Hace poco vi Zodiac, película dirigida por David Fincher y basada en el libro de Robert Graysmith. Un asesino manda cartas a los periódicos con pistas para su captura, pero nunca lo atrapan, a pesar de que el caso dura abierto más de veinte años. Lo que me llamó/atrapó del largometraje es el papel que el periodismo juega en los hechos, supuestamente reales (¿hechos reales?).
Robert Graysmith y Paul Avery (Jake Gyllenhaal y Robert Downey Jr.) son el caricaturista y el columnista del San Francisco Chronicle, dos piezas fundamentales en el armado del caso, nótese la importancia del impreso para solucionar un crimen (¿ciencia ficción o nostalgia de papel?).
Zodíaco, in spanish, me recordó dos libros que están relacionados con el buen Carlos Monsiváis y los destinos de esta nación tan gritona. El primero de ellos es Las herencias ocultas de la Reforma liberal del siglo XIX, texto formado por varios ensayos sobre personajes ilustres de esta época de grandes cambios y guerras cada quince minutos; la mayoría de los citados por Monsi fueron periodistas.
Monsiváis escribe sobre y de Ignacio Manuel Altamirano, Juan Bautista “El Gallo Pitagórico”, Vicente Riva Palacio, Ignacio Ramírez “El Nigromante”, Manuel Payno, Francisco Zarco, entre otros vatos locos forever. Ellos fueron, también, diputados, poetas, viajeros incansables, estadistas y algunos hasta le entraban a los trancazos en caso de ser necesario. Sus artículos los llevaron al destierro, muchos de estos mexicanos amaban el periodismo porque era el puente para llegar al gran público, a pesar de que no había tanto alfabetizado en el siglo XIX, lo que se imprimía era suficiente para alborotar el gallinero.
Y así mismo, la caricatura cumplía, y cumple, un papel primordial en la sociedad, su injerencia llegó a ser fundamental en aquellos años de furia y descontrol, muy parecidos a estos de estulticia y control. Constantino Escalante, y ya más para acá, Julio Ruelas, Posada, Quezada, Rius, Cintia Bolio, etcétera con monitos.
El segundo libro, y en relación a la caricatura, es el de Rogelio Naranjo, Elogio de la cordura, con prólogo de quién creen, del Monsi. Naranjo nació en Michoacán en 1937, artista plástico de gran calado. En este prólogo Carlitos dice: “Rogelio Naranjo, quien pasa como caricaturista, no ha hecho la caricatura (la reducción al absurdo) sino el retrato (la expresión más lógica y esencial) de la clase gobernante”.
Digresiones y más digresiones, pero quiero poner el dedo con llaga en la herida purulenta: el periodismo y la caricatura, hoy, porque el hoy vence al nunca, tienen la obligación de denunciar al corrupto y acercarse a lo verosímil mediante un ejercicio consciente y, por qué no, estilizado. Los periódicos impresos están desapareciendo, el periodismo ha sido secuestrado por un montón de contadores, administradores y copiadores. Qué lejos estamos de lo postulado en ambos libros aquí mencionados, y más lejos de contribuir, quienes nos creemos periodistas, a el desvelamiento de un crimen como sucede en el largometraje de David Fincher. ¿Habrá un renacimiento del periodismo?
Ilustración: Rogelio Naranjo
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