La situación actual es paupérrima, el alud de reformas que los tres poderes de la nación están imponiendo en todo el territorio sólo benefician a unos cuantos empresarios y politiqueros oportunistas, mientras que miles de ciudadanos están siendo reprimidos salvajemente, la violencia manda y la indiferencia le secunda. ¿Y qué decir de los medios masivos de comunicación? El descrédito juega un papel muy importante en esta carnicería, sociedad del cómodo engaño, las apariencias ante todo, la distracción como arma secreta. El robo es metódico y parece que nadie puede detenerlo. Tampoco se trata de elaborar la hagiografía de la resistencia, hay errores y malos pasos que terminan confrontando a la sociedad, pero el problema de fondo es el saqueo, ya queda muy poco por defender y la falsa batalla por un país libre de protestas es mera pantalla. Más allá de cualquier maniqueísmo ramplón, el compromiso debe ser histórico, no podemos ser simples espectadores de este crimen generalizado.
(Confróntese: los bajos niveles en educación, deporte, ciencias y artes; la privatización de las playas y zonas naturales, hasta la vista del mar es para unos pocos; la entrega del petróleo mexicano a manos extranjeras, el precio de la gasolina por los cielos; los miserables salarios mínimos y la desproporción de oportunidades, millones de pobres contra unas cuantas familias poderosas; la militarización del país, el estado como un panóptico, todos vigilados, la aspiración es que la mitad de la población sean meseros y la otra mitad policías; el crimen organizado dirigido desde el mismo gobierno; el estatus mental de los funcionarios, la partidocracia, el sindicalismo vendido y podrido; el pan nuestro de cada día.
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