Los viajes, reales e imaginarios, fantásticos y terribles, desgarran mi espíritu sedentario, escucho la promoción de la civilización del control remoto y hay cosas que me gustan, las casi conciencias se niegan a experimentar conmigo, más allá de lo permitido para experimentar no se puede andar y yo soy un experimento de lo ya dicho y me salto la barda. ¿Quién soy yo para dar consejos sin cobrarlos? La supuesta tranquilidad se ha enterrado como tumor canceroso en mi cuerpo higiénico y saludable, ya no tengo remedio ni trapito, estoy por la legalización y prohibición, alternancia a conveniencia. Soy lodo sintiente que se habita a sí mismo y que no está a gusto con nada, pretendo resolver una inagotable ecuación de la unicidad hecha de barro, pero no queda figura que se sostenga, se me revienta al salir del horno la respuesta. ¿Por qué el sufrimiento? He definido mi “libertad” como el sojuzgamiento de los otros. La vida no ha sido precisamente un “compromiso ético” para mí. Responsabilidad hacia el otro, hacia el desposeído, qué me importa, leí El Misántropo de Molière y aprendí una nueva palabra. La sed de poder y la violencia me han vestido de rojo, me veo bien, este imperio del apropiamiento soy. Palabrejas acompañantes: menosprecio, determinismo, discriminación. Aquello que es abominable me reconforta. Hablo del proyecto moderno y de los eufemismos de lo verdadero. La razón es el olvido del cuerpo, me olvido de todo y me concentró en mí. Ya no puedo continuar, continúo para el pesar de los demás, molestia continua y pesada. Lo veo como un camino hacia la sabiduría barata y aguantadora, para esta época está bien, ¿quién me va a contradecir? Cometeré errores en la interpretación, es cierto, pero seguiré alzando la mano para salvar algo del tesoro de esta ladrona humanidad barroca a la que alegremente pertenezco.
martes, 18 de marzo de 2014
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