Entras al baño para quedarte encerrada en él. Tocamos, te gritamos, esperamos que nada malo te haya pasado, no lo sé, suicidio o al menos mucha sangre. Intentos desesperados y fallidos para abrir la puerta, un cuchillo, un buen golpe, ya está abierta. Te sacamos como podemos, dormida y ebria, con la cabeza ladeada, como si fueras un soldado herido en el campo de batalla, auxiliado por sus compañeros. El anfitrión ofrece su cama para que duermas en ella. Te llevan al cuarto y ahí te quedas. Cuando me voy de la fiesta, porque esto es una fiesta, voy a verte, a preguntarte si estás repuesta y con ganas de irte a tu casa, te ofrezco compañía y me mandas al carajo, ¡no molestes!, dices, y me voy al carajo dejándote tranquila.
martes, 29 de julio de 2014
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