jueves, 24 de abril de 2014

  Sonaba un son lento y aburrido cuando comenzó la pelea. Mis mejores golpes en su cara, volaron los tarros con cerveza artesanal, cara y pretenciosa cerveza que venden unos hijos de su culturalosa madre. Uno tras otro como un púgil profesional, los golpes animaron la noche, nos separó el dueño del lugar. Días después los moretones hicieron su aparición, la sangre molida, el mole de guajolote y el recuerdo de Maples Arce, qué tiempos aquellos en los que no había nacido, todo tiempo pasado fue, porque las peleas hacen que uno recuerde. Regresé al antro de la pelea, esta vez había salsa y cumbia y ruido, gente fea sintiéndose bella, es la oscuridad. El refrigerador estaba ahí para ser violado, lo violé. Regalé libros y cigarros, me corrieron por dormir y cuando ya daba por terminada la aventura, un alma caritativa, un pan de dios, me dijo que tenía una bicicleta esperándome. Me fui en ella, me fui durmiendo en ella, cuando desperté el tobillo ya no estaba en su lugar. Una semana de dolor que comparto con Cristo, mi vecino atropellado.
  El perro viejo vive en la plaza pública donde recibe las sobras de la ciudad. Hay una señora viuda que regala adjetivos a los que van pasando. También pasa un camión que te lleva a la desesperación si no te subes por delante, adelante hay lugar, grita el chofer. La únicas comas de este adefesio. La mágica transformación del lugar común que ya no es tan malo como lo fue ayer. En este sitio todavía existen los magos y las prostitutas y los taxis italianos del renacimiento. Cuando la noche cae aplasta todo porque la noche es una bota gigante. Si todo está aplastado de noche ya no puedo salir a jugar con mis soldados de carne. Un pueblo que no juega está condenado a recibir las sobras de las sobras del perro. Y en mi ciudad nada de esto pasa.
  Este tambor suena a tierra mojada, redobles y contratiempos antes de ir a morirse un poco a la oficina, antes de empezar la esclavitud consuetudinaria. Los pocos pedazos de tierra que el pavimento ha dejado se estremecen, se mecen también las calles, el asfalto se eriza cual si fuera piel. Se aproxima la lluvia y el sol pelea con las nubes por un poco de espacio. El ritmo de las estaciones ya tiene su danza, de raíz y aves que bailan en cables de luz. Esta mañana de percusiones y lindas muchachas hablándome del ensamble universal, ambos lados del quisiera y una gota de música, un rocío del ser.

Veo.

