José Rubén Romero escribe en su libro Desbandada: "No hay gentes más caritativas que el ladrón y la prostituta, quizá para contrarrestar su propio pecado". Este texto me recuerda aquel otro de Baudelaire cuando habla de la magia de los arrabales, las orillas de las ciudades en donde el escritor maldito encuentra inspiración, claro que sin la parte del pecado y la culpa que sugiere Romero: no hay que olvidar que el primero habla de un pueblo michoacano, Tacámbaro; y el autor de Las flores del mal se refiere a la más grande de las hetairas, París. Lo importante es que ambos coinciden en que hay algo especial en los desarraigados y rechazados. Traigo al presente con cariño esas charlas de madrugada con los habitantes de la calle, he aprendido tanto de estos personajes, en muchos de ellos no existe hipocresía, tampoco mentira, desarrollan una especie de cinismo que está muy cerca de lo pícaro, Mi humilde pero sincera retribución a estas enseñanzas (de lo que sí y de lo que no) es poder plasmar en unas cuantas líneas algo de ese lado oscuro de la vida, que a veces brilla más que las luces artificiales de la decencia. De ahí que pueda decir: ¡viva la delincuencia!
martes, 21 de marzo de 2017
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