"El bosque presentaba un aspecto siniestro en esta hora de la noche. Jamás hasta entonces había sabido lo que era la noche. El mundo entero parecía adormecido para siempre", cito estas palabras de Selma Lagerlöf, extraídas de su libro "El maravilloso viaje de Nils Holgersson", porque me recordaron a un autor que también mezcla lo fantástico con lo poético, Lucius Shepard.
Al igual que la ganadora del nobel en 1909, Lucius Shepard puebla sus historias con seres extraordinarios que reflexionan sobre el oscuro mundo que nos acontece, personajes que cuestionan su condición, la mayoría de veces infrahumana, porque a ambos autores les encanta la encrucijada; recordemos que Nils maltrata a los animales y en castigo por esto un duende lo convierte en "pulgarcito", el muy pequeño niño arriesga la vida una y otra vez para resarcir el daño provocado.
En Lucius Shepard ocurre algo similar, pero más crudo y frontal. Es considerado uno de los maestros de la literatura fantástica, además sus cuentos son filosóficos, cercanos al estilo mordaz del Voltaire de "Cándido" y "Zadig". Dos libros he leído de él: "El cazador de jaguares" y "El hombre que pintó al dragón Griaule".
Del primero de estos, "El cazador de jaguares", recupero dos historias, la primera es "Cómo habló el viento en Madaket", sangrienta narración de un viento enfurecido que asesina personas al mayoreo; quienes hayan visto "The Happening" de M. Night Shyamalan encontrarán varias reminiscencias entre la película y el cuento.
"El cazador de jaguares", narración que le da nombre al libro y que bien podría ser etiquetada de "fábula de la cotidianidad mágica": un retirado cazador, Esteban Caax, debe pagar por la ambición de su esposa con la sangre de un felino atípico, humanidad y animalidad son imposibles de separar. Hay alguna relación de este cuento con "Un viejo que leía novelas de amor", de Luis Sepúlveda.
"El fin de la vida tal y como la conocemos" forma parte de la recopilación de relatos que lleva por nombre "El hombre que pintó al dragón Griaule". Una pareja de gringos errantes quéjase de las moscas mexicanas y viaja hacia Guatemala. Ella no encuentra la manera de decirle que está harta de la compañía de él, lo único que los mantiene juntos es el sexo, un hippie les presentará a un chamán que cambiará sus vidas para siempre.
Drogas exóticas como el coral negro, invasiones norteamericanas en Centroamérica, monstruos dormidos que son intervenidos con pintura, extraterrestres travestidos, Lucius Shepard tiene algo qué decirnos sobre el presente presentante (o pos-ya-qué-modernidad), aquí algunas de sus líneas como posible hola-adiós: "El hombre y tú os separaréis y os reuniréis de nuevo muchas veces. Pues no sois compañeros, pese a ser amantes, y cada uno tiene que seguir su propio sendero".
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