  Sadomasoquismo es ser verdugo y víctima a las tres de la tarde en la cola de las tortillas, no traes servilleta y el papel cuesta cincuenta centavos. No al mismo tiempo se golpean los golpeadores, uno es el golpeado y otro el golpeador. Pero sí al mismo tiempo ocurre el fenómeno polisemántico de te pico el culo con mi lápiz del dos. No es la misma persona de las tortillas, ahora tenemos a un joven delgado en la panadería que le gusta ser golpeado con conchas de chocolate. Pero sí es la misma persona de las tortillas, la que va pasando, trae arrastrando con una correa a un anciano y éste tiene una erección tremenda, un perro se acerca y lo muerde. Placer canino con un poco de rabia. Se te hace agua la boca cuando le pego a tu mamá, a ella le encanta ser maltratada. El complemento perfecto te pega en la boca, te saca la sangre y tú pides más, ¡más, más, pégame más! El matrimonio es sadomasoquismo. El estado es sadomasoquismo. La universidad es sadomasoquismo. Quiero que me muerdas los huevos. Escupo en tus tetas flojas de tanto que las jalo. Méteme la verga por el culo, papá. Te grito. Me gritas. Te pego. Me pegas. Soy tuyo. Eres mía. Soy tuya. Eres mío. Coméntalo con tus amigos, diles que te gusta el sadismo y el masoquismo. ¿Qué te dirán? Vi a una niña de dieciséis años golpeada por un tipo gordo vestido de negro y me excité, esto ocurrió en la avenida Madero, en el centro histérico de Morelia, acá en Michoacán de mierda. ¿Hago mal?
  Escucho el reguetón de Tchaikovsky que pasan por Radio Ranchito, "Salsa picante Don Bartolomé de las Casas te da la hora"; una campana anuncia que es hora de tirar la basura y me dan ganas de hacer del dos, o sea, cagar. Mi mala caligrafía reciclada: piano, flechas y un perro rascándose. Salgo con las bolsas negras que ocultan mis vergüenzas, mis desperdicios, los papeles embarrados de procesos digestivos. La vecina calipigia me observa, pone atención en la cantidad que le entrego al basurero. Yo me fijo en otra cosa. Mi reducción no es eidética sino monetaria. Los hechos tal y como se me ocurrieron, así los narro. Ranke se puede ir a tomar por culo, es decir, a España, la madre patria que abortó monstruos en siglos pasados, drogados los gatos se pelean cuando leen la historia universal. Hegel no vale madres, así dice un estudiante que también tira basura, le pregunto sobre sus lecturas hegelianas, nunca lo ha leído pero lo odia con todo su corazón rojo y comunista, tampoco ha leído a Marx, lo que lee ahora es "El monje que cambió a su mujer por una dosis". Buen libro, buen tema. Tesis, no tesis de cien páginas, sin tesis a la hora de las becas, anti tesis como papel de baño, anti Nueva España, anti reciclar las nacionalidades, anti México me hinco porque México es liliputiense, ansina soy, chaparro entre los chaparros, champurrado en mi venas, chile verdes y habaneros, tortillas para mis frijoles. La estructura que se mantiene constante cada mañana, con cada campanada, con cada vecino, en la radio, en el aparato que contiene las ondas buenas y malas, porque según Tucídides la historia es pedagógica y los miércoles hay dos por uno. Porque mi vida determina a la conciencia mía. Mi vida es una mujer que ya partió, cortó la naranja fresca del viaje, me quedé con la mitad chupada y no la tiré esta mañana.

lunes, 14 de abril de 2014

  Dame el pie derecho para comenzar esta historia que de hecho y pensamiento comenzó en el instante de la creación creadora y creada, cuando el principio no era límite sino generación de horizontes amalgamados, unidos como cadena, referencia, saxofón, flauta, tacos, fútbol, pobreza, espíritu. Extiéndeme un oficio donde vaya tu mano, fírmalo, te espero el lunes a las seis. Ningún texto está terminado, el único exterminado es el fin. Coopera con tu idea. Imperativamente te doy los enunciados proposicionales y tú pagas la cuenta. Las órdenes pueden no tener acentos, con las quesadillas pasa algo parecido, aunque lo parecido es gradual, como el día en que te vi nadando en la calle, recuerdo que fue el mismo día en que la Real Academia de la Lengua se trababa. Para recordar he tenido que viajar en el mí mismo del tiempo.

  El íncipit estuvo ahí, arriba, en el supra etimológico, en el ser que permanece en el apuntalamiento del recuerdo. Recuerdo que tal cosa, recuerdo que tal día, recuerdo a las sirenas, sus voces acariciando mis rodillas, la piel se erizó y un lanchero se comió mi adentro.

