¿De qué huye el escritor? No huye, sólo cree que escapa hacia un lugar solitario donde podrá rumiar su asunto con tranquilidad: Deseo inmolarme dentro de ese inmenso misterio que soy yo mismo; al despedirme tocaré un réquiem con mi silencio. Nadaré con calma de regreso hacia mi casa, la vía láctea, misma que siempre llevo sobre mi espalda. Hay que observar con cuidado, como si fueran las letras pequeñas de un medicamento, por ejemplo un clonazepam. Ahí está el escritor, entre líneas lo vemos asomarse. No es que el escritor sea sus personajes, el escritor ha visto los ojos del diablo, ha intuido algo y utiliza signos, símbolos, anécdotas, patologías familiares, recuerdos del más acá. Tropos y trapos. Y entonces ocurre, al niño enamorado de su madre, Edipito, le roban la bicicleta; al personaje mitológico castrado le caen mal los camarones. El escritor se mira en el espejo y lo que ahí ve le saca de quicio. Nos ve y se ve, al vernos se da cuenta de la broma, se ríe para no llorar. ¿Qué ve en el espejo? Máscaras, muchas máscaras que significan muchos problemas, la vida es un problema, Álvaro de Campos es un atajo de dudas y cuestionamientos, es ira pura. Comienzo a pensar que vacaciona en mi cabeza. El escritor hace como que se aleja, como buen antropólogo toma distancia, en realidad sólo da vueltas sobre el mismo lugar para destapar algo, alguna cloaca de la impropia idiosincrasia. El escritor se parece al mayate (Cotinis mutabilis). La suya es una fuerza centrífuga, gira alrededor de la fogata, quiere saber quién trajo el fuego, y qué es eso que llamamos fuego, para qué sirve. El escritor va un tropiezo adelante, le gusta perder la razón y las llaves, hacerse el dormido en las mesas del bar con la esperanza de escuchar algún chisme de alcoba. Este escritor al que nos referimos, el que hoy llama nuestra atención, se clava en la textura, así es como se dice coloquialmente cuando queremos referirnos a la profundidad de un autor, a su trabajo de campo. ¿Escritor de qué? El contenido de este cuento será revelado dentro de cien años. En su haber tiene poemas, relatos, cuentos, epigramas, aforismos. También le gusta la arquitectura, "Escapismo en espiral" es el nombre de su último parque de diversiones. El espiral es un sacacorchos metafísico que se llama humor. Freud escribió sobre el chiste, se abre una brecha en la atención cuando alguien dice un chiste, se relaja el asunto aunque no pierde importancia; Henri Bergson tiene un libro acerca de la risa, dura la carcajada; Octavio Paz habla de la risa como algo divino, sólo el que entiende ríe. El trabajo es lo contrario de la risa; serio, castigo divino que el juego aliviana. Juego y risa. Los dioses ríen todo el tiempo, y estos deben de estar locos porque nos dieron la vida. Nuestro escritor juega cuando escribe, el humor que encontramos en sus relatos nos hace pensar. El Gallo se levantó encabronado. La locura acompaña a Miguel desde hace años, ya iban a las maquinitas juntos, en vez de ir por las tortillas. El Señor Tarántula sabe que la suya es una enfermedad psicosomática: Las gotas del médico no ayudan en nada. A propósito de la combustión, Miguel Ángel García teje historias con fuego, cita a Nietzsche y le dedica un relato a Sade, Heráclito tiene quemadas las manos por tanto ¡oriuquen!: Eligió a Ryu, un peleador japonés. Con habilidad ejecutó comandos y secuencias entre palanca y seis redondos botones, con ello logró feroces embates: patadas fulminantes, furiosos uppercut con la mano derecha y demoledoras esferas de energía minarían la vitalidad de sus adversarios. El exceso de video juegos alteró la conciencia de unos de sus personajes, quedó frágil de mente, al igual que el autor, ambos han perdido su identidad, dentro y fuera del texto. Ya no sabe quién es, no recuerda cuáles son los elementos constitutivos de su ser, duda, y qué bueno, los maniáticos son aquellos que creen demasiado en sí mismos. Luego están las inversiones, Jonás vomita al pez, el martillo es de fayuca, los zancudos no tienen miedo, de hecho nunca lo han tenido. El escritor desaparece, se escapa. Este mundo está de cabeza, la historia es ficción, porque al recordar ya estamos mintiendo. Ahora a leer "Escapismo en espiral", una última probadita: "¡Chingas a tu madre!”, así le gritó. “¡Chingas a la tuya pendejo!”, le respondieron. Y en efecto, los dos se fueron a chingar a su madre, eso sí, cada uno por su parte: comerciales. De inmediato aprovechaste para servirte refresco y preparar unas palomitas con extra queso y extra mantequilla (a tu edad eso del colesterol-triglicéridos te parece un tema muy lejano).
"Escapismo en espiral", Miguel Ángel García, ed. Silla Vacía, Morelia, 2015.
(Texto leído en el Museo del Estado de Michoacán, 22-julio-2015, las cursivas son citas del libro de Miguel Ángel García, alias Sr. Tarántula)
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