Este ejercicio de escribir por escribir me tiene en un hilo de araña, hay arañas violinistas pero no son de las que hablo, las arañas del hilo fino en donde se mecen los elefantes del sueño que tuve anoche, cuando dormía en los brazos del ángel rebelde, arañas con alas y rifles de alto alcance, los zombis me hablan de justicia y tienen las manos llenas de pelos largos porque golpean a sus mujeres y les arrancan las greñas y agradecen a la patria por haberles dado la oportunidad de golpear a sus semejantes, yo digo que nadie es semejante, que la diferencia es una mentira, yo digo tantas cosas y estoy reprobado, sin título de orangután peludo, parafraseo a los otros pobres que han garabateado sus prendas con excremento, su propia mierda como discurso. El hilo es una salvación para Ariadna, bien por ella que es salvada del laberinto fácil de lo feo. Y es que enfrentarse contra gigantes de la sin razón tiene sus límites, gigantes sin imaginación, gigantes que siguen órdenes del orden que -supone- ordena algo, este orden de enanos, la escalera de enanos no soporta mi peso, estoy gordo de odio y vomito gomitas en la cara de la mamá del soldado que explota cuando lo miro, enfrentarse contra ellos, quién, aquí únicamente está el corazón de una violeta aplastada por el paso de los años, quién, una flor aplastada por el desfile inhumano en donde se festeja a un pedazo de trapo que no significa lo mismo para todos, porque la patria es un señor borracho y meado en la esquina. Hablo de los ángulos filosos con ángulos alcohólicos, hablo por hablar, escribo por escribir, beso por besar,
vengo por mí.
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