  Es muy difícil terminar bien, la mayoría de las veces te he visto dando saltos para no pisar tu cola, saltos forzados, de los sin ejercicio, sin estilo, carentes de toda traza, pesados, los cuernos te pesan y haces como si fuera aureola lo que tienes en la cabeza. Pero tenme paciencia, porque tú y yo estamos escuchando las bombas, los balazos, los gases del otro. Dame el pie, la mano, la risa, dame las gracias y las despedidas, quiero que me entregues a los conceptos puros, el fuego del infierno, la maldad de los violines, te exijo un sí sin ceros, un sí a secas, una afirmación sin cifras ni condiciones.
Como el abrazo hipócrita de los imitadores de Bob Marley
Como los congresos del chuletón
Como el basurero enojado por su trabajo
Como el sub que se siente pro
Como los tradicionalistas ortodoxos que se visten de blanco
Como el cáncer de la democracia que se extiende
Como las vacaciones católicas
Como esos besos forzados
Como los empresarios culturales
Como los amores fatales en bicicleta
Como el patrón que no da vacaciones ni seguro ni aguinaldo
Como el perro sin pulgas que se rasca hasta sangrarse
Como la tesis estéril del doctor que no cura a la Nada
Como el pene sin condón
Como los amigos pobres con vidas trágicas
Como el hígado amarillo en una cantina
Como la sonrisa de la esposa del desconocido
Como la programación de la televisión
Como el calor del asfalto a las tres de la tarde
Como la muerte de Jesucristo a las tres de la tarde
Como Mahoma con hernias por cargar la montaña
Como piedras en el riñón de un recién nacido
Como asalto frustrado
Como las faltas de ortografía en los camiones
Como poema hermético y sin azúcar
Como la soledad de una pareja
Como la muerte de Miguel Hernández
Como la muerte de Carmen Mena
Como francés en Puebla un cinco de mayo
Como torre gemela viendo un avión venir
Como rueda desafortunada
Como agua de espejismo
Como cine de arte en matiné
Como galicismo en Tepito
Como la constitución mexicana
Como todo lo horrible que me acontece
Cómo vine a parar aquí.
  Agua purificada de manantial a solamente diez pesos, compro fierro viejo que venda, llegaron los melones, mangos, fruta fresca, el gas del lago, se les informa a los vecinos de la colonia Prados Verdes que no habrá servicio de luz los días cuatro y cinco, las sirenas, los motores, pajaritos en el aire, los borrachos en los tacos ahogados, resaca política, los programas idiotas de la radio cultural, el desorden, los helados. Un sábado en la calle de la normalidad, donde el sol calienta el asfalto y los niños se amenazan con cuchillos.
  El mundo es del tamaño de unas cuantas cuadras cuando te busco, y te encuentro. Estás brillante de noche. El perfume de mezcal te va muy bien, te pintas de verde para hacer resaltar esa sonrisa polivalente que te caracteriza. Porque en ti cualquier palabra y cualquier porqué. Y la guerra es azul y negra. Caminamos en dos ruedas por la avenida, esa misma avenida de marchas y bombas, te sigo, a donde vayas, voy de madrugada, en la humedad de un abrazo tuyo. La música suena y no habrá policía, chacal, inspector, ningún hijo de puta que pueda parar esta canción del verte, del quererte.
  Juez de este concurso maldito, el concurso del más idiota, ¿por qué no gané, qué me hizo falta? Tomé mezcal y cerveza, besé los pies de los que me patearon en la cara, les di besos de lengua, escupí en la olla de la sopa tarasca, platiqué con los ancianos borrachos sobre diversos temas, pellizqué a los niños enfadosos para que me acusaran con sus papás y luego peleé con ellos, descalabré a dos y conseguí el teléfono de una mamá muy joven, ayudé a una señora con su bolsa del mandado, parecía que traía piedras pero eran melones, le prendí fuego a la puerta de la iglesia justo cuando el sacerdote daba la bendición, cambié mis inciensos de vainilla por un poco de música ranchera, hice lo imposible posible y en la noche acaricié a los policías que no conocen el amor. No gané, no ganaré, esto es un fraude.
