La fiesta fue la prueba de que tú y yo bailábamos a pesar del desastre, nada nos podía detener, nuestra toda canción y nuestro todo momento. Espera, me quedo sentado. Sí quiero, pero me quedo sentado, mejor otro día. Jamás permitimos (ni permitiremos, si es que estamos vivos aún) que alguien más se adueñara de la pista de baile. No sé bailar. Tengo dos pies izquierdos. Esa música está fea. Hablo de la fiesta como algo plural, diferenciado y altamente coincidente: fiestas: del pasado, presente y futuro, militares, familiares, extra grandes, del trabajo, de la escuela, apocalípticas, silenciosas, exclusivas, del barrio, biológicas, muy propias, amarillas, después de las tres de la mañana, de madrugada, como pretexto, obligadas, religiosas, de campaña, sí, festejorización. Después del neologismo viene el cinematógrafo, ahora son dos puntos, carlosfuenteseando: En la sala de la casa hay una pareja. La cámara hace una toma en cenital, el camarógrafo se llama Teto. La pareja baila descontroladamente. La sala de la casa no es muy grande. ¿Qué más le queda a la pareja sino este pedazo de salsa colombiana que amenaza a cada rato con terminarse? Hago la crónica tal cual me viene a la automática, todavía dependo de la duración, de la filosofía del tiempo y del empecinamiento general.
martes, 18 de marzo de 2014
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