Tumefacta, la conciencia se arrastra por el árido terreno de lo moral. ¿Quién la convenció para abandonar el florido arrebato y la húmeda desobediencia? Sí, grita hoy con arena en la boca, y la baba de la servidumbre forma un oasis en donde, ahogada en saliva, sin conocerse a sí misma, cree que hace lo correcto. Cadenas que la confirman prisionera, arrastra por los desiertos de lo bueno y lo malo sus deseos, sus impulsos. Arrepentida va, ésa que se niega a sí misma. Se acabó el torrente, el río violento, murió hinchada de ganas.
martes, 21 de marzo de 2017
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