  Si me preguntas por los ardorosos no respondo, es que estoy tan pobre de respuestas y guitarras. Jaime, tus hijos te han abandonado, la muerte del mayor se hizo menor y en Chiapas sólo hay anorexia. Un do sosteniendo la puerta del vaso de agua que no tiene fin, no se muere el culero, carajo Jaime, di algo, no te hagas el cadáver exquisito. En el agua de horchata que trajiste pon el dedo, ¿que si me duele? Había aguacates, un tranvía y Jota-Jota y tablazos y adjetivos y conjunciones. Poesía modernista planchando, que bien me está quedando esta tela, la suave patria de un Ramón, camisa a cuadros, pantalón ajustado, muy ajustado, chamarra rosa y en la esquina de la Independencia dice: El rosa no es de joto. Dixit, chichi, carajo. ¿Qué es lo joto? ¿Cuándo dejarán volver a Reinaldo Arenas? Porque Reinaldito quiere volver, vomitar sobre la tierra querida al amanecer de un lunes. Te declaro culpable de mi amor, ¿a quién le hablas? Estos celos de ser José Paz, Octavio Revueltas y sus muros de vino tinto que hacen a este laberinto del acompañamiento. Rehacer, cagarlas una y otra vez, pasto, cucharita para el té.
  Si la imagen de una felación me espanta tanto ¿por qué permito que violen a mis hijos frente a mis im-propias narices? La violación ocurre en todas partes: la escuela, el trabajo, los medios de comunicación, la familia, el estado. El problema está en mí porque vivo en el simulacro ubicuo, no soy coherente, no tengo bases ni fundamentos, no soy, repito la tradición del agandalle ontológico que me carcome. Una y otra vez enciendo la lavadora de lo que no quiero recordar, la corrupción corre por mi atolera sangre. Quiero volar y lo único que hago es arrastrarme. Yo soy el cáncer, yo soy la mafia, yo soy el violador, yo soy el secuestrador, yo soy el asesino de la filosofía, yo soy el culpable.
Vivir con sentido, hacerlo, crearlo, no buscarlo en el exterior.
  Eran las tres de la madrugada y caminábamos sin ver los rostros desvelados que, en un movimiento espejo, nos veían con amor de muerte. Y si menciono a la muerte y a los huérfanos del día es porque aquí radica lo necesario, en las caminatas contigo, lector de los desvelos.
  Galletas de chocolate, me gustas, atole sin el dedo, te quiero, tacos de cabeza, te espero, brócoli con queso, me pierdo, ayuno de los dioses, espera de la tarde, oficina del poema, mujer, la comida ya está fría.
  Por más que intento y ensayo y doy vueltas y me muerdo la cola, por más que haga ya no sirvo para esto. Ya no puedo, en vez de caricias doy pellizcos, te hago llorar y me como mis mocos. Puta vida que destruyo con mis putas palabras prostitutas. Debo y no tengo: ni llego a la puerta, quiero tragarme la existencia con alcohol pero esto es una farsa, de mal escritor en peor persona encima de la misma escupida, cumbia colombiana que suena en la radio. Un sonrisa gastada en el pavimento de esta calle infantil. Una llanta que se poncha y una conga que se toca. Me has dado cosas tan bellas como la canción del adiós. La cosificación de la murga de Panamá ya me tiene sin testículos y es que te quiero, de alguna manera tendrás que escuchar al trovador filipino que no soy. En verdad lo intento, pero no puedo, no puedo chingada-madre-chingada. El perro me mira y es joven el paseo. Me voy, sí, ya, me fui.

