José Revueltas dice que toda teoría es gris. Dicho así, sin contexto ni explicación, poco sentido tiene tal frase. Pero cuando intento darle orden a mis "ideas" entiendo lo acertado de esta analogía cromática. Gris, que apenas alcanza el rango de color, es el tono de mis pensamientos. También son grises las tardes nubladas, aunque no me ponen triste, sólo un poco melancólico. Sobre esta última palabra Roger Bartra ha dicho demasiado. Pienso en los nombres de los autores con los que he pasado tantas horas en mi sillón, las charlas silenciosas, los cuestionamientos y las respuestas mudas. Es una larga lista gris que intenta hacer brillar mi sombría personalidad. Puros buenos propósitos que no se concretizan, mi ignorancia es plomiza. Por ejemplo, hace dos años intenté escribir un pequeño texto sobre Emilio Uranga, después de haber leído bastantes de sus textos me di cuenta de que ni siquiera sabía el lugar exacto de su nacimiento. Panorama gris el mío, sin teorías, sólo muñones de ocurrencias. Hasta cuando sueño lo hago en blanco y negro, en una escala de grises oníricos. Tengo varios libros que son de color gris, mencionaré dos. Uno es la "Pedagogía" de Immanuel Kant; el segundo, de un gris casi verde, es "Zanahorio" de Jules Renard. Sí, a pesar de que no llego ni a hipótesis, no importando que la existencia mía es grisácea, monótona y aburrida, aún puedo decir que algún día mi vida estará llena de color.
jueves, 9 de julio de 2015
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