo las letras siempre lo han acompañado, escribe guiones, que también son literatura, ha ganado premios aquí y allá. Pero esto no es tan importante, no ahora. Lo que nos incumbe, aquello por lo que nos reunimos hoy, en esta plaza hippiosa resguardada por el Manco de Lepanto y Don Vasco de Quiroga (sin carnitas), es la poesía.

Mañanas

No le pregunten de dónde viene ¿qué no ven que proviene de la flor más bella de la luna? Esto lo escribió Reinaldo Arenas, a propósito de su quehacer poético. Adrián tiene un poema que se intitula El fin, antes que amanezca, lo que me recordó ese libro autobiográfico de Arenas: Antes que anochezca. La poesía que nos comparte este autor moreliano es vertical, porque el mundo es vertical, escribe él. En caída, un agujero negro nos invita a desaparecer diariamente, anoche Dios nos traicionó/de varias puñaladas acabamos con él.

Despertar ya es ganancia, la primer parte de Todavía es mañana tiene un tono ligero, divertido e, incluso, filosófico. Adrián González Camargo juega, sabe que su reino es de una página, pero hay alguien más, un ella, una partícula de inspiración, el rocío que nadie más puede ver. Dormir para levantarse y sentir el olor de tu cabello por la mañana. Café, frío y una habitación llena de polvo. Ahí anda el poeta, buscando las sandalias, descorriendo las cortinas a pesar del frío y la lluvia.

Infancias

En Infancias sentí la lágrima solitaria correr por el surco de los años y, un poco, el reclamo hacia la vida, porque estamos hecho para la muerte; además, está la añoranza de esos años en los que mis dientes no eran tan chuecos, la época maravillosa en la que no conocía las facturas ni las rentas, tiempo inmenso, del que hablaba San Agustín sin que nadie le preguntara sobre él; y Adrián se cuestiona: ¿Dónde están los brazos abiertos de mi madre? Y el padre también anda cerca: por eso yo no digo que mi padre me ha abandonado.

Infancias es la sección más solemne del poemario, triste y verdadero, el poeta se desnuda y se lanza al río de la niñez, el recuerdo es una balsa: Me largo del presente/como quien toma una barca para irse a otra parte,/con su padre muerto a bordo. Adrián González Camargo se exige demasiado: el niño tiene que tener una respuesta.

Todavía es mañana

Todavía es mañana me recordó aquella parte de El Perseguidor de Cortázar, donde el personaje principal comenta que esta música ya lo toqué mañana, Adrián es el velador de lo por-venir. Estamos lanzados hacia el futuro o vivimos atrapados en el ayer, todo tiempo pasado fue mejor y frases de este tipo constituyen la médula de esta tercera parte. El poeta naufragó y se lastimó, porque todo eso duele cuando ya no te amo. Continúa en la cartografía de lo que fue: Las hojas se apilan/como cadáveres/año tras año. ¿Qué viento barrerá con esas hojas? Cuántico, el año nuevo es una sábana con muchos pliegues, debería existir un mes que se llamara Poesía, seguro que Adrián habría nacido ahí, un miércoles y sin casa:

Los lugares de la poesía

la poesía no debería quedarse en ninguna página

debe vivir donde nadie pueda tocarla

debe salir por la mañana, antes que todos despierten

dejar las botellas de leche fuera de su lugar

abrir la ventana para que el sol se acomode en la habitación

la poesía debería ser sigilosa

como el gato que recorre la cornisa de la ventana

como el pincel que se cae y nunca más se levanta

la poesía no debería tener casa

ningún poeta debería leer poesía en voz alta

mejor entregar en silencio sus poemas

marcharse y dejar que cada quien lea su poema

desnudos en la cama, sentados frente a la televisión apagada

la poesía no debería resumir el fin de una vida

un poeta no debería escribir poemas por cada partida

¿para qué hablar de las despedidas, si hay cosas más importantes?

los cubiertos siguen sucios, por ejemplo

el tren volvió a dejarme, por ejemplo

caminé hasta el trabajo

me rompí la suela de un zapato y el zapatero no abre hasta el martes

volví a casa y las ventanas tienen telarañas

cortaron la luz y camino con una vela en la mano

me tropiezo con una de tus maletas

adentro están mis cartas

las leo

las vuelvo a leer

las leo tres veces

y pienso cómo es que la poesía no pudo evitar que te marcharas.

Fotografía de Cristina Bustamante

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