martes, 1 de abril de 2014

En el mercado de mi cabeza todavía encuentras:
Los días nublados de incertidumbre
La luz verde del alto
Un collar de limones
Helicópteros
Perros diminutos
Perros diminutos con armas diminutas
Banquetes diabólicos
Un boleto de camión
Una ocurrencia sin rima
Un uno retorcido
La sílaba más triste
Poetas del apetito
Preciosos adjetivos en bolsas de plástico
Cuatro marcos de madera con detalles medievales
Una ilustración polaca de Descartes
La filosofía ilustrada de un grito
Polvo
Un sí
El retrato de la señora Dorita
Un así
Cuarenta kilogramos de algo
Las noches tiernas de Tierra Caliente
Posibilidades
Un pastel envinado de tres leches
Unicornios nahuatlatos
Ratas misioneras
Medusas de mar y tierra
Sapos
Un puñado de Carlos
Quinientas tablas finamente cortadas
Diccionarios mutantes
Catálogos de antes
Muchas veces la palabra antes
Madera
Una pipa de agua
Un qué me importa vestido de rosa
Cien tesis sobre la burocracia
Una taza para no tomar café
Varios pares de patines viejos
Números fantásticos
Y una gran variedad de artículos de lujo para mis chingaderas.
  Consumí de todo aquella noche, también tu cuerpo. ¿Quién eres? Pues un puerco, un cerdo, un fajo de billetes falsos, eres un premio internacional que enorgullece a los nacionales estúpidos de tanto sol. Aquella noche no fue de romance sino de sexo anal en las piedras del patio de esta casa gramática. Y tú no estabas, tú tampoco, tú sí, poeta de marras. Clavaste tu espada samurái en mi espalda. Tú no estabas en mi lugar, ponte en mi lugar, así dicen en el transporte público cuando tienes alguna enfermedad mental o si de plano ya eres muy viejo para volar en aeroplano. Porque estás muerto y sigues presente en aquella noche del recuerdo, circular, también tu cuerpo hace música cuando lo aplasto con el pie del pensamiento.
Acento en pasado y el himen de la alegría.
  Si tecnificamos el lenguaje caemos en un hoyo retórico, por esto y lo otro mejor: salud. La fiesta estuvo bien pero no quiero que me toques las piernas. Es mío, nada más no te lo lleves. Cooperamos, no seas manchado. Ya me rompiste el parabrisas. El símbolo de la cruz. Quiero decir pero no puedo. La compañía de teatro fue mala influencia y mi mamá subió para saber si no estábamos peleando las papas, pelando los curas.
Es cierto que voy a morir en un desierto, pero también es cierto que los desiertos son tumbas con oasis.
  Borro y escribo ante esta hoja, son las nueve treinta y el lápiz dice: La poesía buena no abusa del adjetivo y un violador ágrafo me ofende con sus sucias manos. Mentira, pues como escribes, mientes. Yo no violo a nadie, violo a la nada. Diferentes enunciados, misma proposición, la lógica que vende tamales de humano afuera de los hospitales infantiles, la han visto, que no se haga verdad. La poesía buena es un tranvía, el tranvía es anacrónico y mi lápiz quiere engañarme, se me encaja en el hoyo de la orina y ya no sé distinguir las conjugaciones básicas de los topes. Con jugo vacío el monstruo del lago Nel-Pastel. Se deshoja la vieja rosa porque vive en el presentimiento constante, mi cuaderno tiene miedo y estoy tomando tinta roja de mal gusto. Hoy, escribir a mano es algo raro. Hoy, después de una tarde de bombas y señoras locas, tengo hambre.
  Maritza se pegó en la boca con el borde de la puerta hoy en la mañana. La sangre no dejaba de salir y un charco profundo se formó. ¿Qué haremos con la sangre de Maritza? Gabriela, su mamá, se dispuso a recoger la sangre con un trapo. Llenó dos cubetas y media y las guardó en el refrigerador, un refrigerador muy grande o unas cubetas muy pequeñas, a según la imaginación del lector. Ahora mal, la boca de Maritza se hinchó tanto que tuvieron que picarle con agujas para sacarle la sangre molida, sangre negra que se acumuló en sus labios, por eso se hincharon, por eso las agujas. No sé si exista algo así como puerta-fobia pero creo que Maritza desarrollará algo así, ya veremos. En lo mientras, le enseñaré a Maritza algunas imágenes de mujeres africanas que, a modo de esteticismo, se hinchan los labios para ser atractivas, siempre estoy pensando en referencias.
  Se dio cuenta de que sus amigos únicamente lo eran por su dinero, entonces la amistad para él fue cuestión monetaria. Gastar o no gastar, si no gastaba no tenía compañeros, si gastaba su popularidad se hacía notar y las sonrisas y los abrazos, el sexo, las copas y los cigarros de guerra. Un día, o una noche (qué importa el sol, qué importa el no sol), quemó toda su fortuna, y con su fortuna se fue el simulacro. Ahora sí, él tendría amigos de verdad, que lo quisieran por lo que era, pero en este mundo eres lo que tienes y él ya no era nada porque nada tenía. Así termina esta historia, la moraleja es la siguiente: Este mundo material es el único que tenemos, hay que ahorrar e invertir en amistades de media noche.