“No era precisamente fino pero, llegado el caso, dominaba el arte de cabalgar en sus semejantes”, estas palabras las escribió Lichtenberg y quedan perfectas para abrir este texto en memoria de Josué Ruiz Maldonado, michoacano abatido por las olas del mar; Oken o El Chino (alias de Ruiz Maldonado) sabía muy bien que los seres humanos estamos habitados por dragones y ángeles, él mismo fue un demonio creativo, sembró flores en el infierno antes de su última brazada.
El corto tiempo
Josué nació en Arteaga el 13 de febrero de 1986 y murió el 9 de diciembre de 2014, en la Costa michoacana. Estudió flosofía en la UMSNH, fue maestro de lógica en la preparatoria número 4, tocó al lado de Jorge Pointelin, su maestro de tambor y vida. Melómano empedernido, podía escuchar música durante todo el día y la noche, sólo por el placer de hacerlo, porque le gustaba. Lector de Nietzsche y San Agustín, una de sus preocupaciones fue el tiempo, el cual se le agotó muy pronto.
Escribió poesía y ensayo, los aforismos eran sus favoritos: “Si supieran ustedes de qué basura crecen los versos sin sentir vergüenza”. Observó a un México que estaba transformándose y no precisamente hacia mejor: “Arma refiere a una orden o a un instrumento de ordenamiento sobre la base del dominio de ciertas tecnologías de aplicación energética variada y con una finalidad persuasiva brabuconamente afilada; armar refiere a un arma en particular: la AR-MAR, siempre presente en la gente que custodia sus umbrales, el mar es el que arma, es ése su significado mitógeno, endógeno y endémico; armado refiere a niveles como el amor o la belleza, a metáforas expeditivas en barcos, a conclusiones orgásmicas, a subconjuntos matemáticos de un todo. En este sentido México está todo armado, No hay inicios ni finales”.
Otra vez el mar
Josué Ruiz Maldonado, poeta y percusionista, víctima del mar, otra vez el mar. Al parecer Reinaldo Arenas escribió para él lo que sigue (sin saberlo): “No le pregunten de dónde viene, ¿qué no ven que proviene de la flor más bella de la luna?”. Aunque ya no está como inteligencia sintiente, sí permanece su pensamiento, a la espera de que alguien lo encienda de nuevo: “Veo crecer hasta mis ojos figuras de silencio y desesperadas. Escucho grises, densas voces en el antiguo lugar del corazón”.
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