En su página oficial, angelpahuamba.com, se menciona que es licenciado en Artes Visuales, con la especialidad en Pintura por la Facultad de Bellas Artes de la UMSNH; que tiene varios galardones como el Premio de Adquisición en el Concurso Estatal de Pintura y Estampa “Efraín Vargas”, que obtuvo en 2009; pero más allá de cualquier título o documento oficial, lo que habla por un artista es lo que hace, la creación, los frutos del árbol, porque “por sus obras los conoceréis”; Ángel Pahuamba nos presenta un discurso visual en donde los orígenes conviven con elementos contemporáneos.
Pahuamba parte de los elementos originarios que le legaron sus raíces indígenas, pero que se mezclan y fusionan con el colorido moderno, la estridencia hace que el toro pinto brame, las garzas de lago de Pátzcuaro vuelan sobre un cielo amarillo, los diablitos de Ocumicho corren a a tienda de la esquina.
En su colección "Xirangua, crónica visual de un pueblo" hay reminiscencias de Jean Michel Basquiat, pero esto no quiere decir que sean una copia o un pastiche, sino que Pahuamba parte, como también lo hace Basquiat, del trazo violento sin dejar de lado lo figurativo, un mundo cromático en donde habitan los demonios purépechas, los toritos de petate, el grafitti, las máscaras, los negritos, pero también hay niños en bicicleta; son los colores primarios que perturban al observador, es esta una asociación delirante y exquisita, el desdoblarse caricaturesco, la historia de un imaginario colectivo que habita otra historia, la del pueblo de la Relación de Michoacán.
¿Es el arte una auto-llamada de atención que se expande por rebote? La trascendencia le jala las orejas a la inmanencia, de ahí que el pintor se pinte a sí mismo. El autorretrato, juego de espejos, lo podemos encontrar en otros artistas michoacanos como Irasema Parra y Santiago Bucio, aunque en Ángel Pahuamba sí hay una intención de ridiculizarse, porque quizá considere el artista que los seres humanos están obligados a reírse de su tragedia.
Ángel Pahuamba tiene un lenguaje propio que ha construido a lo largo de los años, con paciencia y dedicación elaboró un alfabeto hecho a base de los colores del pueblo, lo tradicional se rompe para permanecer; sus trazos hablan del Michoacán mágico que se esconde bajo el triste manto del simulacro y la simulación. La labor del artista es desvelar, mostrar lo oculto, el pintor michoacano sublima lo folclórico. Por ejemplo, le da un giro copernicano a las tradicionales catrinas de Capula, serie que también se encuentra en su sitio web; la calaveras ya no son las señoras elegantes, ahora están pensativas, reflexionan sobre lo que son y sobre lo que las rodea.
Su gráfica, ilustraciones, retratos, etcétera, cumplen con la calidad técnica que se le exige a un creador, pero sobre todo, y lo más importante, provocan al espectador, mueven el punto de encaje en el que tan cómodamente se sitúa el público, entonces ocurre la magia: el diálogo.
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