El necrófilo tiene un sueño, encontrar el cadáver de Cristo. No le importa hurgar en todos los cementerios habidos y por haber; paradójicamente, la posibilidad de profanar este cuerpo lo mantiene vivo, con la sangre en torrente vertical. ¿Logrará su objetivo o morirá en el intento? La teológica búsqueda y la inevitable teleología ya contienen algo de placer en sí mismas, un dejo putrefacto que lo redime física y metafísicamente.
martes, 21 de marzo de 2017
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