Leí por primera vez a Juan Rulfo cuando iba en la secundaria, en dos días devoré El llano en llamas y Pedro Páramo, recuerdo que me gustaron bastante los cuentos "Acuérdate" y "Es que somos muy pobres"; la novela Pedro Páramo me confundió "un mucho", en ese momento no supe si los personajes estaban vivos o muertos, la trama era como un laberinto, andaba perdido, pero algo se quedó en mí, como una espina de cardón, ahí la dejé, no quise sacarla.
Años después, en 2004-2005, participé con el grupo de teatro Foro 4 en el montaje de ambas obras, Sergio Camacho nos dijo que cada actor podía escoger los cuentos de su preferencia para ser interpretados, escogí los que arriba menciono, más el de "No oyes ladrar los perros"; también salí en Pedro Páramo, hacía el papel de un revolucionario, a pesar de que mis diálogos eran muy flacos yo le echaba hartas ganas, sólo decía: "Semos trecientos" y otra cosita del mismo tamaño.
Releer a lo largo y ancho de estos años las obras de Rulfo me ha aclarado antiguas dudas y se han abierto otras, muy profundas. Esto es lo que hace a una obra universal, clásica o como quieran llamarla, no se agotan sus posibilidades, sus lecturas son infinitas; por más estudios sesudos que investigadores e intelectuales hagan sobre ella sigue virgen para los nuevos lectores, para los "oídos y ojos muchachos". Rulfo escribió una obra tan sencilla que es compleja por esto mismo, "quería escribir como se habla, no hablar como se escribe".
Tuve la oportunidad de entrevistar a su hijo Juan Carlos para un festival de cine de Morelia, por supuesto le pregunté por su padre, él respondió con algo de enfado, dijo que sí había algo de la estética rulfiana en su obra documental pero que estaba intentando otras cosas, no insistí porque hablaba poco, algo que le venía de familia.
Rulfo fue un mentiroso profesional, en el sentido que Platón acusaba a los artistas, maestros del infundio, y él se aprovechaba de esta situación, sabía que desde el recuerdo ya estamos ficcionando. De ahí que en las cuatro o cinco entrevistas que se conservan a veces se contradiga en sus decires, era su estilo y eso lo divertía, aunque pocas veces se le vio riendo, era un tipo que le dio mucha importancia al humor, pero también a la crítica de un país que conoció bien. Me quedo con esto que expresó en una de esas entrevistas: "México no va a arreglar sus asuntos hasta que no elimine la profunda miseria en la que viven sus pobladores".
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