El espíritu mexicano es travieso e intensamente homosexual, transcurre en trapos exprimidos. Carlos Rojas violó en sueños a Melchor Ocampo, hablaron y no se mataron, lo de la violación fue un acuerdo, aunque a fuerzas. Personaje principal de la historia: usted, usted es la historia; usted se ve forzado a ver la violación antes mencionada, el tiempo es relacional y cambia según se ocupe en la narración, ¿escucha los gritos de Ocampo? A levantarse porque la casa ha sido su cabeza y le han puesto un precio alto, no lo alcanzamos, necesitamos escalera, entre usted y yo, solidaridad. Carlos tiene fe, las cosas pueden variar, la justicia de los caciques, la ley es el secuestro, el asesinato y las panaderías. Las tortillerías estarán cerradas porque el presidente tiene gonorrea. Ilógico y catastrófico es que todavía existan estudiantes de artes, no le pregunto lo que usted opina porque de antemano sé que usted es un artista, pero no fue la escuela, no tuvo el descaro de ir a ese lugar donde le comprimen el cerebro a uno, dos, tres y cuatro pesos el gramo. Este recurso del círculo narrativo se repite en la novela de harina y huevo, sin levadura porque soy un marrano nacional y socialista. Algodón cambiante que se podría podrir al desdecirse respecto de la ética según el desorden del cuarto, este viaje ocurre en un cuarto lleno de libros robados, ultrajados, libros llenos de semen de usted. El valor de la vida es un minino y se acaricia a sí mismo. Carlos Rojas es un pretexto y puede ser usted.
martes, 25 de marzo de 2014
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